Los vacunos

Dr. Fco. Javier
Alarcón de
Alcaraz.
Médico-Forense.
Especialista en
Medicina Legal.
@Alarconforense

Volver no es solo una canción de cuna. Cuando vuelves a algún lugar regresas siempre de otro lugar, sabes a qué lugar te diriges y con quién ya no te vas a encontrar. Repasando los apuntes del buzón del viento releo un contrato verbal, de esos que se firman a altas horas de la noche, mientras la confusión permite que la confusión permita que te confundan. Un contrato que me ata aquí el tiempo de seguir con el proyecto del pasado en el futuro, con el nuevo aroma de lo mejorado, que las deudas de gratitud no son deudas, son sonrisas.

Lo siento por todos aquellos que entendieron en la tristeza de la última de las columnas la alegría de que no habría otro reencuentro en este lugar. Si quieres, del verbo querer, siempre queda un lugar en ti para el reencuentro, da lo mismo cuándo ni con quién. Y por ir con el tema de hoy, si hoy podemos llamarnos a todos vacunados, también podemos llamar vacunos a los que lo hicieron con deshora. Y podemos hacerlo simplemente porque vacunándonos, cuando lo hicimos en nuestro tiempo, vacunamos a la vez al resto. Necesitamos ponerle nombre a los que lo hicieron antes y sin permiso. Sabemos hoy por la prensa que resucitan aquellos a los que acusamos de haberse vacunado a destiempo, sabemos hoy que siguen vivos de no querernos aquellos que se vacunaron antes de que les correspondía aprovechando el estatus que les ofrecía que alguien como tú no les votara, aprovechándose de que alguien los eligiera.

Dice la fiscalía anticorrupción que mientras la consellera insular Sofía Alonso y el entonces gerente de atención primaria Miguel Caldentey, se vacunaban los primeros y contra todos, no incurrían en delito alguno corruptible. Viene a decir la fiscalía anticorrupción que aquel frío 27 de diciembre, en la residencia Oms/San Miguel, y pese a que el protocolo de vacunación decía claramente que las vacunas eran para los ancianos que se morían sin querer, mientras lo hacían, mientras se aprovechaban de su situación, mientras hurtaban a conciencia las dosis que podría corresponderles a nonagenarios residentes, no cometían delito alguno. Hoy resulta que los que los señalaron con el dedo traduciendo esa conducta con poesía electoral, con “incumplimiento del orden de preferencia”, “abuso de poder”, “mal uso de los recursos públicos” o “falta de transparencia en el momento de mayor alarma social” entre otros, sólo estaban construyendo los versos más tristes de aquella noche, únicamente protegían a tu padre y a tu madre de una forma un poco íntima y particular, un tanto egoísta. Hoy sabemos que la justicia que no pasaba por allí aquella mañana ha pasado de largo esta tarde, sabemos que estos dos, entre otros, que no han visto un enfermo en su vida, que ni fueron ni son capaces de ponerle las manos encima a un anciano si no es para tocarle la cartera de la dosis que se administraban, estaban en una situación de riesgo, en un “grupo de riesgo” que dice su justificación. Conocimos Obispos en situación de riesgo que se vacunaron, en su ancianidad, incluso antes que la ancianidad de sus madres; conocimos políticos que acudieron con premura a dosificarse a las residencias de ancianos que no habían pisado en sus santos días electos, y conocemos el ascenso electo de Sofía en el Consell insular, incluso antes del archivo de las diligencias penales, al espacio que precisamente se ocupa de proteger a los ancianos.

No sé si los delitos tienen las patas muy cortas, pero el sentimiento de náusea persiste como síntoma de esa enfermedad que nos deshereda de personajes de ese tipo. Suerte que estamos vacunados contra tod@s ell@s.

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