Aúpa la singularidad en la pluralidad

Miguel Lázaro *
Psiquiatra HUSE
Coordinador del
Centro de
Atención Integral
de la Depresión.

Últimamente en el espacio mediático, el titular que ha colapsado otros acontecimientos de nuestro entorno han sido las declaraciones de un político que todavía,- adverbio-, es ministroy que debería ser ex -prefijo-, ministro. Solo los políticos tienen el poder de invertir la relación entre el ex y el todavía. Tiene autentico pavor al prefijo y el adverbio cuando lo conjugan es a través de las puertas giratorias. Es un adverbio eléctrico o tecnológico .Los seres humanos abundamos más de es-tupidez (al ser tupido no vemos lo obvio) que de maldad. No entrare en comentar la sentencia de la llamada “la manada” que más bien seria la “jauría”, solo diré que cada vez estoy más convencido de nuestro primitivismo resistente a la evolución homínida, de que descendemos de un mono asesino y que algunos no fueron vacunados suficientemente en su infancia. Todos somos agresivos pero no hay que olvidar que la violencia es un fenómeno cultural. Y por otra parte aprovechemos la idiosincrasia de la sentencia y contextualicemos el código penal con el fin de procurarnos una sociedad más justa y respetuosa que no siga generando agravio, desigualdad y discriminación en las víctimas. Después del tsunami emocional límbico colectivo es la hora del reflexivo lóbulo prefrontal de políticos y jueces.

La singularidad se manifiesta en muchas facetas de nuestra vida no solo en una decisión por muy desacertada que sea. Me encanta mi singularidad única. Me encanta mi narcisismo, mis egos, mi ombligo, mis mocos, mis tripas, el olor de mi mierda, mi mediocridad, mi envidia, mis celos, mi generosidad, mis miedos, lo que digo, lo que me callo, mis meadas, mis cagadas, mis pedos, mis ruidos intestinales, mi sudor, mis eructos, mis olvidos, mis recuerdos, mi hipocresía, mi empatía, mis rejonazos, mi ambioma, mi genoma, mis lunes melancólicos, mis renuncios, mi colesterol, mi estrés, mis autoengaños, mis manías, mis obsesiones, mi cultura omeprazólica, mi adicción al espidifen, mi perímetro abdominal, mi neuroplasticidad, mis redes sociales, mi rechazo al requisitazo , mis rencores, mis ex amig@s de los que elegido distanciarme, mi media hora semanal de despellejamiento al prójimo, mi profesionalidad, mi familia, mi empatía, mis creencias cristianas, mis ausencias, mis presencias, mis paranoias, mi compasión, mi capacidad para perdonar, mi tierra turolense, mi hábitat mallorquín, mis redes sociales, mi cocido en Can Juanito, el albariño Pazo de Rubianes, el Son Prim mallorquín etc…Sé que no meo colonia, no cago perlas, no sudo chanel ten por lo que acepto que no podré vivir de mis secreciones.

Me acepto fruto de mil casualidades y del azar y a veces pienso que desayuno con Dios y luego bajo a la tierra. Me sigue jodiendo aprender sufriendo, aunque esto estimule mi neuroplasticidad. Sé que el auto estigmatización es un tipo de automaltrato muy frecuente y que estigmatizar a alguien por su “singularidad”es un acto deshumanizador y excluyente que solo “quiere señalar y marcar” socialmente al otro. Ya saben que el animal preferido por el hombre y sobre todo por la secta política es el chivo ex-piatorio.

Solo desde la omnipotencia infantil y megalómana con dosis hipoputáticas se puede nombrar despersonalizándolo la singularidad del prójimo. Somos y nos comportamos como proyectores con patas y es obvio que nos confesamos cuando hablamos de los demás. Todos podemos descompensarnos, nadie es inmune a que su singularidad se exprese a través de experiencias subjetivas que están preñadas de lo más intrínseco y esencial que es nuestra naturaleza humana. Un acto humano sea o no acertado no es la singularidad de un ser humano. Una decisión no me define como ser humano. Todos somos responsables de nuestras elecciones. Todos tenemos antecedentes o mojones, afortunadamente, porque la vida está construida con múltiples experiencias vividas pero estos, no predeterminan nuestras elecciones del presente.

Conviene recordar que somos el tiempo que nos queda por vivir por lo que no renuncie a su singularidad.

Todos estamos predelirantes, predepresivos, preadictivos, prebipolares y por supuesto todos somos terminales. Nunca reduzcan su singularidad y así nunca jibarizarán la del prójimo.

Hoy más que nunca hay que reforzar el derecho que tenemos todos a una identidad cerebral diferente, que no deficiente. Hoy hay que reconocer e integrar nuestra neurodiversidad.

No hay cerebros normales o anormales, lo neurotípico (aunque sean los más numerosos) solo es uno entre muchos cerebros diferentes.

Viva nuestra singularidad que está compuesta por nuestra neurodiversidad y nuestra biosociabilidad.

Humanicemos el estigma. ¿Cómo?: quitándole la g.

Ya saben en derrota transitoria nunca en doma.

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