“Cuando se disfruta de vacaciones es importante no sembrar la semilla de la adicción para evitar que germine”

Dr. José María Vázquez Roel, director general de la Clínica Capistrano

Dr. José María Vázquez Roel, director general de la Clínica Capistrano

Los períodos de vacaciones, como el que ha tenido lugar recientemente coincidiendo con las celebraciones de la Semana Santa, se caracterizan por la mayor disponibilidad de tiempo libre y un cierto descontrol sobre los horarios y las costumbres. Esta circunstancia puede representar un momento propicio para desarrollar determinadas adicciones. Así lo advierte, en la siguiente entrevista, el director general de Clínica Capistrano, el doctor José María Vázquez Roel.

P.- Las vacaciones, ¿constituyen una época especialmente complicada en el caso de las adicciones?

R.- Hombre, las adicciones siempre representan una situación complicada, ya que el adicto es una persona que ha perdido su libertad de elección, su autonomía, su capacidad para decidir libremente, a favor de un hábito o una conducta que mantiene secuestrada su libertad. Y esta pauta se repite, en cualquier época del año. Por tanto, yo diría que no hay diferencia entre las vacaciones y las etapas de más actividad laboral, al menos en el caso de que hablemos de adictos, con una dependencia muy consolidada y un cuadro patológico que reviste gravedad. Más bien, las vacaciones, en tanto que abundan el tiempo libre, las horas de asueto, las costumbres menos disciplinadas y los horarios menos rígidos, pueden representar un campo abonado para el inicio de las adicciones. Y esa es una cuestión enormemente preocupante, como es fácil suponer.

P.- ¿A qué se refiere exactamente, doctor?

R.- Pongamos el ejemplo de un chico o una chica joven que, generalmente, va a clase, dispone de poco tiempo de ocio, pasa muchas horas estudiando y asistiendo al colegio, y a quien apenas le quedan unas pocas horas a la semana para salir con los amigos o, por así decirlo, ir un poco a su aire. Lógicamente, en esa tesitura, será más difícil que participe en determinadas actividades que, más a la corta que a la larga, predisponen a desarrollar conductas adictivas como la dependencia del alcohol u otras drogas igualmente tóxicas, ya sean legales o ilegales. Sin embargo, en etapas vacacionales, resulta habitual que los adolescentes, incluso en las edades más tempranas, se vean libres del control paterno o familiar. Es casi como si tuvieran ‘vacaciones de padres’, y, al mismo tiempo, tampoco se hallan en contacto con sus tutores o sus profesores habituales, ya que las clases lectivas no comienzan hasta el mes de septiembre. Esta falta de control o supervisión es otro factor a tener en cuenta.

P.- Por tanto, cabe interpretar que usted circunscribe a la gente joven esta acción favorecedora de las vacaciones respecto a las adicciones…

R.- No exactamente. En realidad, joven o adulto, con más o menos años, cualquier persona puede verse afectada por situaciones que potencien el desarrollo y la consolidación de las conductas adictivas. Y esos mismos factores que he subrayado antes en relación también podrían aplicarse a la gente adulta, al menos algunos de ellos. También los adultos disponen de más tiempo libre en vacaciones, frecuentan más los lugares de ocio nocturno, y, en definitiva, coinciden circunstancias que, eventualmente, podrían favorecer la introducción en sus vidas de determinados hábitos no saludables. Igualmente, me gustaría aclarar que aunque anteriormente me he referido específicamente al alcohol y otras drogas, no hay que centrar la cuestión en estas adicciones, ni mucho menos. Únicamente lo he citado a título de ejemplo. Hay muchas otras dependencias que también en las vacaciones parecen tener un mayor caldo de cultivo. Por ejemplo, Internet. La dependencia a la red, y a su múltiple oferta de juegos, contactos, sexo virtual y otros muchos contenidos, es una realidad cada vez más instaurada en la sociedad actual.

P.- Y, claro, en las vacaciones hay mucho tiempo para conectarse…

R.- Hay mucho tiempo para conectarse, y para desarrollar una dependencia que no se evaporará de un plumazo cuando se reinicie la actividad laboral. Que nadie se llame a engaño respecto a esto. Si la conducta enraíza en la psicología del individuo, en su estructura mental y psicológica, en sus reacciones emocionales, se quedará ahí cuando acaben las vacaciones y se reanude los horarios y las rutinas habituales. La semilla de la adicción ya se ha depositado, y cada vez que la persona afectada se aferre a la misma, la reedite, esa semilla cobrará más y más fuerza para seguir creciendo hasta conducir a un callejón sin salida. O, mejor, rectifico: hasta conducir a un callejón del que es difícil salir sin la ayuda terapéutica necesaria.

P.- Ahí es donde entra la labor de los médicos y de los profesionales especializados, como los que forman parte de Clínica Capistrano.

R.- En Capistrano hemos optado por una óptica claramente multidisciplinar a la hora de abordar el tratamiento que permita la recuperación de un adicto, independientemente de cuál sea el tipo de adicción. Esta perspectiva multidisciplinar obedece a un principio muy claro: una dependencia debe ser tratada desde numerosos puntos de vista, y a partir de la conjunción, harmónica y global, de diferentes especialidades, desde la psiquiatría hasta la medicina general. Y, al mismo tiempo, con un criterio individualizado, porque cada paciente es un caso diferente, cada uno necesita un abordaje diferente porque cada usuario ha desarrollado una adicción en función de una historia personal que es propia e intransferible.

P.- Antes, cuando usted hablaba de la semilla de la adicción, me ha recordado a los fumadores sociales, esas personas que aseguran fumar tan solo cuando salen con los amigos…

R.- Fumar es también una adicción. Y de las graves, porque el tabaco atenta directamente contra la salud y es una de las causas de muerte evitables más importantes que existen a nivel de incidencia y de número de afectados. En efecto, como usted dice, hablar de fumadores sociales es no reconocer la realidad. Uno fuma o no fuma, pero no está en un limbo tabáquico en el que un no fumador es, a la vez, fumador. Nunca he creído en los fumadores sociales, de la misma manera que no creo en los ludópatas sociales o en los cocainómanos sociales. Resulta cuando menos curioso que se acepte este término en el caso del tabaco, y no cuando nos referimos a otras adicciones.

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