Margalida Gili: “No conozco a nadie que hoy en día reconozca que en su momento estuvo en contra de que en Balears se impartieran los estudios de Medicina”

Margalida Gili, vicedecana de la Facultad de Medicina de la UIB: “No conozco a nadie que hoy en día reconozca que en su momento estuvo en contra de que en Balears se impartieran los estudios de Medicina”

Margalida Gili Planas es doctora en Psicología, catedrática de Psicología Social en el Departamento de Psicología de la UIB y vicedecana, y antes de ello decana, de la Facultad de Medicina de Balears, un proyecto que acaba de iniciar su sexta promoción de estudiantes. Cuando acabe este nuevo curso 2021- 2022, la UIB licenciará a los primeros alumnos que han elegido realizar en las islas su periodo de formación como futuros médicos.

P.- La Facultad de Medicina de Baleares cumple seis años y, al final de este curso, se licenciará la primera promoción. ¿Qué balance hace de todo este proceso?

R.- La valoración es positiva. Ciertamente, los inicios fueron complicados, porque el proyecto estaba cuestionado, no tanto por parte de la sociedad balear como desde la política. Sin embargo, ese clima se fue relajando progresivamente y, con el paso de los años, hemos podido dar pasos con mayor tranquilidad y en estos momentos podemos afirmar que Medicina, al igual que ocurre con los otros Grados de la Universidad, ha entrado en una fase de absoluta normalidad.

P.- Ya que lo ha mencionado, ¿por qué la facultad concitó, en un principio, tantos detractores?

R.- Ante todo, debo aclarar que también había mucha gente favorable al proyecto, y eso es importante hacerlo constar. Ahora bien, desde determinados grupos políticos se cuestionó la idoneidad de crear una Facultad de Medicina en Balears, si bien he de matizar que incluso dentro de estos mismos partidos la unanimidad no era absoluta. Fue una lucha complicada, pero, hoy en día, hay muy pocas personas que reconozcan que en su momento no apoyaron el proyecto. De hecho, de los que se opusieron, no conozco a nadie que, en la actualidad, admita que mantuvo una postura contraria a la facultad. Y lo digo con alegría, no con rencor. Me alegro mucho de que esto sea así.

P.- ¿Cuáles han sido las claves que han permitido consolidar este proceso que, como usted dice, nació con ciertas discrepancias?

R.- Pienso que la principal clave reside en que eran unos estudios que estaban muy pensados, es decir, perfectamente fundamentados. Y así ocurre con cualquier universidad que pretende ampliar su oferta educativa. Detrás de esta decisión, hay un trabajo muy pormenorizado y un plan de estudios serio, porque, de no ser así, resultaría imposible obtener el aval correspondiente por parte de las instituciones competentes. Ahora bien, hay que admitir que Medicina es una carrera compleja, entre otras razones porque no hay ningún otro Grado que abarque seis cursos de duración, una especificidad que dificulta la adaptación de estos estudios en concreto al sistema universitario.

P.- ¿Qué ha aportado la Facultad de Medicina al desarrollo social, cultural e incluso económico de Balears?

R.- A mi juicio, ha aportado mucho. Antes de que el Grado existiera, constatamos la existencia en las islas de un importante grupo de profesionales s a n i t a r i o s que, además de realizar labor asistencial e investigación, sentían la necesidad de impartir docencia. Y, sobre todo, percibían esa necesidad cuando salían de Mallorca y comprobaban cómo sus colegas de otros lugares tenían la posibilidad de comunicar y divulgar sus conocimientos y los resultados de proyectos científicos en los que pudieran estar involucrados, simplemente por el hecho de que tenían la opción de ejercer como docentes. Esto, aquí, no ocurría. Ahora, tras seis años de estudios de Grado de Medicina en Balears, los efectos de este cambio de dinámica se están notando en todas las especialidades. Los profesionales se sienten satisfechos de que, gracias a la docencia, la calidad del trabajo que se efectúa en otros ámbitos, como la ciencia o la práctica asistencial, ha mejorado notablemente. Otra consecuencia muy positiva es que, tras la puesta en marcha de la facultad, se realiza más investigación en salud en Balears. De hecho, se ha apreciado un relevante incremento de matriculaciones en los programas de doctorado, sobre todo por parte de los médicos. Son muchos los que han optado por realizar la tesis, y tanto es así que esta demanda ha originado la necesidad de crear un nuevo programa de doctorado en Medicina, ya que el anterior se halla ya desbordado.

P.- ¿Fue una buena elección ubicar la Facultad de Medicina en Son Espases, en vez de hacerlo en el Campus de la UIB?

R.- Cada opción tiene sus contrapartidas, pero es imposible estar en dos sitios a la vez y, si he de ser completamente sincera, creo que elegimos la alternativa más adecuada. De hecho, estoy convencida de que si organizáramos una encuesta entre los alumnos y les pidiéramos si preferirían realizar sus estudios de Medicina en el Campus o aquí, en Son Espases, la mayoría se decantarían por esta última opción. Es cierto que la convivencia en el Campus otorga un plus de mayor integración en la vida universitaria y en todas las actividades sociales y culturales que esto conlleva, pero hay que tener en cuenta que, debido a la pandemia, esta dinámica ha sido muy diferente en estos últimos tiempos y, de hecho, el Campus, por desgracia, ha estado prácticamente desierto.

P.- Hablando de la pandemia, ¿cuál ha sido la estrategia que ha aplicado la facultad a la hora de compaginar la actividad lectiva con la prevención de la Covid?

R.- Desde el primer momento en que surgió la crisis sanitaria tuvimos muy claro que debíamos optar por las clases presenciales. No ha sido así, en general, en la UIB, ya que, cuando se reanudaron las sesiones formativas, al inicio del anterior periodo lectivo, la mayoría de estudios adoptaron la modalidad adap- tada y online. Pero en Medicina no podíamos hacerlo, porque no es posible estudiar esta carrera a distancia. No ocurre en ninguna universidad del mundo. Por otra parte, sabíamos que, aún reanudando la presencialidad, no se produciría una situación de gran concentración del alumnado, ya que, normalmente, la asistencia a las clases en las facultades de Medicina es baja. Esto es así porque los estudiantes se organizan de una manera diferente a las de otros Grados y la presencia permanente en las aulas no es tan necesaria, circunstancia que ha permitido retomar las clases de manera ordenada y sin correr el riesgo de una afluencia excesiva.

P.- Tras seis años, ¿cuántos nuevos médicos obtendrán su título en Balears?

R.- Cada curso la matriculación se abre a 60 alumnos y, en este nuevo periodo, sumando los de los cursos anteriores, acogemos a 360 estudiantes, de los que, precisamente, 60, es decir, los de la primera promoción, obtendrán su título al final de este ciclo 2021-2022. Ciertamente, a lo largo de este tiempo, ha habido altas y bajas. No son exactamente los mismos alumnos que empezaron con nosotros en su momento, pero se ha mantenido siempre la ratio. Cuando alguien se ha marchado, otro candidato ha ocupado su lugar. Tenga en cuenta que una de las características más resaltables de los estudios de Medicina es el escaso porcentaje de abandono.

P.- La facultad ha acogido a un importante número de alumnos procedentes de fuera de las islas. ¿Predominan los estudiantes autóctonos o los foráneos?

R.- Es un dato que ha ido evolucionado. Los datos de que disponemos certifican que en el transcurso del primer curso solo el 35 por ciento del alumnado era balear. El año siguiente, el nivel se igualó al 50 por ciento, y así se mantuvo durante varios cursos. En cambio, este año, los estudiantes nacidos en Balears ya suponen el 75 por ciento de todo el colectivo. De ello hay que deducir que el proyecto ha ido generando de cada vez más confianza entre la sociedad balear, sobre todo a partir del momento en que se desvaneció la idea de que la facultad no cumpliría sus expectativas.

P.- ¿Ha existido, en algún momento, conflicto lingüístico, a raíz de la presencia de alumnos que, por su procedencia, no entienden el catalán?

R.- No, no ha habido conflicto, en absoluto. El criterio que aplicamos es que sea el profesor que imparte una asignatura determinada el que decida en qué lengua pretende ejercer su tarea docente. A partir de aquí, le diría que hemos sabido adaptarnos a las necesidades de los alumnos procedentes de otros lugares. Y, probablemente, nos hemos adaptado demasiado. Como es lógico, es una cuestión que ha de ser tratada de diferente manera en función del curso. Pongamos como ejemplo el de un estudiante que se ha matriculado en Primero de Medicina y que el día que se inician las clases lleva apenas unas horas en Mallorca. No es el mismo caso que el de un compañero suyo que lleva seis años con nosotros. Recuerdo que cuando, en mi calidad, entonces, de decana de la Facultad de Medicina, di la bienvenida a la primera promoción, les comenté que, cuando acabaran los estudios, debían marcharse con una carrera y con un idioma, en referencia al aprendizaje del catalán. De hecho, a los alumnos que este año terminarán la carrera les queremos dejar muy claro que no pueden exigirle a un paciente que les hable en castellano para que puedan entenderle. Y he de reconocer que han comprendido perfectamente este mensaje.

P.- ¿La Medicina es ya, bajo ningún asomo de duda, una profesión femenina?

R.- Estos años, en nuestra facultad, la proporción ha sido contante y apenas ha variado: un 70 por ciento de mujeres matriculadas frente a un 30 por ciento de hombres. Es un fenómeno, el de la feminización, muy ligado a las carreras asociadas al ámbito de la salud. Hay varios motivos para que ello sea así. Uno de ellos es que se trata de carreras que exigen obtener una media de Selectividad muy elevada, y, generalmente, las alumnas de los últimos cursos de Bachillerato logran mejores calificaciones que sus compañeros masculinos. Por otro lado, está la idea de la vocación que caracteriza a los trabajos ligados a la ayuda a los demás, a la solidaridad hacia quienes más lo necesitan, y ese es un estereotipo comúnmente más relacionado con la mujer que con el hombre.

P.- Dado que ha mencionado la palabra ‘vocación’, ¿qué motivos empujan a un joven a decantarse por la profesión médica?

R.- Existen diversos factores, pero cuando hablas con los alumnos, la mayoría contesta que siempre quiso ser médico, desde pequeño, por el anhelo de prestar un servicio a la gente. También los hay que se sienten especialmente atraídos por la posibilidad de compaginar la labor asistencial con la investigación en salud. En cambio, no es habitual que se aleguen razones como obtener prestigio social o hacer dinero. Además, este último objetivo resultaría inviable, porque los salarios de los profesionales de la medicina son muy bajos. Es un trabajo muy mal remunerado que exige nada menos que diez años de formación, en caso de optar por una especialidad. Mucho más tiempo que en cualquier otra carrera. La gran ventaja de ejercer la medicina es que no hay paro. Los estudiantes saben que cuando finalicen la residencia encontrarán acomodo laboral en un corto espacio de tiempo.

P.- Además de vicedecana de la Facultad de Medicina, es usted catedrática de Psicología Social en la UIB. El empeoramiento de la salud mental, ¿es uno d e los efectos más directos de la pandemia?

R.- Puede existir esa percepción, pero la ciencia no se basa en intuiciones, sino en evidencias, y aún no las tenemos. Necesitamos, al menos, que transcurra un año más para obtener datos objetivos al respecto, pero sí es verdad que existe la sensación de un cierto cansancio social ante una situación anómala. Ahora, además, estamos, o eso parece, recorriendo los últimos kilómetros de la crisis sanitaria, ya que, aun surgiendo nuevas olas pandémicas, probablemente sus consecuencias serán menos devastadoras. Y cuando se ha recorrido un tramo tan largo, y estamos cerca del final, es cuando surge, habitualmente, con toda su rotundidad, el malestar psicológico acumulado durante tanto tiempo. La realidad es que, en efecto, las consultas de salud mental se han disparado durante los meses más recientes, y no parece haber dudas de que esto tiene que ver con las exigencias de unas restricciones que han limitado enormemente las relaciones personales y sociales.

P.- La sociedad posterior a la pandemia, ¿será diferente a la que conocimos?

R.- Esto que estamos viviendo nos marcará, no cabe duda. Pero no es menos cierto que las personas olvidamos con mucha facilidad, y que así ocurre incluso en los acontecimientos más dramáticos. Pensemos en la crisis económica de unos años atrás. Pensábamos que arrastraríamos esa carga psicológica indefinidamente, y no ha sido así. ¡Quién sabe! Tal vez ahora suceda esto mismo y recuperemos la normalidad. Eso sí, nos costará lograrlo.

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