
Codirector de la Escuela de Pacientes de Andalucía
Durante años, el ejercicio físico ha sido visto como una recomendación, un complemento de vida saludable o una aspiración estética. Hoy, sin embargo, comienza a ocupar el lugar que le corresponde: el de una gran herramienta terapéutica, que permita avanzar en una adecuada medida preventiva y además un derecho universal. Así lo defienden con firmeza expertos sanitarios, investigadores en salud pública y representantes institucionales con los que he hablado y que han puesto al movimiento físico en el centro del debate sanitario.
Ejercicio físico: medicina de bajo coste con impacto masivo
“La actividad física es salud low cost”, afirma la doctora Montserrat Romaguera, médica de familia y autora del libro Mi médica me manda a paseo. Frente al modelo clásico de receta médica, ella propone una prescripción activa, individualizada y constante. “No sirve decir ‘haz ejercicio’ sin explicar cómo, cuándo ni con quién. La teoría es bonita, pero la vida real tiene 3.000 obstáculos”. Romaguera rompe también con mitos peligrosos (“sudar no funde grasa como mantequilla”) y subraya que los beneficios, aunque lentos, desaparecen rápidamente si se abandona el hábito. Por eso, apuesta por comenzar desde la propia puerta de casa: caminar, nadar en la piscina del barrio o salir en grupo con supervisión profesional.
El derecho a moverse: desigualdad y justicia social
Luis Cereijo, investigador en salud pública, va un paso más allá: “La actividad física no es solo una necesidad, es un derecho humano”. Sus estudios demuestran que el acceso equitativo a instalaciones y programas supervisados tiene un impacto directo en la salud, la mortalidad y la adherencia a largo plazo. “No podemos recetar ejercicio como si fuera un fármaco de 40 € al mes: debe ser accesible para todos”. El sedentarismo, además, tiene raíces estructurales: pobreza, entornos inseguros, falta de tiempo o espacios adecuados. Por eso, pide políticas públicas que desmedicalicen el ejercicio y lo integren como bien común desde la infancia hasta la vejez.
De la prescripción al protocolo: el cambio cultural en la sanidad
Ignacio Melendro, del Consejo Superior de Deportes, y Diego Villalvilla, representante de FAECAP, señalan que ya no hablamos solo de “recomendar deporte”, sino de prescribir movimiento con rigor y seguimiento clínico. “Por cada euro invertido en programas de ejercicio, se recuperan siete en beneficios sanitarios y sociales”, recuerda Melendro.
Pero aún hay barreras importantes:
1. Estructurales: falta regulación, financiación y tiempo en consulta.
2. Culturales: el ejercicio aún se percibe como ocio, no como medicina.
3. Logísticas: escasa coordinación entre sanidad, educación física y deporte.
Lo resumen en una estrategia: FÁCIL — Facilitar, Acompañar, Convencer, Informar y no Limitar —, para que moverse no sea una carga, sino una elección accesible, guiada y sostenible.
Evidencia científica: el ejercicio como inversión social
Alfonso Jiménez, catedrático en Ciencias del Ejercicio, recuerda que estamos diseñados para movernos, pero vivimos rodeados de incentivos al sedentarismo. Su trabajo se centra en evaluar el retorno social de la inversión en actividad física: salud, educación, cohesión social y bienestar mental. “Solo en España, el ecosistema deportivo aporta más de 9.000 millones de euros al año”. Pero no basta con datos: hay que transformar estructuras. Jiménez plantea incentivos fiscales, formación médica y trabajo interdisciplinar como elementos clave. “La única pega del ejercicio es que cansa. Pero si lo integramos bien, puede cambiar el sistema sanitario”.
Niños, pantallas y crisis de valores
El panorama infantil preocupa especialmente. Según la Fundación Gasol, los menores pasan entre 200 y 300 minutos diarios frente a pantallas fuera del horario escolar. “Eso es una epidemia silenciosa”, advierte Villalvilla. La solución requiere esfuerzo conjunto de familias, colegios, urbanismo y sanidad, fomentando entornos seguros y hábitos activos desde la infancia.
Un mensaje común: movimiento es salud, equidad y futuro
El consenso entre los expertos es claro: no queremos atletas olímpicos, queremos personas más activas, sanas y acompañadas. La actividad física debe integrarse como una piedra angular en la prevención de enfermedades, la mejora del bienestar y la reducción de desigualdades sociales.
El mensaje final es importante:
“Promover el ejercicio físico no es solo cuidar el cuerpo: es abogar por el futuro de la sanidad, la equidad y una sociedad más feliz.”
Recomendaciones para unas políticas más saludables:
• Desarrollar protocolos normativos de prescripción de ejercicio.
• Incluir formación obligatoria sobre actividad física en los grados de medicina y enfermería.
• Financiar programas comunitarios accesibles para todas las edades.
• Establecer indicadores de impacto y adherencia en pacientes.
• Fomentar alianzas entre sanidad, deporte, urbanismo, educación y tecnología.
“El ejercicio no es solo medicina preventiva, es una herramienta para construir una sociedad más saludable, equitativa y feliz.”