Hace 3 años estuvimos confinados: llegó el SARS- COV-2 y fuimos más desiguales aún

Joan Carles March
Codirector de la Escuela de Pacientes de Andalucía

Durante los dos primeros años de pandemia de covid, la mayoría de los gobiernos no estaban preparados, fueron demasiado lentos en responder a la crisis y prestaron poca atención a los más vulnerables, una suma de fallos que en total ha costado muchas vidas.

El asombroso número de víctimas de los dos primeros años de la pandemia es una profunda tragedia y un enorme fracaso social a todos los niveles, que ha seguido con un exceso de mortalidad en el año 2022.

El 15 de marzo, día en el que se decretó el estado de alarma ya había probablemente en España entre 350.000 y 450.000 contagiados por coronavirus. Es una estimación en la que se estima que el pico de contagios tuvo lugar el 14 de marzo. España cerró muy tarde los vuelos con China y por eso el virus se propagó con rapidez en enero y febrero de 2020. España reaccionó muy lentamente a principios de 2020 y sin duda alguna, no estaba preparado para la pandemia. Confinar siete días antes habría evitado 23.000 muertes en la primera ola, según un estudio. Confinar 7 días después, hubiera incrementado la mortalidad de forma muy importante y hubieran sido 120.000 personas fallecidas. Momentos de una pandemia con muchos contagios, muchas muertes y mucho exceso de mortalidad.

La COVID-19 demostró que las personas de bajos ingresos, las que tienen menos educación y las minorías se ven afectadas de manera desproporcionada. Dentro de las mismas CCAA, e incluso dentro de las mismas ciudades, existen profundas disparidades entre diferentes grupos. Como es sabido, la atención de la salud está estrictamente vinculada a la situación económica y cultural de las personas. Las poblaciones vulnerables (incluidos los pobres, las personas mayores, las personas con problemas de salud anteriores, las personas encarceladas, los inmigrantes) han soportado una carga desproporcionada de la pandemia.

Los pobres han tenido tasas mucho más altas de infección y mortalidad que los ricos porque las comunidades más pobres tienen una mayor incidencia de condiciones de salud crónicas subyacentes, como enfermedades pulmonares, enfermedades cardiovasculares y diabetes, y los determinantes sociales de la salud. Quienes viven en los vecindarios de bajos ingresos han corrido un mayor riesgo de exposición a la infección porque muchos trabajan en trabajos esenciales en el lugar y también es más probable que vivan en hogares multigeneracionales con mayor riesgo de transmisión dentro del hogar.

Los ricos han tenido los medios para salir de las áreas urbanas congestionadas o para refugiarse más cómodamente donde están. Las poblaciones más ricas han podido trabajar más fácilmente desde casa y evitar infecciones.

Las desigualdades en salud también se ven exacerbadas por las desigualdades sociales de condición socioeconómica y de género. También ha habido un aumento en la violencia de género durante la pandemia. Las mujeres son agentes cruciales del cambio, pero persiste una gran disparidad de género en la participación política de las mujeres. Las mujeres jefas de estado y de gobierno han tenido éxito al abordar la pandemia, mostrando grandes habilidades de liderazgo y tomando decisiones basadas en la ciencia. Creo que hemos aprendido que somos vulnerables, y por mucho que hayamos dominado el mundo y la tecnología, y tengamos casi superpoderes, seguimos estando indefensos a algo tan aparentemente insignificante como un virus.

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