Día Mundial contra la #MutilaciónGenitalFemenina, atentado contra los Derechos Humanos y gravísimo riesgo para la salud

Juan Riera Roca
Hoy 6 febrero se celebra el Día Mundial contra la mutilación genital femenina, una práctica que no solo atenta contra los principios más básicos de identidad e integridad de la mujer sino que genera un alto riesgo para la salud.

Con las etiquetas o ‘hashtags’ #STOPMutilación y #Mutilacióngenitalfemenina las redes se vuelcan desde primeras horas de la mañana en la condena de esta práctica aberrante y aún así aún frecuentes en países musulmanes.

El Govern balear y el Servicio Balear de Salud (IbSalut) han sido algunas de las instituciones públicas que más se han apresurado para condenar esta práctica y garantizar su control y evitación por todos los medios legales en las Islas Baleares.

Según recuerda la Organización Mundial de la Salud (OMS) la mutilación genital femenina (MGF) comprende todos los procedimientos que, de forma intencional y por motivos no médicos, alteran o lesionan los órganos genitales femeninos.

Estos procedimientos no aportan ningún beneficio a la salud de las mujeres y niñas y no solo menoscaban su identidad y derechos de género sino que pueden producir hemorragias graves y problemas urinarios a corto plazo.

A largo plazo, señalan los expertos de la OMS, la MGF puede causar quistes, infecciones, complicaciones en el parto y aumento del riesgo de muerte del recién nacido, eso, además de la destrucción de la identidad sexual y de género.

Recuerda la OMS que más de 200 millones de mujeres y niñas vivas actualmente han sido objeto de la MGF en los 30 países de África, Oriente Medio y Asia. En la mayoría de los casos se realiza en algún momento entre la lactancia y los 15 años.

La OMS recuerda sin ambages que la MGF es una violación de los derechos humanos de las mujeres y niñas. Esta práctica comprende todos los procedimientos consistentes en la resección parcial o total de los genitales externos femeninos.

También se considera mutilación genital femenina otras lesiones de los órganos genitales femeninos por motivos no médicos. La MGF se practica por motivos religiosos en una muy extendida interpretación extrema de la ley islámica.

En la mayor parte de los casos, la MGF es realizada por circuncisores tradicionales que suelen tener otras funciones importantes en sus comunidades, tales como la asistencia al parto, es decir, por personal sin garantía profesional.

Sin embargo, también se dan casos donde los proveedores de asistencia sanitaria practican la mutilación genital femenina movidos por la errónea creencia de que el procedimiento es más seguro si se realiza en condiciones medicalizadas

La OMS exhorta vivamente a los profesionales de la salud a abstenerse de efectuar tales intervenciones. La MGF es reconocida internacionalmente como una violación de los derechos humanos de las mujeres y niñas.

Refleja una desigualdad entre los sexos muy arraigada, y constituye una forma extrema de discriminación de la mujer. Es practicada casi siempre en menores y constituye una violación de los derechos del niño.

Viola los derechos a la salud, la seguridad y la integridad física, el derecho a no ser sometido a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes, y el derecho a la vida en los casos en que el procedimiento acaba produciendo la muerte.

La mutilación genital femenina se clasifica en cuatro tipos principales, la clitoridectomía, la excisión, la infibulación y todas aquellas prácticas quirúrgicas mutilantes en el aparato genital femenino sin criterios médicos.

La clitoridectomía es la resección parcial o total del clítoris (órgano pequeño, sensible y eréctil de los genitales femeninos) y, en casos muy infrecuentes, solo del prepucio (pliegue de piel que rodea el clítoris).

La excisión consiste en la resección parcial o total del clítoris y los labios menores (pliegues internos de la vulva), con o sin excisión de los labios mayores (pliegues cutáneos externos de la vulva), según explican los expertos de la OMS.

La infibulación, consiste en el estrechamiento de la abertura vaginal, que se sella procediendo a cortar y recolocar los labios menores o mayores, a veces cosiéndolos, con o sin resección del clítoris (clitoridectomía).

También representan mutilación genital femenina todos los demás procedimientos lesivos de los genitales externos con fines no médicos, tales como la perforación, incisión, raspado o cauterización de la zona genital.

Por desinfibulación se designa la técnica consistente en practicar un corte para abrir la abertura vaginal sellada de una mujer previamente sometida a infibulación, para mejorar su estado y para hacer posible el coito o facilitar el parto.

La mutilación genital femenina no supone en absoluto beneficios para la salud. Solo daños, En términos generales, los riesgos aumentan a medida que lo hace la gravedad del procedimiento. Las complicaciones inmediatas pueden incluir:

Dolor intenso; hemorragia; inflamación de los tejidos genitales; fiebre; infecciones como el tétanos; problemas urinarios; lesiones de los tejidos genitales vecinos; estado de shock y muerte. Y máxime sin condiciones sanitarias.

A largo plazo: infecciones urinarias (micción dolorosa, infecciones del tracto urinario); problemas vaginales (leucorrea, prurito, vaginosis bacteriana y otras infecciones); menstruación dolorosa, tránsito difícil de la sangre menstrual.

También, tejido y queloide cicatriciales; problemas sexuales (coito doloroso, menor satisfacción, etc.); mayor riesgo de complicaciones en el parto (parto difícil, hemorragia, cesárea, reanimación del bebé, etc.) y de mortalidad neonatal

Pueda darse la necesidad de nuevas intervenciones quirúrgicas, por ejemplo cuando después de haber sellado o estrechado la abertura vaginal hay que practicar un corte para ensanchar la abertura y hacer posible el coito y el parto (desinfibulación).

En ocasiones la zona genital es cosida repetidas veces, incluso después de que la mujer dé a luz, con lo que esta se ve sometida a aperturas y cierres sucesivos, cosa que acrecienta los riesgos tanto inmediatos como a largo plazo.

Todas estas enfermedades y sufrimientos inenarrables pueden hacer además que la mujer sufra como consecuencia trastornos psicológicos (depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, escasa autoestima, etc.).

La MGF se practica en la mayoría de los casos en la infancia, en algún momento entre la lactancia y la adolescencia, y ocasionalmente en la edad adulta. Se calcula que cada año más de tres millones de niñas corren el riesgo de sufrir MGF.

Más de 200 millones de mujeres y niñas vivas actualmente han sido objeto de la MGF en los 30 países de África, Oriente Medio y Asia donde se concentra esta práctica.

Estas prácticas son más frecuentes en las regiones occidental, oriental y nororiental de África, en algunos países de Oriente Medio y Asia y entre migrantes de esas áreas. Por lo tanto, la MGF es un problema mundial, siempre según datos de la OMS.

Los motivos por los que se practica la mutilación genital femenina difieren de una región a otra y de una época a otra, aunque siempre responden a una mezcla de factores socioculturales vehiculados por las familias o comunidades.

Allí donde esta práctica es una convención (norma) social, la presión de la sociedad para que el individuo obre como lo hacen y lo han venido haciendo los demás, así como la necesidad de aceptación social y el temor al rechazo de la comunidad, constituyen poderosas motivaciones.

En ciertas comunidades la mutilación genital femenina es una práctica casi universal y muy rara vez cuestionada. La MGF se considera a menudo parte necesaria de la crianza de la niña y una forma de prepararla para la vida adulta y el matrimonio.

A menudo la mutilación genital femenina responde a la concepción de lo que se considera una conducta sexual aceptable y tiene por objetivo asegurar la virginidad antes del matrimonio y la fidelidad después de él.

Se cree que reduce la libido de la mujer y la ayuda así a resistirse al adulterio. En mujeres cuya vagina ha sido sellada o estrechada, se cree que el miedo al dolor que causaría su apertura y a que sea descubierto disuaden más a la mujer.

Es más probable que se lleve a cabo esta práctica en los contextos en los que se considera que la MGF aumenta las posibilidades de encontrar marido. La mutilación genital femenina viene asociada a modelos culturales.

Estos modelos anómalos valoran un tipo de feminidad y recato, portadores de la idea de que las niñas son puras y hermosas una vez que se eliminan de su cuerpo aquellas partes que se consideran impuras o no femeninas, esto es, masculinas.

Aunque no hay escritos religiosos que prescriban la práctica, quienes la llevan a cabo suelen creer que tiene un respaldo religioso. Los líderes religiosos adoptan diferentes posiciones con respecto a la MGF: fomento, irrelevancia, condena.

Las estructuras locales de poder y autoridad, como los líderes comunitarios y religiosos, los circuncidadores e incluso parte del personal médico, pueden contribuir en algunos casos al mantenimiento de la práctica.

En la mayoría de las sociedades la MGF se considera una tradición cultural, argumento que se utiliza a menudo para mantener su práctica, hasta el punto que muchas familias la practican en casa y en secreto cuando están en otra sociedad.

En algunas sociedades, la adopción reciente de esta práctica está relacionada con la imitación de las tradiciones de grupos vecinos. A veces ha comenzado como parte de un movimiento más amplio de resurgimiento religioso o tradicional.

En 1997, prosiguiendo la labor realizada en los decenios anteriores, la OMS, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) hicieron pública una declaración conjunta contra la práctica de la mutilación genital femenina.

Desde 1997 se han hecho grandes esfuerzos para luchar contra la MGF a través de la investigación, del trabajo con las comunidades y del cambio de las políticas públicas, con progresos a nivel internacional, nacional y subnacional.

Desde la OMS se ha promovido una participación internacional más amplia en la eliminación de la MGF; la creación de organismos internacionales de seguimiento y la adopción de resoluciones que condenan la práctica.

También, la revisión de los ordenamientos legislativos y creciente apoyo político a su eliminación en 26 países de África y el Oriente Medio, así como en 33 países industrializados con una población inmigrante procedente de países de riesgo.

En la mayoría de los países, se registra la disminución de la práctica de la MGF y el aumento del número de mujeres y hombres de las comunidades afectadas que se declaran a favor de su eliminación, en algunos casos, con riesgo personal.

Las investigaciones revelan que si las comunidades afectadas decidieran abandonarla, la MGF podría eliminarse muy rápidamente. Tristemente, el fanatismo –en ocasiones de la propia mujer –ralentizan estos procesos.

En 2007, el UNFPA y el UNICEF pusieron en marcha el “Programa conjunto sobre la mutilación/ablación genital femenina” con el objetivo de lograr que esta práctica sea abandonada cuanto antes.

En 2008 la OMS, junto con otros nueve organismos de la ONU hizo una declaración que abogaba por intensificar las labores de sensibilización para lograr que la mutilación genital femenina fuera abandonada.

En esa declaración, titulada: “La eliminación de la mutilación genital femenina: declaración interinstitucional”, se presentaban datos científicos, reunidos en los diez años anteriores, sobre la práctica de la mutilación genital femenina.

En 2010 la OMS, en colaboración con una serie de grandes organismos de las Naciones Unidas y organizaciones internacionales, hizo pública una estrategia mundial destinada a impedir que el personal de salud practicase la MGF.

En diciembre de 2012 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución relativa a la eliminación de la mutilación genital femenina, hecho que debería impulsar a toda la comunidad de las naciones a tomar medidas.

En 2013 el UNICEF presentó datos científicos sobre la prevalencia de la mutilación genital femenina en 29 países, sobre las convicciones, actitudes y tendencias que la acompañan y sobre las respuestas programáticas y políticas.

En 2016 la OMS publicó directrices sobre cómo proceder ante las complicaciones sanitarias resultantes, con la voluntad de ayudar a los profesionales de la salud a atender a niñas y mujeres que hayan sido sometidas a esta práctica.

En 2008, la Asamblea Mundial de la Salud adoptó una resolución (WHA61.16) sobre la eliminación de la MGF, en la que se subrayaba la necesidad de una acción concertada entre todos los sectores: salud, educación, finanzas, justicia y asuntos de la mujer.

Las actividades de la OMS se centran en fortalecer la respuesta del sector de la salud con materiales formativos, políticas y directrices para que los profesionales sanitarios puedan tratar y aconsejar las mujeres y niñas que han sufrido la MGF.

La OMS investiga sus causas y consecuencias, la forma de eliminarla y la atención a quienes la han sufrido; publicaciones e instrumentos que fomenten las actividades internacionales, regionales y locales contra la MGF en una generación.

La OMS está especialmente preocupada por la tendencia creciente a la participación de personal con formación médica en las prácticas de MGF. La OMS insta encarecidamente a los profesionales sanitarios a que no realicen esos procedimientos.

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