Anemia, la enfermedad cuando la sangre no es demasiado roja


JUAN RIERA ROCA / La anemia es una enfermedad derivada de la falta de glóbulos rojos sanos, de modo que su función, el transporte de oxígeno a los tejidos del cuerpo, queda comprometida. El paciente de anemia probablemente sienta como síntomas el cansancio y la fatiga. La anemia puede ser temporal o prolongada, leve y grave.

Los tratamientos para la anemia varían desde la toma de suplementos -las conocidas dosis terapéuticas de hierro, que siempre debe recomendar el médico y solo tras un examen y un diagnósticoa otros tratamientos más complejos.

En ocasiones el médico determinará como sencilla solución la instauración de una dieta saludable y variada. Los signos y síntomas de la anemia varían según la causa. En general suelen incluir (aunque pueden ser signos de otras enfermedades diferentes): Fatiga, debilidad, ictericia, arritmias, problemas respiratorios, mareos o aturdimiento, dolores en el pecho, manos y pies fríos, dolor de cabeza… los síntomas empeoran si la anemia se agrava.

Algunos tipos de anemia, como la anemia ferropénica o la anemia por deficiencia de vitamina B-12, son frecuentes. La fatiga tiene muchas causas además de la anemia. Esta enfermedad se desencadena cuando por alguna razón no hay suficientes glóbulos rojos.

Este fenómeno patológico puede deberse a diversas causas. En algunos casos es el cuerpo el que no produce suficientes glóbulos rojos y en otros los destruye. Un sangrado provoca pérdidas más rápidas que el reemplazo natural. Este sangrado puede ser por causas muy diversas, desde una hemorragia interna indetectada a una externa por una herida. El sangrado persistente de hemorroides provoca anemia.

GLÓBULOS ROJOS

El organismo fabrica para la sangre glóbulos blancos para combatir las infecciones, plaquetas para ayudar en la coagulación y glóbulos rojos para transportar oxígeno. Los glóbulos rojos contienen hemoglobina; una proteína rica en hierro que le otorga a la sangre su color rojo. La hemoglobina le permite a los glóbulos rojos transportar oxígeno.

La mayoría de las células sanguíneas, incluidos los glóbulos rojos, se producen regularmente en tu médula ósea.

Para producir hemoglobina y glóbulos rojos el organismo precisa hierro, vitamina B-12, ácido fólico y otros nutrientes que proporcionan los alimentos en las dietas bien equilibradas y completas.

En la anemia por deficiencia de hierro (ferropénica) -la más frecuente- la causa es falta de hierro que la médula ósea necesita para producir hemoglobina.

Sin la cantidad adecuada de hierro. La anemia ferropénica suele presentarse en muchas mujeres embarazadas que no toman suplementos de hierro.

También se puede desencadenar por pérdida de sangre, como sangrado menstrual importante, úlceras, cáncer y uso periódico de algunos analgésicos como la aspirina. Todas estas causas tienen una valoración diferente por parte del médico, de modo que ni aunque esta anemia sea la más frecuente hay que dejarla pasar sin realizar un consulta.

Puede darse anemia por deficiencia de vitaminas ácido fólico y vitamina B-12. Una dieta sin una cantidad suficiente de estos elementos puede provocar una disminución en la producción de glóbulos rojos. La anemia perniciosa se da en personas que consumen la vitamina B-12 en proporción adecuada pero no la procesan adecuadamente.

Enfermedades como el cáncer, VIH/sida, artritis reumatoide, enfermedades renales, enfermedad de Crohn y otras enfermedades inflamatorias crónicas pueden interferir en la producción de glóbulos rojos.

La anemia aplásica es inusual y potencialmente mortal. Se da cuando el cuerpo no puede producir suficientes glóbulos rojos.

CAUSAS DIVERSAS

Las causas de la anemia aplásica comprenden infecciones, efectos secundarios de algunos medicamentos, enfermedades autoinmunitarias y exposición a sustancias químicas tóxicas. Enfermedades, como leucemia y mielofibrosis, pueden provocar anemia al afectar la producción de sangre en la médula ósea.

Las anemias hemolíticas se dan cuando los glóbulos rojos se destruyen más rápidamente de lo que la médula ósea puede reemplazarlos. Algunas enfermedades de la sangre aumentan la destrucción de glóbulos rojos. Las anemias hemolíticas se pueden heredar o contraer con el tiempo.

La anemia de células falciformes es hereditaria y puede llegar a ser grave. El paciente tiene una forma de hemoglobina defectuosa que fuerza a los glóbulos rojos a adoptar una forma de media luna (falciforme) anómala. Estas células sanguíneas mueren de forma prematura, lo que tiene como resultado una escasez crónica de glóbulos rojos.

Los cambios en el cuerpo de un embarazo pueden generar anemia. Pasando a causas más graves, problemas con la médula ósea, como el linfoma, la leucemia o el mieloma múltiple, causan anemia. También la originan problemas con el sistema inmunitario que causa destrucción de células sanguíneas (anemia hemolítica).

La cirugía del estómago o los intestinos que reduce la absorción del hierro, la vitamina B12 o el ácido fólico, pueden ser también la causa de una anemia. Toda esta variedad de orígenes, algunos fáciles de tratar, otros potencialmente peligrosos, hacen que sea imprescindible la participación del médico en el problema.

CANSANCIO

Se ha mencionado el cansancio como uno de los síntomas propios de este desarreglo, pero hay otros, como dolor torácico, vértigo o mareo (especialmente al pararse o con esfuerzo), fatiga o falta de energía, dolores de cabeza, problemas para concentrarse, dificultad para respirar (especialmente durante el ejercicio).

Algunos tipos de anemia pueden tener otros síntomas como el estreñimiento, problemas para pensar, sensación de hormigueo. Todos estos síntomas son de anemia o de otras afecciones que también los presentan, lo que pone en evidencia la necesidad de consultar a un especialista para adoptar decisiones.

En caso de que el médico sospeche o busque una anemia, se aplicará un protocolo que incluirá un examen físico, que puede revelar piel pálida y frecuencia cardíaca rápida.

Algunos tipos de anemia pueden causar otros signos o síntomas que no se detectan en un examen físico, por lo que serán necesarias pruebas.

Los exámenes la de sangre para diagnosticar algunos tipos de anemia pueden abarcar: La medición de los niveles sanguíneos de vitamina B12, ácido fólico y otras vitaminas y minerales; análisis de médula ósea; conteo de glóbulos rojos y nivel de hemoglobina, conteo de reticulocitos, nivel de ferritina y nivel de hierro.

Incidiendo sobre los diferentes tipos de anemias, cabe destacar entre las principales variantes, las anemias ferropénicas, originadas por una falta de hierro, posible consecuencia de factores como un aumento de las pérdidas de sangre (como una regla abundante, sangrado digestivo o sangre en la orina).

EMBARAZO

También, de un aumento las necesidades de hierro del propio cuerpo, motivado por circunstancias pasajeras: es el caso de un embarazo, la lactancia, el proceso natural de crecimiento etcétera. Otra causa de este tipo de anemias es la disminución en la absorción intestinal en pacientes operados del estómago.

También puede aparecer en el caso de pacientes que están padeciendo procesos de diarrea u otras enfermedades del aparato digestivo que ‘gasten’ una cantidad inusitada de sangre.

La anemia ferropénica puede venir derivada también de una alimentación escasa y/o de una dieta pobre en proteínas.

Las talasemias –un segundo grupo de anemias –o hemoglobinopatías, son formas originadas por una hemoglobina es defectuosa que no transporta adecuadamente el oxígeno.

Es una enfermedad hereditaria de origen genético, por lo que en estos tiempos los modernos exámenes de genoma podrán aportar previsiones.

Una anemia derivada de los efectos secundarios de una enfermedad crónica será consecuencia de un problema de tipo crónico digestivo, renal, etcétera. La anemia hemolítica es la consecuencia de un trastorno inmunológico que ha generado unas células semejantes a los glóbulos rojos que compiten con éstos.

En esa competencia los glóbulos legítimos se tornan insuficientes porque esas células actúan destruyéndolos o bien suplantando su función. Este tipo de anemia puede llegar con transfusiones de sangre no compatible, inoculación de sustancias tóxicas, etcétera. De ahí la importancia de la seguridad transfusional.

MÉDULA

La aplasia medular (alteración en la síntesis y maduración de los precursores hematopoyéticos, con la consiguiente pancitopenia: anemia, leucopenia y trombocitopenia) es un problema de la médula que origina una alteración la formación de los glóbulos rojos, que son inmaduros y cuya función está alterada.

La anemia megaloblástica se produce por la falta de uno o dos de los elementos que intervienen en la formación de los glóbulos rojos: el ácido fólico y la vitamina B12. Como en el caso anterior, la falta de estos elementos está normalmente originada por un déficit de los alimentos que el afectado consume habitualmente.

Las principales y más frecuentes causas de anemias megaloblásticas son la anemia perniciosa, la desnutrición y la malnutrición, el alcoholismo crónico, una dieta no balanceada, los efectos en las personas gestantes y en los lactentes, las neoplasias y algunos fármacos (quimoterapéuticos) como efecto secundario.

Dado que la anemia puede ser producto de muchas y diversas enfermedades, su tratamiento dependerá de la causa que la produzca. En los casos en que una anemia brusca pueda suponer un riesgo para la vida será necesario un reemplazo urgente mediante trasfusiones de concentrados de hematíes.

Las anemias por déficit de hierro, vitamina B12 o ácido fólico se tratan mediante el aporte de estos principios. Las anemias secundarias a enfermedades inflamatorias crónicas mejoran con el tratamiento de la enfermedad causante, de modo que en esos casos no será necesario un tratamiento específico.

TRATAMIENTOS

En los últimos años, la utilización de factores de crecimiento como la eritropoyetina permite tratar con gran eficacia muchas formas de anemia.

El déficit de ácido fólico provoca anemia megaloblástica y padecer ese tipo de anemia puede ocasionar síntomas como fatiga, irritabilidad, depresión, insomnio y estreñimiento.

Suplementos de ácido fólico –siempre por el médico –pueden ser la solución a problemas como la anemia megaloblástica, o con aumento de sus requerimientos como durante el embarazo, malnutrición, enfermedades intestinales, alteraciones graves del hígado, alcoholismo, gastrectomía o pacientes dializados.

Existe una anemia que cursa por deficiencia de vitamina C, cuando se trata de una carencia grave y muy prolongada.

La consecuencia de esta anemia es que la médula ósea produce glóbulos rojos pequeños. Se diagnostica midiendo la vitamina C en los glóbulos blancos. Se trata con un complemento de esta vitamina.

En las personas mayores las enfermedades crónicas pueden ser causa de anemia. Todas las infecciones y las enfermedades inflamatorias (artritis, tendinitis…) inhiben la producción de glóbulos rojos en la médula ósea, lo que disminuye el número de glóbulos rojos en la sangre, siendo también causa de anemia.

Cuanto más grave es la enfermedad causante, más grave será la anemia, aunque esto se cumple en enfermedades agudas, no tanto en el de las anemias causadas por una enfermedad crónica que no suele ser muy grave, según explican los especialistas que analizan estas anemias, denominadas secundarias.

CRIBADO

Estas anemias son lentas y en general leves. No suelen producir síntomas, que si se manifiestan suelen ser de la enfermedad precursora. En el proceso de diagnóstico los médicos primero tratarán de excluir otras causas de la anemia, como una hemorragia o un déficit de hierro, antes que achacarla a una enfermedad.

En estos casos suplementos de hierro o vitaminas no dan resultado. En los pocos casos en que la anemia se torna grave, las transfusiones o la inoculación de una hormona que estimula la médula ósea para que produzca glóbulos rojos, la denominada eritropoyetina puede resultar útil como medida terapéutica.

Los glóbulos rojos viven 120 días. Pasado ese periodo la médula ósea, el bazo y el hígado los retiran. Si una enfermedad destruye los glóbulos rojos prematuramente la médula ósea intenta compensar esta pérdida produciendo otros nuevos glóbulos rojos hasta 10 veces más rápidamente, todo ello en un proceso natural.

El bazo puede agrandarse, algún obstáculo en el flujo sanguíneo puede romper las células y ciertos anticuerpos pueden combinarse con los glóbulos rojos y hacer que el sistema inmune los destruya a causa de una reacción autoinmune. A veces los glóbulos rojos son destruidos por presentar anomalías en su forma.

La destrucción de los glóbulos rojos puede tener lugar en trastornos como el lupus eritematoso sistémico y en ciertos cánceres, particularmente los linfomas. Varios fármacos como la metildopa, la dapsona y las sulfamidas también pueden destruir los glóbulos rojos, señalan los expertos en alusión a las causas.

VARIACIONES

Puede suceder que la hemólisis sea súbita y grave y se genere una crisis. Aparecen síntomas: escalofríos, fiebre, dolor de espalda y estómago, dolores leves de cabeza y una caída de la presión de la sangre.

Ictericia y orina oscura pueden producirse al ir a parar a la sangre el contenido de los glóbulos dañados.

En esos casos el bazo se agranda, dado que tiene que adaptarse a su misión de eliminar los glóbulos rojos dañados.

Este agradamiento puede producir dolor abdominal como síntoma. La hemólisis prolongada puede generar la aparición de cálculos biliares pigmentados, un tipo poco frecuente de cálculo biliar.

La anemia causada por un bazo agrandado suele desarrollarse lentamente y los síntomas son leves. El bazo agrandado también puede producir una disminución del número de plaquetas y de glóbulos blancos.

El tratamiento busca paliar -lo que ha causado el agrandamiento del bazo, que solo excepcionalmente se extirpa.

Los glóbulos rojos pueden ser dañados también por anomalías en los vasos, como podrían ser los aneurismas, una válvula artificial del corazón o bien por una presión arterial sumamente elevada. Así se pueden llegar a romper los glóbulos rojos normales ocasionando el vertido de su contenido a la sangre.

Jaume Orfila
Asesor Científico
de Salut i Força

Los rojos

Esto va de glóbulos. De glóbulos rojos. La anemia se caracteriza por la reducción del número de hematíes. Se la identifica por la mengua de los elementos celulares responsables de trasportar las moléculas de hemoglobina. Para ser más precisos, a la anemia se la define, precisamente, como el descenso de esta proteína responsable de trasladar el oxígeno por la sangre. Académicamente, nos encontramos ante una anemia, cuando baja el nivel de hemoglobina de la sangre.

De hecho, la hemoglobina le pone la nota de color. Es el pigmento escarlata de los glóbulos rojos especializado en transportar energía.

La hemoglobina se oxigena en los pulmones y lo traslada a los tejidos por medio de una densa red de vasos capilares. Una tupida malla de estrechas vías que lo acercan a los usuarios finales, las células. En este camino se convierte en la verdadera responsable del aspecto rosado de nuestra piel. Sin oxígeno, la vida se interrumpe. Es una pieza básica del metabolismo energético, imprescindible para transformar las grasas, carbohidratos y proteínas en energía y en vida.

Las causas por la que se produce una anemia son múltiples. Las más significativas, las deficitarias. Sin hierro y sin vitamina B12 la producción de eritrocitos esta debilitada. En estos casos, en la anemia ferropénica y en la megaloblástica, la reposición es sencilla y la curación fácil. Sin embargo, las anemias más prevalentes son las secundarias, las asociadas a las enfermedades crónicas. En especial, a la diabetes, a la insuficiencia renal y a las enfermedades reumáticas.

Por otro lado, las anemia más graves, son las primarias. Las derivadas de la incapacidad de la médula ósea, “la fábrica”, para producir nuevos, suficientes y vigorosos hematíes. En ellas, mientras se localiza la causa primordial, y se le pone tratamiento definitivo, la transfusión de concentrados de hematíes, aportados por la solidaridad de los ciudadanos, es la solución paliativa y necesaria para continuar agarrados a la vida y a una segunda oportunidad.

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