Cuando el cerebro se rompe

Miguel Lázaro Ferreruela

Miguel Lázaro Ferreruela
Psiquiatra HUSE
Coordinador del Centro de Atención Integral de la Depresión.

Es inevitable interrogarse e interrogarnos sobre lo sucedido. Hay que hacer la autopsia psicológica del dramático suceso. Tras le shock generalizado sufrido por todos, el conocimiento de los datos que poco a poco vamos analizando nos permiten ir desechando hipótesis y avanzar con prudencia hacia un diagnóstico de más certeza.

Al parecer se han descartado los fallos tecnológicos, pero se ha ido afianzando la certeza de que el copiloto es el causante. El cerebro humano, un cableado perfecto, con muchísimas conexiones eléctricas que utilizan neurotransmisores químicos para comunicarse, puede quebrarse y llegar al límite como la tarjeta visa.

No ha podido resetearse y ha puesto en marcha el circuito de la autodestrucción y lo que es peor una tragedia emocional insoportable que inunda a las familias de los fallecidos y a todos nosotros. La experiencia emocional es activada por el sistema límbico, modulada por la corteza cerebral y ejecutada por el hipotálamo a través de la secreción hormonal. Bien está claro que aquí ha habido una desregulación muy grave.

Voy a recordar aquí lo obvio que muchas veces olvidamos. El reto es rehumanizarnos continuamente. La vida no puede ser controlada, sino que tiene que ser aceptada en la incertidumbre que suponen sus riesgos, solo así puede ser vivida convenientemente. Somos fruto de mil casualidades y del azar. Nadie elige su principio ni su final estamos en el intermedio.

Descendemos de un mono asesino, nacemos agresivos y nos volvemos violentos, el proceso de hominización está todavía en vía de desarrollo, la complejidad de la mente humana y es muy posible que la mayoría de las acciones diarias están ya establecidas límbicamente antes que el córtex cerebral las intelectualice neocorticalmente, lo que cuestionaría el libre albedrío.

Vayamos con los datos: el copiloto tenía antecedentes depresivos y de crisis de pánico por los que había sido tratado. En Phoenix le declararon no apto por “problemas psicológicos” y recomendaron tratamiento y supervisión. Había sido diagnosticado de una depresión y de trastorno de ansiedad generalizada. Una ex novia refiere alteraciones emocionales, pesadillas relacionadas con el trabajo, obsesión por volar y un comentario, que ha sido titular en todos los medios “algún día todos se acordaran de mi nombre y cambiaran el sistema”.

Recientemente había sido diagnosticado de depresión, le habían dado la baja y no sabemos si tomaba tratamiento psicofarmacológico. Sabemos que él había roto la baja y no la había entregado a la empresa.

Él sabía que tomando psicofármacos no se puede ni se debe volar. Parece ser que estaba afrontando (información contradictoria) un duelo por ruptura afectiva (siete años de relación). Parece ser que estaba perdiendo visión que él supondría una amenaza muy importante para su pérdida de licencia.

Parece ser que su suicidio-homicidio estaba premeditado por la secuencia conductual durante los 11 minutos fatídicos.

En la depresión mayor es muy raro el homicidiosuicidio. Generalmente el paciente se autoagrede a él mismo y no escenifica su muerte con tanto attrezzo. No busca salir en prime time en los medios. La depresión psicótica (muy rara y grave) y la depresión melancólica con un síndrome presuicidal y la coexistencia con duelos y una fuerte desesperanza son de mucho mayor riesgo, pero aunque sean necesarias son suficientes o ¿falta algo más? Para el fiscal francés el homicidio fue involuntario, luego se inclina por la anulación de capacidades volitivas por su trastorno psiquiátrico.

En el suicidio existen también fuertes sentimientos de agresión ira y resentimiento hacia las personas con las que se está vinculado. Es decir también el blanco “son los otros”.

El cerebro humano tiene un límite, es como la tarjeta visa, a veces entra en quiebra total y el psiquismo se desborda como un gran tsunami (odio, resentimiento, venganza, desamparo, desesperanza) o páramo emocional (desafección total) se activan circuitos que conducen a un gran auto y heteroagresividad. Una situación traumática y dolorosa, que no puede ser elaborada psíquicamente es “vomitada” a través del daño.

Pero para analizar la conducta del copiloto hay que tener datos un sobre más que posible trastorno de la personalidad (rasgos narcisistas, paranoides o psicopáticos) y otras variables contextuales (parece que estaba afrontando varios duelos) y el grado de estrés que estaba soportando, que debía de provocarle mucha angustia, dado su carácter obsesivo y la exigencia de su trabajo.

El enfoque hay que siempre contextualizarlo. Importa la biografía, la personalidad, la genética y la biología. Cuantos más datos mejor para poder hacer lo más certera posible la autopsia psicológica. Que siempre es muy compleja.

Ahora hay que centrarse en el acompañamiento de los familiares en su proceso de duelo, que tiene muchas probabilidades de complicarse. Mi más sentido pésame para todos.

Deben de optimizarse, reestructurarse y mejorar los protocolos de seguridad, de evaluación psicológica y sobre todo de la gestión de riesgos, máxime en esta profesión.

Deben de implementarse programas de detección precoz y tratamiento de la depresión así como de la prevención de suicidio. Deben de ponerse más recursos en la lucha contra el injusto rechazo y estigma que soportan los enfermos mentales y sus familias.

En sus peores momentos la vida humana no es algo trágico, sino carente de significado o sentido. Pero seguimos siendo personas y aunque el alma esté rota, la vida prosigue.

Ah y recuerden aun, aquí y ahora que estamos en derrota pero nunca en doma.

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