Los nutracéuticos

Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz
Médico-Forense Especialista en Medicina Legal.
@Alarconforense

Releo la prensa alborotada y asisto agitado a la delicada dignidad catedráticaliciade los vendedores a domicilio de esa maravilla empolvada llamada Minerval. Leo que estos días han comparecido Escribá y Busquets (en adelante Escribá y Balaguer, por su bondades y altruismos) en los juzgados penales, y resulta que los biólogos prescriptores le han dicho al juez Morell que el tal Minerval no es un medicamento, ni un fármaco ni nada que pudiera llevarles a la cárcel, ¡pots pensar!. Desde aquí no descartamos, además, que la tal Minerval termine siendo un putón con enlaces de hidrógeno. Al tiempo.

Han dicho estos monseñores que por lo que ellos no se enriquecían a cambio de no venderlo en ninguna fundación que no fuera la que ellos crearon (la fundación Marathón, mucho griego, ¿no?) no es que fuera un medicamento, sino que era un complemento nutricional, o lo que es lo mismo en sus palabras, un “neutraceútico”. Desde los chiripitifláuticos no habíamos oído un compuesto mejor.

Hacía tiempo que no coincidía con nutracéuticos de esta calaña, la verdad.

Hacía mucho que no hacía guardia con un grupo tan exclusivo de lipídicos profesores, de nutracéuticos inmiscibles a la pobreza.

Como desde aquí nunca dudamos de la maldad, consideraremos que no hay mejor táctica suplementaria para acudir a la manicura cita con el juez instructor que ir cargado de nutrientes palabros, que ir demostrando la inocencia por la vía de los dichos. Jamás se ha visto un mejor efecto terapéutico: ni medidas cautelares, ni retirada de pasaporte, ni fianzas. Ni siquiera una bronca fiscal por intrusismo. Un chollo de polvos, vamos.

La novedad de estos santos requiere urgente un Nobel precoz, pero no por el descubrimiento de un testosterónico sino por el hallazgo de una nueva ruta metabólica, la del medicamento que se transforma en suplemento mientras mientes, mientras se acerca prodigiosamente la hora de la acusación. De medicamento se convierte en fármaco pasando a principio activo que pierde sus principios y se transforma en lubricante, apto para todo. Llega la revolución al pa amb oli.

Entonces ¿Por qué precisamente enfermos cancerosos y no sanísimos profesores universitarios? ¿Por qué a ese precio “simbólico”? ¿Por qué no en una farmacia? ¿Por qué a través de una fundación? ¿Puede diagnosticar, tratar y prescribir un biólogo? Repaso las imágenes de aquel franquista Manuel Fragaen Palomares demostrando que sus playas adolecían de radioactividad y me pregunto si nuestros apóstoles han probado ya de su propia medicina. Viendo tan reconstituido al personal intuimos que funciona mejor que la sonrisa mechada de Sefa Terrasa (de qué se descojonaría), la que va de acusica y que cuando le preguntan dice que tendrá que demostrarse (“el juzgado”) que es un antineoplásico. Esto va al revés, miss. Si acusas demuestras. La próxima te traes hechos los deberes.

Pienso en el formato de declaración, con su barra libre de Minerval y suplementos varios, con su “despacito”, su “súbeme la radio” y el trapicheo de nutrientes a todo el que fuera capaz de poner en duda las propiedades de estos masajistas moleculares.

Yo acabo de pedirme unas dosis. Mi hijo, que no sabe cómo engrasar la bici.

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