Difteria y vacunas: cosas que aprender

Joan Carles March Profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública

Joan Carles March
Profesor de la Escuela
Andaluza de Salud
Pública

Seguro que todo el mundo hemos leído sobre el caso de difteria en Cataluña. Hemos comentado con nuestras amistades sobre la importancia de la vacunación.

El caso ya ha sido. Lo que tenemos que hacer, bajo mi modesta opinión, es pensar qué cosas son importantes aprender a partir de este caso.

Leo a Carlos Xabier Cerqueiro en un artículo titulado Vacunas: Cuando la evidencia es lo que cuenta, que actualmente, existen más de veinte vacunas (varicela, fiebre amarilla, polio, sarampión, rubéola, parotiditis, rabia, gripe, hepatitis A, encefalitis japonesa, gripe, hepatitis B, tuberculosis, cólera, tifus, tos ferina, difteria, tétanos, meningococos A,C,Y, W 135, neumococo 23-valente, HiB conjugada (Haemophilus influenzae tipo B), meningococo C, neumococo 7-valente) todas ellas basadas en largos ensayos clínicos y con capacidad de inmunización demostrada como se discutirá más adelante.

El centro de salud Gran Capitán de Granada escribe en su blog que las vacunas son una de las medidas más eficaces en la prevención de importantes enfermedades que afectan a todos los ciudadanos, con especial repercusión en la infancia y la adolescencia.

Desde el nacimiento y hasta los 14 años, todos los niños y niñas deben vacunarse para evitar determinadas enfermedades, así como sus consecuencias y complicaciones, ya que para la mayor parte de estas enfermedades no existe un tratamiento efectivo y las vacunas son la mejor prevención.

La vacunación, por tanto, consiste en la administración de un microorganismo (atenuado, inactivo o muerto), una parte de él (cápsula, lipopolisacárido, proteína, péptido, ADN) o un producto derivado del mismo (toxoide) por vía oral, subcutánea, intramuscular o intradérmica, simulando una infección natural. Deberá generar una respuesta inmune adquirida que proporcione la aparición de un tipo de células sanguíneas llamadas linfocitos de memoria, capaces de reconocer al causante de la enfermedad en sucesivos contactos y de dar una respuesta a este más rápida y efectiva. Por supuesto, las vacunas deben cumplir una serie de criterios prácticos, como que no deben producir la enfermedad, no deben dar lugar a efectos secundarios y han de ser baratas y de fácil administración. También deben seguir unos criterios inmunológicos, como activar distintas células del sistema inmunitario.

Amalia Arce, la mamá pediatra escribe que la difteria es una enfermedad infecciosa que afecta con más frecuencia a preescolares y escolares. Esta causada por una bacteria que se llama Corynebacterium diphteriae.

Se difunde por enfermos de difteria y por portadores sanos que tienen la bacteria en su faringe o en la piel. Fuera del cuerpo se conserva durante meses en sitios húmedos y oscuros. La transmisión más frecuente es por las microgotitas que salen de nuestra faringe al hablar o estornudar. La infección empieza con una infección de la mucosa faríngea que causa una membrana y una necrosis del tejido. Localmente es muy agresiva, pero además la bacteria es capaz de producir una toxina que es la que origina complicaciones a distancia (como por ejemplo en el corazón, los riñones o el sistema nervioso central). La enfermedad se incuba durante 2-5 días. Posteriormente aparece malestar general, cefalea, vómitos, a veces fiebre. Las molestias faríngeas van en aumento progresivamente originando dificultad severa para respirar. Aunque se utiliza tratamiento antibiótico (si no me equivoco, penicilina), el tratamiento principal es un suero con antitoxina, que es lo que en este paciente se ha traído desde Rusia.

Cerquiero termina su artículo, tras repasar los argumentos de los antivacunas, diciendo que es por tanto, todo menos un problema científico. Es un problema de creencias. Handley lo dice bien claro: da igual que le pongan toneladas de evidencias sobre la mesa, el cree que la regresión de su hija se debe a las vacunas y nada le hará cambiar de opinión. Puede que así sea, incluso, pero no está demostrado. Es por eso que los esfuerzos de las autoridades científicas y sanitarias deben desviar importantes recursos hacia la buena información de la población previa a la desinformación, una labor de prevención como la que consiguen las vacunas.

Ante ello, Amalia Arce termina diciendo No vacunar mata y es un drama en salud pública.

Y No gracias dan algunas recomendaciones a tener en cuenta: Lo que conviene es una actitud que no desacredite las vacunas sistémicas pero que facilite el debate científico tanto sobre las vacunas necesarias como sobre las no necesarias. Por todo lo señalado, dicen ellos algunas cosas que quiero destacar: Es importante promover el uso universal de las vacunas sistémicas pero sin ocultación de sus potenciales efectos adversos. La transparencia y el debate científico sosegado son las principales herramientas para convencer a los que tienen dudas sobre los efectos beneficiosos de las vacunas de utilización universal.

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