La moción

Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz
Médico-Forense Especialista en Medicina Legal.
@Alarconforense

Empezamos la sesión de hoy con la misma de ayer, con el anuncio del presidente Sánchez a cuenta de las primarias elecciones parlamentarias de nuestra historia, y a la espera de que alguno de ustedes lea y lea intentando buscar una defensa de Rajoy y de su moción en este artículo.

La palabra moción viene de la amputación más radical de su contraria, que es la emoción, que es la pasión, y que es precisamente la que tiene que ver con lo que se siente, lo opuesto a lo que se piensa. Existe en nosotros el esfuerzo de escisión entre esas dos fuerzas, y existe porque difícilmente controlamos lo que sentimos pero sí manipulamos lo que somos.

Ésta era la tercera moción de censura que le habíamos presentado al ex, una en Galicia cuando era vicepresidente de su comunidad, otra que intenté sin éxito desde los micros de la cadena SER hace algún tiempo, y esta tercera, que como definitiva, absurda y contradictoria, nos ha costado hacer el ridículo más de lo que solemos hacerlo.

Cuando hablamos de moción, hablamos de las limitaciones de uno mismo para largarse, hablamos de la vergüenza que supone –al margen de los logros en la gestión que cada uno quiera añadir- que uno no tenga la menor vergüenza de seguir en un cargo público durante treinta años de su vida. Francina, la gran enemiga del actual presidente, sabe bien de lo que hablo, sabe bien a que miseria de moción me refiero. Sabe bien que el pecado original, que la peor enfermedad del siglo 21 es la permanencia, la de no saber irse, la de tener que decaer por aburrimiento o porque vienen los rojos a ponerse de acuerdo y a pactar en contra de sus propios principios censurándote el sueldo y el coche oficial.

Cuando largan a Rajoy y se crea esa consternación entre los ciudadanos que lo votan, cuando permanece Francinahaciendo equilibrios y vendiendo el alma que no tiene al mismo Sánchez, entendemos que la enfermedad es nuestra, que la moción de censura está en nosotros y no en toda la gentuza que ha sido protagonista en el hemiciclo estos días. Cuando el PNV vota a favor de echar a quien le aprueba los presupuestos, y los catalanes votan a favor de nombrar al socialista que hizo posible el 155, y los de podemos olvidan lo mismo y que eso mismo les costó la escisión en Cataluña; cuando el PSOE mantiene los mismos presupuestos contra los que votó y montó el Cristo por ser antisociales, cuando Rajoy no dimite porque atiende a su honor antes que a su partido, entonces sabemos que los censurados somos nosotros.

Ver impávido decaer la cronicidad de tanto mediocre, y tener que aguantarlo hasta que el hastío, el latrocinio o la muerte nos los separe es algo que requiere urgentemente una profunda revisión en todos nosotros, una censura a igual perpetuidad que la de sus sueldos.

Reconozcamos que somos el mismo detrito que contemplamos con preocupación, que nuestra alegría o tristeza cuando se largan es su triunfo. A ver cuando Calafatme censura de una vez ahora que ya tiene sesenta y cinco.

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