El veto o el voto

Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz Médico- Forense Especialista en Medicina Legal. @Alarconforense

Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz
Médico-
Forense
Especialista en Medicina Legal.
@Alarconforense

Leo con precisión meridiana que el Parlamento de las islas Baleares ha aprobado (con la sorprendente abstención del Partido Popular) la LGTBI, algo así como una ley en pro de los derechos –por orden de aparición- de gays, lesbianas, transexuales, bisexuales e intersexuales, espero no dejarme a ninguno- norma entre la que se incluye un batiburrillo de medidas, entre ellas un paquete de índole sanitario que merece algún que otro comentario.

No voy a empezar disculpándome porque me parezca una norma gratuita y sin sentido en una sociedad avanzada como la nuestra. Hacerlo sería reconocer implícitamente que tengo algún problema con cualesquiera de las personas que tengan esa orientación sexual, cosa que dejo para los que habitualmente me insultan sin motivo y buscan la tergiversación y la manipulación para hacerlo.

En principio, o mejor -por principio y en contra de lo que puedan pensar sus señorías (que de eso comen con nuestra pasta)- siempre es mejor que una ley no exista a que exista. El mundo ideal debiera ser ese en el que no hay leyes que cumplir porque no ha sido necesario crearlas para regular comportamientos, tendencias o situaciones.

Un mundo donde todos entendiéramos tanto y tan bien a nuestro congénere que no necesitáramos regular nuestra convivencia.

La historia del hombre demuestra que el derecho positivo -el derecho creado y ejercido por los hombres- va siempre por detrás de la necesidad de tener que regular conductas, que cuando éste llega es a través del fracaso de la relacion espontánea entre las personas. Eso se debe, entre algunas cosas, a que las leyes, desde Kelsen, se fundamentan en la coactividad de los sujetos a la norma (principio de coactividad de las normas), situación que va en siempre en perjuicio de la libertad del Hombre.

Pero he aquí que empieza el baile normativo de estos señoritos, con todas estas orientaciones sexuales, olvidándose en primer lugar de los heterosexuales, como si los heterosexuales no tuviéramos la posibilidad de ser discriminados igualmente por razón de sexo, que es precisamente el bien jurídico que supongo quiere proteger esa ley.

Pasaremos por alto el hecho de que se haya intentado jalear esa ley haciéndonos ver a todos (en el reflejo Kelseniano) lo muy mucho que nos pueden multar si no atendemos a los requerimientos de atención, disposición, comprensión, buen rollito y coleguismo de esos políticos.

Pasaremos por alto que la normalidad de trato, de consideración y de atención a cualquier persona nos impide reparar en su orientación sexual, como nos impide igualmente hacerlo por su género, por su confesión o por su edad. Pasaremos por alto el hecho de que a algún idiota de cualquiera de las orientaciones sexuales mencionadas –sobre todo de los heterosexuales- se le ocurriera demandar este artículo a la sazón de noventa mil euros por decir simplemente lo que se piensa sin miedo alguno a mezclar una opinión como una desconsideración sexual hacia nadie. Pasaremos por alto -y no nos preguntaremos por qué- se contempla en una ley española y balear el anglicismo gay, pudiendo utilizar el de homosexual, més nostro. Debe ser que en la respuesta de oportunidad está la pregunta de la inidoneidad.

Esta ley es discriminatoria con los que no tenemos perjucios contra nadie porque regula derechos en negativo, convirtiéndonos a todos hasta su promulgación en una suerte de individuos desalmados ante cualquiera de esas orientaciones sexuales. Estos señores no sólo se dedican a legislar, se dedican a decirnos a todos lo que nunca hemos sido para a continuación inventarse una norma que evite que seamos lo que no somos para salvar a los que no necesitan ser salvados. Nunca fuimos pro taurinos aunque amáramos los toros. Ahora somos todos ya antitaurinos.

Esta ley es ridícula y oportunista desde el punto de vista político, porque quiere regular situaciones ya reguladas en la normativa general y tipificadas –su incumplimiento- en el Código Penal. La misma ley remite a su falta de apliación “administrativa” cuando exista una vía judicial en la que se haya denunciado la conculcación de alguno de esos derechos, o sea, que la conculcación de esos derechos son perseguibles por una norma que ya existe. La abstención del PP demuestra que el miedo al efecto es superior a la sensatez de la causa.

La ley está redactada con el culo, sin memoria económica, y utilizando los medios con los que ya contamos (y a los que ya aplicamos los principios que aquí pretenden protegerse) a través del recorrido de aplicación por las distintas Consellerías. Por ejemplo, Salut: “reconocer el derecho de prevención, detección eficaz y tratamiento integral de las infecciones de transmisión sexual”.

¿Cómo dice usted? ¿está intentando relacionar esta salvadora ley esas orientaciones sexuales con una aparición de infecciones de transmisión sexual? ¿no es eso discriminatorio?.

Otro: “Incorporar al sistema sanitario la atención integral de personas transexuales e intersexuales”. ¿Cómo? ¿no estaban ya incluídos estos pacientes en la cartera de servicios del Ib-Salut?. Y así, sucesivamente.

Sólo hay algo peor a que alguien sea algo, y es que alguien se invente que alguien es algo para a continuación hacer que se trabaja para solucionar el problema que nadie tiene.

Confundir el veto con el voto tiene esas cosas.

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