Ana Isabel Mayorquín, enfermera: «Para prevenir los trastornos alimentarios la enfermera de salud mental tiene que salir a la calle, ir a los colegios, interactuar en redes»

Ana Isabel Mayorquín es enfermera de Salud Mental del Programa de Atención Específica a los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) del Ibsalut, que atiende los casos de TCA a partir de 18 años (los casos de pacientes menores son atendidos por el Instituto Balear de Salud Mental Infanto Juvenil-IBSMIA). Este es su testimonio, como enfermera de Salud Mental y como experta en trastornos de la alimentación.

P.—¿Qué es una enfermera de salud mental?
R.—La enfermera de salud mental es una enfermera que después de haberse graduado en la universidad, se ha formado como enfermera interna residente (EIR) durante dos años en la especialidad de salud mental. La formación EIR combina la formación en esta área del conocimiento y el trabajo en distintos dispositivos dentro de la red de salud mental.

P.—¿Cuáles son sus funciones?
R.—Las funciones de la enfermera de salud mental consisten en llevar a cabo una valoración enfermera mediante una entrevista clínica para detectar posibles signos y/o síntomas de enfermedad mental y situaciones de riesgo para la aparición de enfermedad mental. Elabora planes de actuación en función de unos objetivos terapéuticos pactados con el paciente. Coordina los cuidados que precise la persona en colaboración con el resto del equipo terapéutico. Hace lo posible para vincularse con la persona, la familia y la comunidad, como base para empezar cualquier trabajo terapéutico. Genera conciencia de enfermedad sobre la persona que está padeciendo un trastorno mental, algo que es imprescindible para que la persona comience a cuidarse de manera efectiva. Realiza educación para la salud, tanto a nivel individual como comunitario. Otra de sus funciones es luchar contra el estigma de la enfermedad mental y dar visibilidad a la importancia de cuidar la salud mental. También es su objetivo fomentar la capacidad de autocuidado de las personas, como base sólida sobre la que se sustenta una adecuada salud mental. Dar apoyo emocional en los procesos de enfermedad y/o procesos de duelo. Fomentar la adherencia al tratamiento terapéutico. Entrenar a la población en el manejo de la ansiedad, habilidades sociales, gestión de conflictos, asertividad o establecimiento de límites en las relaciones interpersonales. Y acompañar a las familias con el objetivo de prevenir otras patologías mentales derivadas del cuidado, como el síndrome de sobrecarga del cuidador.

P.—¿Qué le lleva a una enfermera a especializarse en salud mental, que se trata de un ámbito de atención donde hay que aprender a afrontar grandes tensiones emocionales y profesionales?
R.—Como enfermera, siempre me interesó la dimensión psicológica que entrañan los procesos de enfermedad, como proceso adaptativo y de duelo, y los miedos que llevan de la mano; el miedo a la enfermedad o a la muerte. Y por otra parte, siempre me ha fascinado la capacidad que tienen las personas para “resurgir” y “adaptarse” después de haber transitado por situaciones que generan malestar y sufrimiento. Sin duda alguna, todos los profesionales que trabajamos en sanidad y en especial, quienes lo hacemos en salud mental, estamos muy expuestos al sufrimiento humano y a situaciones cargadas de mucha tensión emocional. Yo, personalmente, me cuido de manera muy consciente e intento invertir muchos momentos de mi tiempo libre en mi propio autocuidado, que considero una parte fundamental en el adecuado desempeño de mi profesión. En otras especialidades hay instrumentos que diagnostican y tratan enfermedades, y esos instrumentos son calibrados constantemente para que no dañen a los enfermos. En salud mental los “instrumentos” casi exclusivamente somos seres humanos, por ello es importante que nos calibremos y nos cuidemos, porque si no lo hacemos, podemos hacer mucho daño a otros.

P.—La enfermería de salud mental es una especialidad reconocida ¿Hay suficientes convocatorias de plazas para esta especialidad y profesionales con la titulación adecuada desempeñando estas tareas o cuál es la realidad al respecto?
P.—No, por ahora faltan por cubrir muchos puestos con enfermeras de salud mental, tanto en los principales hospitales de las islas, como en el resto de dispositivos comunitarios que atienden a personas con enfermedad mental. Esto se debe a que la mayoría de las enfermeras de salud mental en Baleares tienen contratos temporales, habiendo en el momento actual mucha inestabilidad en la ocupación de determinadas plazas. Este es un problema para los profesionales y para los equipos de salud mental, así como un riesgo para la salud mental de la población de nuestra comunidad.

R.—¿En qué consiste su trabajo como enfermera de salud mental en el Programa de Atención Específica a los Trastornos de la Conducta?
P.—Entre mis funciones, destaca realizar una valoración de enfermería para detectar aquellos síntomas que están generando un malestar sobre el individuo y planificar un tratamiento individualizado, en coordinación con el resto del equipo terapéutico, compuesto además por una psiquiatra, una psicóloga y una auxiliar de enfermería. Acordar con el paciente un programa de tratamiento ajustado a sus necesidades actuales, donde es muy importante negociar todos los puntos del tratamiento de manera individualizada. Proporcionar asesoramiento a nivel nutricional con negociación de pautas y conductas que ayudan a la persona a mejorar su salud. Revisar los parámetros biomédicos y monitorizar el peso, así como su evolución. Liderar los grupos terapéuticos de apoyo. La mayor parte del tratamiento es grupal y es importante coordinar las actividades y cohesionar el grupo para que sea un espacio en el que todos se sientan seguros para compartir sus vivencias. Generar conciencia de enfermedad y de sus síntomas. Proporcionar educación sobre alimentación, ejercicio físico saludable, medidas de higiene del sueño, entrenamiento en técnicas de meditación.
Coordinar talleres de cocina. Entrenar a los pacientes en técnicas de manejo de la ansiedad y regulación emocional. Acompañar a los pacientes en los afrontamientos alimentarios y exposiciones corporales, ya que las personas con trastorno de la conducta alimentaria es habitual que experimenten fobias a alimentos y miedos a la exposición de determinadas partes de su cuerpo. Y apoyar a las familias en el proceso terapéutico, ya que tienen un papel muy importante en el sostén del paciente y ellos también necesitan expresar sus emociones y cuidarse para poder cuidar a su familiar.

P.—¿Cómo puede contribuir la enfermera de salud mental a disminuir la prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria?
R.—Yo lo tengo muy claro, ¡saliendo del hospital! Son necesarias intervenciones de prevención en la comunidad antes de que aparezcan los síntomas. En esto, sería importante que la enfermera de salud mental pudiese colaborar con los equipos docentes en los talleres de hábitos saludables y de regulación emocional que se imparten en los colegios y ubicar consultas de enfermería de salud mental de fácil acceso para la población general. Otra forma muy interesante de captar la atención de los jóvenes sería crear una cuenta en redes sociales con contenidos seguros para su salud mental, desmontando mitos en torno a la imagen, para ayudarles a que aprendan a gestionar el contenido que manejan en redes.

P.— ¿Y qué se puede hacer desde la comunidad en el día a día?
R.—Pues precisamente, todos podemos prevenir estos trastornos en el día a día, atendiendo a ciertos aspectos que nos permiten cuidar al otro. Por ejemplo: No hablar sobre lo que pesamos o la talla que tenemos en ambientes de ocio. Es absurdo y hay muchas personas que pueden ser sensibles a esta información. Evitar tener báscula en casa y si no pudiera ser así, al menos no tenerla a la vista. Esto puede ser un riesgo para personas que tienen mucho malestar con su imagen, sobre todo cuando viven adolescentes en casa. Evitar alabar a una persona solo por su físico. Tenemos que aprender a alabar también las habilidades y virtudes. Hablar de sentimientos y emociones de manera abierta. En ocasiones, detrás de un trastorno de la conducta alimentaria hay muchas emociones que no se han expresado. Comer en familia, al menos una vez al día, e intentar que el ambiente en estos momentos sea libre de tensiones y la conversación sea lo más agradable posible. Revisar la información que consultamos y colgamos en redes. Plantearnos si esta es adecuada para nosotros y para las personas con las que estamos conectados. Y sería importante supervisar y ayudar a los adolescentes a gestionar la información que consumen a través de sus dispositivos electrónicos.

P.—Usted participó en el aclamado documental hecho en Mallorca “Petricor”, que trata sobre estos trastornos, ¿cuál fue su experiencia?
R.—Fue una experiencia muy enriquecedora. Pude acercarme a algunas de mis pacientes en otro lugar. Pude estar en casa de una de ellas, con su hija, y desde allí, pude entender la realidad de su día a día. Nosotras cuidados desde un punto de vista holístico, pero esa cercanía fue algo nuevo. Agradezco mucho a Victoria, la directora, que me permitiera colaborar con ella, hablar de los casos y la delicadeza con la que ha tratado cada una de las historias en el documental.

P.— El día 1 de septiembre es el Día Internacional de la Enfermería de Salud Mental, ¿Cuáles crees que son los retos de cara a esa jornada?
R.—Los retos de la enfermería de salud mental, bajo mi punto de vista ahora mismo tienen que ver con ampliar nuestra visibilización y nuestra presencia en la comunidad, así como, reivindicar nuestras competencias y nuestros derechos laborales como categoría profesional.

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