Veo la huella gráfica de un naufragio que costó la vida a dos niños y a una decena de adultos Veo imágenes que condensan la gravedad de un fenómeno que está sacudiendo al continente. Son decenas de miles de personas que huyen de la guerra que asola Oriente Medio cruzando el Mediterráneo para buscar asilo en Europa: es el mayor éxodo desde la Segunda Guerra Mundial y sin duda, una gran crisis humanitaria.
Y la respuesta de los países europeos llega ya tarde a sus demandas de auxilio. Y es que además, los desplazamientos masivos de población o migraciones forzosas y la vida en los campos de refugiados implican riesgos adicionales para la salud de las personas. En estos contextos, la fase de emergencia está asociada por lo general a unos flujos masivos de población y a la primera fase de su asentamiento, fase en la que el índice de mortalidad suele ser elevado con relación al de los refugiados ya asentados y al de la población local. Por lo general, los recursos en el país de acogida y los disponibles sobre el terreno no son suficientes, y la vida de los refugiados depende en gran medida de un apoyo exterior rápido y eficaz. Aunque los objetivos y los principios de la atención sanitaria y la asistencia nutricional a los refugiados son simples en teoría, llevarlos a cabo en la práctica es una tarea compleja que requiere una preparación y una reacción adecuadas de todos los sectores implicados.
Los altos índices de morbilidad y de mortalidad son debidos a diversos factores como el Hacinamiento y falta de alojamiento adecuado; la Calidad y cantidad insuficiente de agua necesaria para garantizar la salud y la higiene personal; la Carencia de cuidados sanitarios adecuados; el Estado nutricional precario (con el consiguiente debilitamiento del sistema inmunitario ) debido a la escasez de alimentos adecuados durante y después del desplazamiento; el Menor grado de inmunización frente a enfermedad es en un entorno nuevo.
A estos factores debemos añadir el cansancio por el viaje y los posibles estados de desnutrición previos, que en conjunto aumentan el riesgo de padecer enfermedades infecto-contagiosas. Finalmente, hay que tener en cuenta que las poblaciones afectadas por desastres graves por lo general ya padecen previamente de los problemas de salud causados por la pobreza. Por otro lado, a las patologías fí sicas es preciso agregar las de carácter psico-emocional. El desplazamiento forzado y la condición de refugiado son vivencias que dejan huella en toda persona. El trauma de la huida es una realidad que toca a muchas personas. Todo ello desgasta los recursos psíquicos y emocionales de la población, así como su resistencia natural a la enfermedad.
Ante ello, pedimos derecho a la salud de los refugiados. La cobertura de salud a los refugiados es un servicio básico. Su falta constituye un tratamiento cruel.