Los vakunos

Dr. Fco. Javier
Alarcón de
Alcaraz.
Médico-Forense.
Especialista en
Medicina Legal.
@Alarconforense

Una vez demostrado que el miedo a ser vacunado vivo es infinitamente menor al miedo a ser cesado muerto de miedo, arrancado de la moqueta política a balazos de ficción, seguimos con la yenka sanitaria, con el ahorasíahorano de los briconsejos de un govern y de unas autoridades sanitarias.

Han vuelto a confundir ser responsables con ser reposables, una variación que tristemente ha hecho mella en los vacunables y en sus acolchadas poltronas. Ya tenemos vakunas, ocupas de la no vacuna. Mientras la consellería de educación del hermano del epidemiólogo, Mr March, le desoye sin saber muy bien por qué y suspende la segunda administración de Astra en el gremio de la enseñanza, nos llega -como en la Apocalipsis llegó la confusión de sexos- la confusión de las vacunas. Llegan los ensayos gubernamentales pocimando las unas con las otras, añadiendo el cuarto y mitad habitual del engaño charcutero y triste de los que sin conocer los ensayos de los que las han fabricado, sin haberlos diseñado, sin haber entendido nada de en qué y cómo funciona todo esto sometido al secreto industrial, se han lanzado definitivamente a consumar una nueva orgía de la confusión. Para qué vacunas cuando has conseguido vacunos. ¿Para qué queremos una inteligencia española, incapaz de confeccionar una vacuna pese a toda la pasta con la que enriquecemos tiernamente la diversión de unos pretendidos científicos, si podemos dedicarnos al Quimicefa de mezclar el resultado de estudios secretos inter-pares, distintos, con aplicaciones y desarrollos opuestos?. Conocer que el Instituto Carlos III “probará la mezcla de vacunas de Astra y Pfizer en un ensayo” abunda en lo que ya sabíamos: no sólo somos idiotas, también sabemos publicitarlo.

Un país, un Instituto, una consellería de educación, por ir de más a menos, que permite que el miedo hacia las autoridades sanitarias y hacia el mensaje confuso que están transmitiendo sea más científico que el de no hacer nada, que el del laisser faire. Unos mandamases que han permitido que el mensaje de nulas probabilidades, de nulo sustento estadístico, permita que -con razón- la población rechace la vacunación y decida cómo, cuándo y dónde administrarse las segundas o primeras dosis a su albedrío. Unos gestores que han sido correa de transmisión para que haya calado la instrucción de que todo es científico, de que cada cual decide su ciencia, es peor que el peor efecto adverso de cualquier vacuna.

Desconocer lo que significa asumir una responsabilidad, omitir que cualquier acto sanitario pueda ser demandable ante los tribunales, comprobar que las autoridades sanitarias (con un elenco absurdo de periodistas al mando) no haya sabido ni querido transmitir un mensaje de coherencia, reconocer que el govern no haya asumido el protagonismo y el riesgo de aceptar las consecuencias de los efectos de cualquier indicación, es suficiente como para poder decir alto y claro que son unos verdaderos incompetentes.

Si la trama es que en la confusión y en la división de los ciudadanos ellos son más fuertes, lo han conseguido. Si había tantas variantes de virus como enfermos, ahora ya tenemos tantos ciudadanos como variantes de vacunas, tantos idiotas como escasas vacunas. Encerrados con instrumentos jurídicos ilegales, vacunados al 6% como los peores vinos y siendo la consecuencia de un liberticidio que ni se ajusta a los datos ni a los requerimientos epidemiológicos. ¿Realmente confías más en Patricia Gómez que en Astrazeneca? ¿Alguien da menos?

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