
Alarcón de
Alcaraz.
Médico-Forense.
Especialista en
Medicina Legal.
@Alarconforense
En esta vida en evolución hacia lo poco, no eres nadie si no te vendes más allá de ti mismo, si no encajas en aquel adagio demoledor del negocio perfecto con el que se crucifica a esos perfiles: “comprarte por lo que eres y venderte por lo que pareces”. Todo el mundo escribe pero nadie lee. Todo el mundo habla y sólo pocos dicen algo. Se es master desde el propio declive; todo Dios es un curriculum de ex cosas por las que ha pasado superficialmente, sin mérito y mucho menos capacidad. Con el tiempo que se gana en la superficialidad -en el uso de la inteligencia artificial- el resultado debería ser sentirse más feliz. Menos mal que llegamos tarde a la prisa y a todo lo que se aleja de la infelicidad.
En este lugar donde las hemos visto y oído de todos los colores, habíamos elegido la discreción como santo y seña de una vida a medias. Estar y no estar. Ser de vez en cuando, permanecer mientras se está en silencio a leguas de distancia. Cosas así, lo típico de haber entendido no solo el atractivo del contraste sino la belleza de lo opuesto.
Una fiebre temporal soporta esta columna, la misma que impide (o mejor, limita) estar en persona con los míos este día, lo que me da que hablaré más del premio a de cómo pude vivirlo.
Escribir a tiempo y a kilómetros de distancia de los premios Salut i Força es apostar no solo por hablar de otro, por hacer el merecido homenaje que requiere gente distinguida, donde el onanismo y la autoestima es la justa. Escribir desde este lugar donde se proyecta el esfuerzo y el trabajo de otras personas, compartir el espacio que se necesita para recordar a Joan Calafat, es el verdadero argumento, su verdadero legado, vivir en primera persona ese adagio que hoy incumplo.
Es el único autoalgo que nos permitimos cuando hablamos de lo que somos todos en este espacio que nos premia a todos. Haber encontrado un lugar más allá de éste, un espacio entre todas y cada una de las personas que convierten su esfuerzo en una ilusión para los demás, para el esfuerzo de los demás. Una realidad para hablar de Joan en nosotros, para vivir a Beda y su familia en esa celebración.
Aunque me consta que la revista hace público los esfuerzos de la deliberación del premio, hoy puedo contar que intento no ver demasiado esas imágenes. Siento la presencia de Joan en la deliberación de su premio cuando gente dispar, cuando el grupo que organiza y se esfuerza en darle a su memoria un galardón a la altura, se une en esa orilla de corregir, puntuar y acompañar a todas esas personas que presentan su esfuerzo para que podamos llevarlo a cabo.
Hoy puedo decirlo. Quise proponer aquel día de la deliberación que se premiara al jurado, que se nos premiara a todos como hito nunca visto de quererse más allá del ya demasiado tiempo en que Joan no termina de regresar. Tendrá que ser el año que viene. Enhorabuena a todos los premiados, y -hoy también- a todos los premiantes.