La Facultad de Medicina, un ejemplo de consenso

salud-ediciones-squareEl proyecto de la facultad de medicina de Baleares es, a todas luces, y sin ninguna posibilidad de discusión, una de las iniciativas más importantes, cruciales y significativas de todas las que se han puesto sobre el tablero de esta Comunidad Autónoma desde hace, posiblemente, varias décadas. Y no solo por su relevancia educativa, formativa, asistencial, científica y económica, sino también por su efecto de cohesión y de elemento vertebrador en unas islas en las que la palabra consenso y union no siempre encuentran el acomodo necesario y esperable.

En cambio, la facultad de medicina ha concitado un abanico amplio y diverso de voluntades. La votación en el Consell de Govern de la UIB, con un único escrutino contrario a la propuesta, constituye una vehemente prueba de un consenso al que tampoco es ajeno, ni mucho menos, el ámbito político.

Cierto es que una de las fuerzas con representación en el Parlament ha mostrado sus dudas y resquemores hacia la introducción de los estudios de medicina, esgrimiendo argumento cuando menos discutibles. Pero, y ahí radica precisamente la notoriedad de la actual coyuntura, el resto de partidos, incluso los que más encarnecidamente enfrentados se hallan en otras cuestiones, han coincidido en rechazar la actitud de este grupo político en concreto, y no solo eso, sino que, además, han demostrado compartir la práctica totalidad de argumentos favorables a la creación de la facultad de medicina.

Desde este punto de vista, el espíritu de unión y consenso que parece animar este proceso ofrece motivos más que razonables para sentirnos optimistas ante la perspectiva de que, a partir del próximo mes de septiembre, justo cuando se inicie el nuevo curso lectivo, Baleares pueda acoger los primeros estudios de medicina, poniendo punto y final a una discriminación histórica que, durante décadas, ha obligado a miles de familias de las islas a realizar un sobreesfuerzo económico para enviar a sus hijos e hijos a otras universidades de la península para que un buen día pudieran convertirse en médicos.

No olvidemos, además, que ahora mismo Baleares es la única Comunidad Autónoma sin facultad de medicina propia, y no es este un asunto baladí en un territorio que supera ya el millón de habitantes, que cuenta con una proyección internacional indiscutible, una renta per cápita y un nivel de calidad de vida absolutamente asimilables a los estandares europeos, y una población con expectativas de mejorar y de adquirir una formación que les abra las puertas del futuro.

Por supuesto, estos son únicamente algunos de los múltiples argumentos con que se puede defender la creación de la facultad de medicina. Hay muchos otros, desde luego. Uno de ellos tiene que ver con las aspiraciones legítimas y plausibles de Baleares de convertirse, en un plazo de diez a quince años, en uno de los grandes motores europeos de la denominada ‘economía del conocimiento’. Porque, en efecto, el archipiélago presenta las condiciones adecuadas para hacer realidad este sueño compartido, pero, sin duda alguna, ha de compensar su déficit de instalaciones y equipamientos dedicados a la ciencia y a la investigación, y la escasez de proyectos enfoncados en este sentido.

Esta debe ser, de hecho, una de las grandes contribuciones de la nueva facultad de medicina: ubicar en el Hospital Universitario Son Espases un gran centro docente y de investigación que actúe como dinamizador del desarrollo de la economía del conocimiento en Baleares.

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