Hay que tener vacaciones y desconectar de verdad durante ese periodo, por consejo del médico; no hacerlo puede tener consecuencias sobre la salud mental y física y sobre la productividad futura
La expresión “irse de vacaciones” no es gratuita. Alude a viajar a otro lugar, lo que si uno se lo puede permitir es probablemente es la mejor forma de tener vacaciones. Pero, sobre todo, alude a la necesidad de “irse”, de desconectar, de estar en otro sitio diferente al trabajo, aunque sea en casa. No hay vacaciones si no se desconecta de verdad.
No desconectar de la vida profesional durante las vacaciones —por mucho que nos guste y motive nuestro trabajo— puede tener efectos negativos sobre la salud, como estrés, ansiedad, problemas de sueño, además de dificultades para disfrutar del tiempo libre, afectando negativamente las relaciones personales y la productividad laboral futura.
Advertencias
Los expertos advierten que las vacaciones, deben ser vividas de verdad, dejando de prestar atención al teléfono móvil y al correo electrónico, olvidando todo aquello que al trabajo se refiere, para prestar más atención a nuestros seres queridos y al descanso constructivo. Y no han de ser de menos de dos semanas.
Antoni Baena, profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y director del máster de Salud Digital (Ehealth) de esta universidad alerta de las consecuencias de no desconectar: el estrés, la ansiedad y la fatiga cognitiva. No se puede plantear eso de “yo no necesito vacaciones”.
Un fenómeno sobre el que avisa el experto de la UOC es la sobrecarga de notificaciones (conocida como “infoxicación”) y la hiperconectividad constante, ante las que si no se está atento y se rechazan, «impiden descansar adecuadamente y alteran funciones básicas como la concentración, el sueño o el disfrute del tiempo libre», dice. Y añade:
«No romper con la rutina laboral cuando se está de vacaciones puede provocar síntomas de estrés y el burnout, la sensación de falta de energía y de fatiga extrema. En el entorno laboral, más distracción, dificultad de concentración, despersonalización con el trabajo, indiferencia hacia las tareas laborales, aumento del error y disminución del rendimiento».
Otra consecuencia de la falta de desconexión «es la ausencia de placer, de satisfacción o de ganas de hacer cualquier actividad placentera, como ir al cine o a cenar, pasear u otras actividades de ocio».
También puede darse «nerviosismo, taquicardia, insomnio o sueño de mala calidad, cansancio al despertar y la necesidad de dormir durante más tiempo».
Algunos pacientes, añade este profesor, tienen problemas gastrointestinales —como náuseas o dolor de estómago, o aumento o disminución del apetito—, una sensación de vacío, desmotivación, o síndrome del impostor, «que no siempre se relacionan con la necesidad de desconectar durante las vacaciones». Pero la cosa va por ahí.
Permanecer conectado al trabajo a través del correo electrónico o el móvil durante las vacaciones «tiene consecuencias como la ausencia real de descanso y de recuperación de la energía, lo que provoca un aumento del estrés, la ansiedad y el agotamiento mental», destaca este profesor de la UOC, que advierte de las consecuencias a largo plazo:
«Al regresar al trabajo, la falta de descanso y el hecho de no haber recargado la energía dificultan el retorno al ritmo habitual, incrementan la insatisfacción laboral, e incluso pueden llegar a causar una reducción del compromiso con la empresa, ya que el trabajo no se concibe como gratificante», alerta Baena, según refleja la UOC en su web.
En resumen, y según diversos expertos, no desconectar, aprovechando el periodo vacacional, pueden tener como consecuencias entrar en agotamiento, tener problemas de ansiedad e irritabilidad, cansancio e insomnio, trastornos de la conducta alimentaria, complicaciones dermatológicas, digestivas y hasta cardiovasculares.
El problema de no saber desconectar es tan importante que hasta tiene nombre. Se ha dado en llamar “estrés vacacional” o “la depresión de la tumbona”. Sea el culpable un jefe o unos compañeros tóxicos, que nos persiguen hasta en vacaciones, o seamos un workaholic de libro, lo cierto es que no saber, querer o poder parar tiene riesgos.
A los ya mencionados hay que sumar trastornos psicosomáticos como migrañas, cefaleas o dolores estomacales. Los expertos aseguran que no dejar descansar el cerebro hace que luego, al regreso, se sea menos productivo, pero que también la falta de vacaciones bien aprovechadas puede causar enfermedades físicas, no solo mentales.
Consejos
Los consejos para lograr esta desconexión pueden parecer obvios, pero puede ser bueno recordarlos, dado la cantidad de personas que nos los aplican desde hace demasiado tiempo y que por ello pueden haberlos olvidado, aunque la más sencilla de estas ideas es fácil de entender en los tiempos que vivimos: Para desconectar, desconectar.
Estar pendiente del correo electrónico y del móvil es lo peor para desconectar en vacaciones. Muchos, incluso no esperan los sonidos de aviso y miran compulsivamente sus terminales para ver si hay un whatsapp o un correo electrónico que avisen de algo por lo que valiera la pena interrumpir las vacaciones. Y eso ya de por sí genera ansiedad.
Los expertos recomiendan, para empezar bien, que antes de salir del trabajo, de iniciar las vacaciones, no hay que dejar cabos sueltos, cerrar todos los asuntos pendientes y avisar a clientes, proveedores y colaboradores de que se va a estar unos días fuera de la oficina. Y una vez hecho, tener la voluntad de aguantar el tirón y desconectar de verdad.
Una vez ya de vacaciones, hay que trazar estrategias (pero sin que eso suponga también un agobio) para tratar de disfrutar del tiempo libre, encontrando actividades que nos gusten. Cuidado con levantarse tarde, sentarse en la butaca y mirar el teléfono, en una actividad pasiva y de no hacer nada más: puede generar aburrimiento y ansiedad.
Un consejo que sirve para las vacaciones, pero también para todos los días del año, es evitar el uso del móvil u otro dispositivo electrónico antes de dormir, ya que esto puede afectar al descanso, al someter al cerebro a un tipo de luz que aleja la llegada del sueño porque es la misma que excita el cerebro y genera la vigilia durante el día.
Puede darse el caso, triste pero real, de no poder dejar de trabajar en vacaciones. Si es así, se aconseja establecer un horario fijo y limitado, que en el mejor de los casos sería la primera hora de la mañana, para poder cortar disfrutar del resto del día sin volver a conectarse, sin estar todo el día pendiente, en definitiva, no descansando nunca.
Síndrome post-vacacional
Y si no se han disfrutado las vacaciones como toca o no se han tenido, o incluso si no han sido suficientes (se piden pocos días por compromiso o por errónea responsabilidad) puede producirse un síndrome post vacacional, aunque hay expertos que dicen que a cualquiera le pone mal volver de vacaciones y que eso es cosa de solo unos días.
El síndrome postvacacional se puede definir «como el estado que se produce en el trabajador al fracasar el proceso de adaptación entre un periodo de vacaciones y de ocio, con la vuelta a la vida activa, produciendo molestias que llevan a responder a las actividades rutinarias con un menor rendimiento».
Es un estado de malestar genérico, con síntomas tanto psíquicos como físicos, que afecta principalmente a jóvenes, menores de 45 años. Según algunos expertos estos síntomas pueden aparecer también en niños a la vuelta al colegio, después de las largas vacaciones de verano, aunque es menos frecuente si el niño está bien en el entorno escolar.
Los expertos que defienden el síndrome postvacacional señalan que pueden presentarse en forma de diversas sintomatologías: físicas como cansancio generalizado, fatiga, falta de sueño, dolores musculares, falta de apetito o de concentración, y psíquicas como irritabilidad, tristeza, falta de interés o nerviosismo.
Para prevenirlo, los expertos aconsejan no alargar las vacaciones hasta el día anterior de empezar a trabajar. Es decir, que se recomienda volver de vacaciones un par de días antes de la reincorporación para hacer una adaptación a la rutina de forma que sea más paulatina, propiciando una habituación progresiva a los ritmos de sueño y comida.
Aconsejan también desarrollar alguna actividad de ocio que sea compatible con el trabajo para diluir el cambio y que no sea tan brusco, de modo que sea posible tomarse tiempo para recomenzar y volver a adaptarse al ritmo que se tenía antes de vacaciones, con una actitud optimista y positiva, un enfoque que acortará el proceso de readaptación.