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Carlos Cordón: “El ochenta por ciento de los cánceres podrían evitarse practicando una vida sana que excluya el tabaco”

Después de trabajar
durante 24 años en
uno de los centros más
prestigiosos del mundo
en el ámbito de la
investigación del
cáncer, el Memorial
Sloan-Kettering de
Nueva York, el profesor
Carlos Cordón-Cardó
(Calella, 1957) es uno
de los más prestigiosos
expertos del mundo en
este campo.
Actualmente, desarrolla
su labor docente e
investigadora en el
Centro de Cáncer
Herbert Irving de la
Universidad de
Columbia, en Estados
Unidos, desde donde
intensifica sus
esfuerzos para que la
medicina continúe
evolucionando en su
encarnizada batalla
terapéutica contra las
enfermedades
cancerosas. Hace
algunas fechas, tal
como se da a conocer
en otro artículo del
presente número de
Salut i Força, el
profesor Cordón-Cardó
estuvo en Mallorca,
por invitación de la
empresa editora Grupo
Serra, para pronunciar
una serie de
conferencias centradas,
básicamente, en los
últimos avances de la
investigación
oncológica

P.- Profesor, ¿qué es el cáncer?

R.- Un cáncer se origina cuando
el ciclo celular se descontrola. En
otras palabras, lo que sucede realmente
es que las células dejan de
estar diferenciadas y empiezan a
multiplicarse sin control. ¿Por qué
ocurre este proceso? Básicamente,
porque se ha roto el equilibrio
que existe entre los oncogenes,
que estimulan la proliferación celular,
y los genes supresores, que
al ser capaces de detectar mutaciones
peligrosas en los genes,
pueden corregirlas. Cuando dejan
de hacerlo, el cáncer avanza.

P.- ¿Así de fácil?

R.- Bueno, tampoco es un proceso
tan sencillo, aunque explicado
de esta manera, tan simple y
concisa, pueda parecerlo. Como
hemos comentado, han de producirse
al menos dos circunstancias
para que el cáncer se desarrolle:
tiene que equivocarse la célula
que acelera la mutación maligna,
es decir, el oncogén, y deben
fallar los genes encargados
de acabar
con los oncogenes.
Ahora bien, todavía
es necesario un
último requisito:
que la célula cancerosa
invada a otros
órganos y genere metástasis, y
para conseguirlo ha de aprender
a circular por el cuerpo sin que
el sistema inmunológico se aperciba
de su presencia. Para que
todo este proceso se desencadene,
y podamos hablar, por tanto, de
un cáncer de complicado pronóstico
y malas expectativas de curación
para el paciente, son precisas
entre ocho y diez mutaciones simultáneas

P.- A tenor de su experiencia,
¿cree que algún día podrá curarse
el cáncer?

R.- Antes de responderle, déjeme
decirle que la investigación
oncológica, es decir, aquella que
dedica sus esfuerzos a hallar un
remedio plausible y eficaz frente
al cáncer, se halla inmersa en una
etapa completamente diferente a
las precedentes. El acontecimiento
que ha hecho posible este cambio
ha sido la descripción del
mapa del genoma humano. Nada
ha sido igual desde entonces, ni
en el terreno de la oncología, ni
tampoco, me atrevería a decir, en
ninguna otra vertiente de la ciencia.
Hasta ahora, nos habíamos
enfrentado al cáncer a partir de
sus síntomas. Sin embargo, en estos
momentos esto ya no es así, ya
que el conocimiento que hemos
adquirido en torno al genoma incluye
el conocimiento de las bases
genéticas del cáncer.

P.- Esto lo cambia todo…

R.- Por supuesto, y permite vaticinar
que en un futuro no demasiado
lejano la terapia que apliquemos
a la hora de luchar contra
una patología oncológica no tendrá
nada que ver con la actual o
con la que se ha administrado en
épocas precedentes. El conocimiento,
que por otra parte está
destinado a ser de cada vez más
profundo, del papel de los genes
en la aparición del cáncer asegura
un enfoque completamente
nuevo de la oncología.

P.- ¿Puede precisar un poco
más su planteamiento?

R.- Vera, lo que estoy intentando
transmitir es la idea de que si
disponemos de información fehaciente
acerca de la composición
genética de un cáncer, las estrategias
terapéuticas podrán revestir
un grado de exactitud y rigurosidad
de la que, por desgracia,
ahora adolecen. Pongamos el
ejemplo de un enfermo con cáncer
vejiga. ¿Qué haría la medicina
actual en un caso como este? Extirpar
la vejiga, claro. Pero en el
futuro esta actuación tan drástica
dependerá de que en el tumor
exista o no un oncogén determinado.
Yese dato vendrá perfectamente
especificado
en los marcadores.
Precisamente,
en Estados
Unidos, me ocupo
de coordinar la
elaboración de un
protocolo multicéntrico destinado
a averiguar el valor de los marcadores
del cáncer de vejiga. Si
la información a la que tenemos
alcance confirma que los marcadores
indican un buen pronóstico,
el cirujano no tendrá necesidad
de extirpar la totalidad del órgano.
Estas nuevas estrategias de
las que le hablaba no solo permitirán
a la medicina batallar más
eficazmente contra el cáncer, sino
que además evitarán mutilaciones
innecesarias y mejorarán ostensiblemente
la calidad de vida
de los pacientes oncológicos.

P.- Así pues, retomando la pregunta
que le formulaba anteriormente,
¿puede afirmarse
que el profesor Cordón-Cardó,
una de las máximas eminencias
en el mundo de la investigación
contra el cáncer, es optimista
respecto a las expectativas
de curación?

R.- Eso me había preguntado usted,
en efecto, y la respuesta es que
sí, que soy optimista. Al menos, en
un plazo de quince o veinte años
vista. Creo que sería contraproducente
no ser optimista dedicándome
a un trabajo como el mío. Sin
embargo, en vez de contestar a la
cuestión que usted me planteaba
con un lacónico sí o no, prefería antes
ponerle en antecedentes sobre
los progresos que ha realizado la
ciencia en los últimos años y que,
en efecto, invitan claramente al optimismo.
De hecho, no hablamos
en hipótesis cuando realizamos
una lectura positiva del futuro,
porque ya en los años precedentes
se han obtenido avances significativos
que están permitiendo curar
muchos casos de cáncer. Sin ir
más lejos, hace dos o tres décadas,
el ochenta por ciento de diagnósticos
de cáncer testicular acababan
en óbito. Actualmente, en cambio,
es uno de los de mejor pronóstico
si el diagnóstico se realiza a
tiempo. Y lo mismo puede decirse
del cáncer de mama y de buena
parte de las diversas tipologías
de leucemia.

P.- No obstante, en las sociedades
modernas el cáncer está
mucho más presente que antes…

R.- Claro, porque la gente vive
muchos años más. Tenga en cuenta
que, por el número de personas
a las que afecta, el cáncer es una
epidemia, ya que uno de cada dos
hombres y una de cada tres mujeres
desarrollan una enfermedad
oncológica a lo largo de su vida.
Eso sí, para que esta media se
cumpla existe un requisito indispensable,
y es que la esperanza de
vida general se sitúe, como ocurre
ahora, en torno a los ochenta años.

P.- El cáncer más temido por
la población
masculina
es, probablemente,
el de
pulmón, y el
de la femenina,
el de
mama…

R.- Sí, aunque
por razones
diversas.
El temor que
despierta el
cáncer de pulmón se debe, básicamente,
a su agresividad. Es un
cáncer de pronóstico complicado
y todavía en la actualidad con
escasas perspectivas de curación,
salvo que el diagnóstico sea tan
precoz que el cirujano pueda actuar
antes de que se produzca la
expansión. En el caso de las mujeres,
la inquietud por padecer un
cáncer de mama obedece a su alta
prevalencia. En cambio, es una
enfermedad que, como decíamos
antes, con unas buenas estrategias
preventivas que aseguren un
diagnóstico temprano, ofrece esperanzadoras
tasas de supervivencia.

P.- ¿Estamos condenados a
padecer cáncer? ¿O es una patología
que puede prevenirse?

R.- Quizás
esto que voy a
decir sorprenda
a mucha gente,
pero el ochenta
por ciento de los
cánceres son
prevenibles. Y, a
mi entender, es
un dato significativo
a la par
que paradójico,
porque resulta
que las personas seguimos poniendo
en peligro nuestra salud
con hábitos de los que podríamos
prescindir si pusiéramos empeño
en ello. Por ejemplo, superando la
adicción al tabaco, que es directamente
responsable de alrededor
del noventa por ciento de los casos
de cáncer de pulmón, y un
treinta por ciento del cáncer en general.
Otras costumbres peligrosas
son la exposición solar sin protección,
o las dietas que contienen
cantidades excesivas de grasas
animales.

P.- Entonces, ¿qué papel tiene
el factor hereditario en la aparición
de un cáncer?

R.- Lo tiene, sin duda, porque
sabemos que algunos de los cánceres
se originan en mutaciones
heredadas de ciertos genes. Alrededor
de un diez por ciento de
todos los cánceres presenta esta
base hereditaria familiar. Casos
específicos incluyen mutaciones
del gen
BRCA1 en
cáncer de
mama, mutaciones
del gen
APC en cáncer
de colon,
y mutaciones
del gen RET
en carcinoma
medular de
tiroides. Por
último, una
tercera vía que hay que tener presente
son las infecciones. El cáncer
de cérvix, por ejemplo, surge
de una infección vírica previa, y
eso mismo ocurre en el caso del
cáncer de hígado. Por su parte, las
gastritis crónicas causadas por la
bacteria hellicobacter pillory, así
como las colitis ulcerosas, representan
factores de riesgo frente
al cáncer de estómago.

P.- Su especialidad es la anatomopatología.
¿En qué consiste
exactamente su trabajo?

R.- El anatomopatólogo se ocupa
de diseccionar los tumores en
minúsculas moléculas con el objetivo
de descifrar el origen, la
edad y las intenciones de las células
cancerosas. Actualmente, estoy
realizando
esta tarea en el
Hospital Herbert
Irving, del
que soy vicedirector
y que se
halla adscrito a
la Universidad
de Columbia, de
Nueva York.
Concretamente,
la labor que tengo
asignada
comprende la realización de investigaciones
traslacionales, es
decir, estudios cuyos resultados
pueden ser aplicados de inmediato
en los enfermos

P.- ¿Por qué desarrolla su actividad
en Estados Unidos y
no en España?

R.- Me marché a Nueva York
hace casi treinta años con una
beca, y ha sido allí donde he forjado
mi trayectoria formativa y profesional.
Lógicamente, eran otros
tiempos. Los científicos, o quienes
aspirábamos a serlo, nos veíamos
obligados a buscar cobijo en países
como Estados Unidos que disponían
de los recursos técnicos
que en España escaseaban por
completo. Ahora ya no es así, por
supuesto, y de hecho, aunque siguen
llegando muchos estudiantes
e investigadores españoles a
Estados Unidos, la mayoría regresa
en cuanto transcurren unos
años y han adquirido la formación
y la experiencia que venían
buscando. Los precursores, como
yo mismo, nos hemos quedado
allí, porque, como aquel que dice,
aunque el nivel de la investigación
en España se haya actualizado,
nosotros ya habíamos echado
raíces en el país de acogida.

P.- ¿Tiene sentido que un paciente
oncológico español se
traslade a Houston para curarse?

R.- Cada persona ha de tomar
sus propias decisiones y nadie tiene
el derecho de cuestionarlas, sobre
todo en un aspecto tan trascendental
y a la vez íntimo como
es la salud. No obstante, le diré
que el sistema de salud pública
español es extraordinario, tanto a
nivel de tratamiento oncológico
como de cualquier otro tipo de
patología. Recientemente se ha divulgado
la relación de los países
con mejor asistencia sanitaria a nivel
mundial, y España se halla en
un lugar de privilegio, muy por
encima de Estados Unidos

P.- ¿Y Baleares? ¿Qué información
tiene acerca del funcionamiento
de la sanidad en
las islas?

R.- Dispongo de referencias de
primera mano sobre la sanidad balear,
ya que mantengo amistad y
contactos con muchos de sus profesionales.
Y esas referencias son
buenas, sin duda, tanto a nivel de
medicina pública como privada.

P.- El archipiélago encabeza el
ranking estatal en materia de
cobertura sanitaria privada…
¿Es eso positivo o negativo?

R.- ¿Por qué tendría que ser negativo?
La finalidad intrínseca de
la práctica médica es curar a los
enfermos, ni más ni menos. Yeste
objetivo puede materializarse
desde la sanidad pública y desde
la privada siempre que la asistencia
presente unos óptimos niveles
de calidad. Por otro lado,
si nadie cuestiona que un taller
mecánico, una carpintería o un
hotel puedan ser de titularidad
privada, ¿por qué debería ser diferente
en el caso de la sanidad?
Al mecánico le pedimos que arregle
nuestro coche, y al médico que
nos cure. Así de simple.

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