No es tan sencillo hoy ejercer hoy de médico

Miguel Lázaro
Psiquiatra HUSE
Coordinador del Centro de Atención Integral de la Depresión

Teniendo en cuenta que no creo en el gen vocacional, la verdad es que elegir estudiar y ejercer la medicina ha sido siempre una decisión trascendente. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Cómo? ¿Es un medio de vida o un “modo de vida”? Sobran estereotipos y lamentos neuróticos y falta introspección para interrogarse sobre ello. La crisis profesional tiene múltiples dimensiones: frustración de las expectativas, demanda excesiva que superan las capacidades reales del médico, un clima social “acojonado” ante el envejecimiento y la muerte que reclama del médico una pócima mágica antinatural, organizaciones diversas que rara vez se adaptan a las necesidades de los profesionales, ritos tribales, creencias culturales, hostigamiento y acoso psicológico sobre el profesional, etc. El ejercicio de la medicina hoy es muy complejo. Médico y paciente están atrapados en un sistema que solo piensa en la productividad a destajo y que favorece la deshumanización. Las preguntas hipocráticas ya no son las clásicas de ¿qué le pasa? ¿desde cuándo? y ¿a qué lo atribuye? La demanda es “quiero un TAC”, “exijo que usted me cure”, “deme antibióticos”, etc… Es la llamada medicina del deseo.

Por otra parte, estamos asistiendo a una progresiva psicologización, medicalización y psiquiatrización del malestar emocional, de la frustración intrínseca a la naturaleza humana y a la vida. Pronto se nos olvida que en la vida hemos venido a aprender y a aguantar. Es decir se ha producido una deslocalización en la relación médico-paciente. Este factor y no otros, son los que realmente alteran la relación médico paciente. Actualmente es urgente reflexionar sobre la relación triangular médico-pantalla del ordenador y paciente usuario. Hoy más que nunca hay que seguir mirando a los ojos de nuestros pacientes.

La silla y el tiempo sigue siendo un elemento imprescindible en la consulta médica, ya que posibilitan la escucha activa, clave en la alianza terapéutica y en el efecto placebo. No somos inmunes al dolor y somos vulnerables, tenemos que tolerar y adaptarnos a la impotencia de no poder curar, a la incomodidad de no saber que responder y a empatizar con el contexto de vulnerabilidad, fragilidad e indefensión que conforman el contexto de nuestras de nuestras consultas. Cuanto podemos aprender de nuestros pacientes. Médicos y pacientes somos humanos y nadie nos va a curar de serlo. Muchas veces no sabemos lidiar con muchos conflictos y hay situaciones que nos desbordan y nos vienen grandes. Nadie da lo que no tiene, esa es la más grave consecuencia del desgaste profesional o del galopante burnout. Los médicos tenemos que admitir que no lo sabemos todo y que tenemos que renunciar a esa autoexigencia tóxica que nos lo impone. Solo desde la humildad del “no saber “, que posibilita el aprender, se puede encarar el ejercicio de ser y actuar como médico. El principal enemigo es nuestra omnipotencia y la sobreactuación desde un disfraz de pseudoseguridad con el que nos defendemos de nuestro dolor y malestar emocional.

Pero es bueno recordar que ante la tiranía de la vulnerabilidad se alza la esperanza de la resiliencia y de la compasión. Ya saben en derrota transitoria, pero nunca en doma.

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