Los adioses merecidos

Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz.
Médico-Forense.
Especialista en
Medicina Legal.
@Alarconforense

Me pregunta mi hija Julia por qué sonrío mientras me recomiendo a mi mismo acudir a las entregas sobre el recuerdo de Joan Calafat que nos deja el programa de televisión estos días. Ves seriada la vida y entiendes la serie A en la que nos encontramos, todos sometidos a la gravedad de los afectos. Lo digo de alguna manera en alguno de esos capítulos. En todo este elenco de gente enorme que comparte el proyecto de SiF, lo que realmente se comparte es la gloria de quien lentamente y a traición nos fue encontrando para unirnos, cada uno de su padre y de su madre, avenidos en su recuerdo y en el espíritu de quererle y de querer y proteger lo que él quiso. Me quedo quieto viendo a su mujer, a Beda, lo bonito y lo sencillo que entiende la vida vivida hablando de Joan, la herramienta exacta y milimétrica que necesita este proyecto de gestión y de amor que se dedica a velar por la salud de los demás, de hacer que entre todos y desde el conocimiento científico nos preocupemos de nosotros mismos, cada cuál de uno mismo. Hasta de mi despreocupación por la ausencia accidental en nuestras comidas se preocupa.

Y como no hemos necesitado couching (me encanta escrito así) ni couch alguno, nos afanamos en intentar entender los últimos acontecimientos sanitarios de estos días. Se da la curiosa circunstancia de que todos esos brazos post-electorales caídos que nos merecíamos los ciudadanos, que toda la puesta en marcha de los mecanismos de retirada que son el resultado de la suma electoral, se han reactivado en este post. Se da la circunstancia de que una vez que nos merecíamos los bye-bye de la basca, los adioses merecidos de todos los anteriores, han empezado la guerra de los menos 100 días, la nueva entrega electoral nacional. Y no sólo a base de crítica feroz.

orprenden los últimos movimientos de nuestros gestores sanitarios transitorios, contribuyendo a la ceremonia de la confusión sanitaria que afecta directamente a los ciudadanos, a todos los enfermos de estos enfermos del adiós. Nos recuerda a esa política de tierra quemada, de minas personales en el campo sanitario, que tanto asolan la vergüenza del que se retira en la derrota. Insistir por ejemplo en el cierre de camas de los hospitales públicos, casualmente en este momento; dar por finalizado ahora el convenio que permite derivar a ciudadanos europeos a hospitales privados con las ingentes listas de espera que nos dejan; recortar en este instante las horas de asistencia en centros de salud (unidades básicas de Palmayola, Buñola y Santa Eugenia) son sólo ejemplos cercanos de en qué consiste este final de barra libre. Unas copas de más que ellos liban mientras tú pagas, con el atrezzo de la adjudicación de mil plazas para interinos antes del portazo, y donde la curiosidad ha querido que -lejos de la “transparencia” del proceso en enfermería, que se ha hecho de forma presencial- al resto se le hayan adjudicado esas plazas telefónicamente. Fraga, en el Franquismo, al menos, te mandaba al motorista. La desesperación y el nerviosismo del ido contrasta con la templanza del venido, con la firmeza de quien llega. La presidenta Prohens anunciaba -sin siquiera estar nombrada- una auditoría en el Ib-salut como primera medida sanitaria, como primer tratamiento de elección.

Era fácil adivinar tanto adiós pero se hace difícil imaginar tanta torpeza en cómo hacerlo. En su cese, y sus responsabilidades, un@ a un@, llevarán la penitencia

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