“La medicina privada está empezando a perder la libertad de elección de facultativo y de centro”

mateo-sanguinoEl doctor Mateo Sanguino ha sido durante décadas un eminente médico cirujano especializado en Traumatología y Ortopedia, gestor de los albores de la política sanitaria autonómica y uno de los fundadores de la Policlínica Miramar de Palma. Ahora, en el momento de su jubilación, repasa ante los micrófonos de Ib3 Radio, en el programa Salut i Força, estos años de trabajo y vida, plenos y satisfactorios que han marcado la transformación de la medicina y de la sociedad. Ésta es la versión ‘en papel’ de aquella entrevista radiofónica.

P.- ¿Qué siente un médico como usted tras una carrera tan importante en el momento de la jubilación?

R.- Esta pregunta es mucho más difícil de contestar de lo que en principio parece. Hay sentimientos encontrados, aunque tal vez el más importante sería no poder volver 30 o 40 años atrás para poder volver a recorrer el camino recorrido que ha sido siempre el motivo de nuestra vida y de una satisfacción absoluta.

P.- ¿Cree usted que los médicos no tendrían que jubilarse obligatoriamente a determinada edad siempre que sus facultades les permitieran desarrollar su especialidad de forma adecuada?

R.- Sí, estoy plenamente convencido, y mucho más en un médico cirujano que cuando es menor tiene un sentido común y una pérdida de esa agresividad quirúrgica que en ocasiones hace que la práctica de la cirugía no sea correcta. La sanidad pública se ahorraría muchísimo dinero y ganaría eficacia manteniendo médicos cirujanos mayores como consultores en cada una de las especialidades quirúrgicas.

P.- El eminente médico mallorquín don Ramón Rotger Moné dijo a este respecto que el médico mayor tiene algo muy importante: el ojo clínico…

R.- Evidentemente con el paso del tiempo se desarrolla muchísimo el ojo clínico, pero no hay que fiarse solo de él, porque si no nos equivocaríamos alguna vez. Pero es indiscutible que la experiencia sumada al conocimiento es una ecuación magnífica.

P.- ¿Cree que los médicos jubilados –que cuentan con su propia sección en el Colegio Oficial –tendrían que tener más peso, y que tal vez no se utiliza suficientemente ese legado?

R.- Sin lugar a dudas. En un ámbito como el Colegio de Médicos, por ejemplo, el médico jubilado carece de prerrogativas como la de poder votar en la toma de decisiones colegiales. Creo que el médico jubilado es el gran olvidado, y ese olvido es un lujo que no nos podemos permitir.

P.- Cuando mira hacia atrás, ¿qué acontecimientos le han marcado más?

R.- Es difícil concretar. Es indudable que mi paso por la sanidad pública, por el Hospital Universitario de Son Dureta, me dejó una impronta imborrable, como lo dejó mi paso por la política [como primer director general de Sanidad de la CAIB] que fue un paréntesis en mi actividad profesional. Y también fue muy importante para mí el nacer de la Policlínica Miramar, que fue un gran esfuerzo de todos los que participaron y que creo que no se ha ponderado lo suficiente.

P.- ¿Hay alguna anécdota o vivencia emotiva que recuerde especialmente de estos años?

R.- Es difícil abstraer alguna de ellas. Ha habido momentos muy importantes en el desarrollo de la profesión. Sobre todo, tal vez, en el momento de la aparición de nuevas tecnologías que era lo que más nos ilusionaba en aquellos momentos. He vivido una época en la que nuestra especialidad experimentó una evolución médica y quirúrgica rapidísima y muy amplia, que a lo mejor en algún momento necesitó ponderarse y no se ponderó en su momento, pero sí que todo aquello proporcionaba una satisfacción y una ilusión enormes.

P.- ¿Cómo valora el modo en el que ha cambiado la medicina en estos años?

R.- La medicina pública ha evolucionado de una forma tremendamente satisfactoria y aunque aún hay cosas que mejorar, sus profesionales son de primerísimo orden. La medicina privada también ha evolucionado –eso es incuestionable –pero han entrado unos elementos que hacen que la relación entre el médico y el enfermo esté un tanto alterada. Me refiero a lo que se interpone en esa relación, llámese compañías de seguros, e incluso ahora las propias instituciones hospitalarias privadas no son lo que eran antes. Todo esto hace que la evolución de la medicina privada sea buena pero haya cosas que corregir.

P.- ¿Qué le llevó a escoger la especialidad de Traumatología y Ortopedia?

R.- Cuando estaba acabando el Bachiller vivía cerca de un médico traumatólogo al que comenté mi intención de estudiar medicina. Entonces él me invitó a conocer su especialidad y de ese modo todos los veranos y las vacaciones los pasaba en contacto con la Traumatología.

P.- ¿Cómo ha sido la evolución de su especialidad?

R.- La evolución ha sido muy importante. Estamos entrando en la cirugía mínimamente invasiva, incluso en nuestra especialidad. Y eso que a nosotros los traumatólogos nos pintaban siempre con un martillo y un destornillador como si fuera imposible otra cosa.

P.- Usted, que estudió en unos momentos en los que la conectividad con otros puntos de España era más compleja, ¿cree que ya es hora de que Baleares cuente con una Facultad de Medicina?

R.- Esta pregunta me recuerda cuando se planteó que España entrara en la OTAN en 1986 y el lema de aquel entonces del PSOE (en el Gobierno) fue “OTAN, de entrada, no”, aunque luego todos recordamos lo que pasó. De la Facultad de Medicina yo diría lo mismo: De entrada, no. Aunque no es un ‘no’ absoluto, porque eso sería demasiado simplista. No creo que los objetivos de una Facultad de Medicina puedan desarrollarse aquí. Es indudable que necesitamos la investigación que genera una Facultad de Medicina, del mismo modo que tenemos que ofrecer formación. Pero existen otros medios que en otro debate con más tiempo podríamos explicar. ¿Facultad de Medicina? De entrada no. ¿Estudios de Medicina? Eso ya sí. Y eso no quiere decir que tengamos que tener físicamente una facultad aquí.

P.- Volvamos a la Policlínica Miramar. ¿Por qué se involucró en su fundación?

R.- La creación de la Policlínica Miramar fue algo muy bonito. Fue crear una clínica de médicos para los médicos y para los enfermos. En un momento llegó un médico de EEUU con ‘un riñón debajo del brazo’, preguntó dónde ponerlo, no encontró dónde y de aquella necesidad nació el proyecto en el que nos aglutinamos un número importante de médicos con esa idea.

P.- ¿De qué compañeros de viaje en esa aventura de la Policlínica guarda un mejor recuerdo?

R.- Del doctor Miguel Dalmau, que era a quién me refería cuando dije que vino ‘con un riñón debajo del brazo’ [en alusión a la implantación de los entonces más modernos métodos de diálisis]. Él fue quien nos aglutinó y de él tengo un recuerdo especial. Como lo tengo de otros compañeros que –tal vez sin ser tan nombrados –pusieron tanto esfuerzo, ilusión e incluso patrimonio para que ese proyecto saliera adelante.

P.- ¿Cómo ha visto la evolución de la Policlínica Miramar a lo largo de estos años?

R.- Ha tenido que adaptarse. La Policlínica comenzó con grandes ilusiones pero con pocos resultados económicos y tuvo que adaptarse a una serie de circunstancias para hacerla viable económicamente. Con el tiempo han ido entrando algunos elementos que cambian un poco la filosofía con la que se fundó. Hoy la Policlínica Miramar no es ajena a toda la problemática que tiene la medicina privada con la inclusión de las compañías de seguro, etcétera.

P.- ¿Le ha dolido que un proyecto en cuya fundación participó usted haya sido noticia por otros hechos que no han sido sus éxitos profesionales y hospitalarios, cree que ya ha recuperado la estabilidad necesaria para volver a ocupar el lugar que le toca en el mapa hospitalario balear?

R.- Sí. Todo lo que ha pasado sí que ha sido una frustración enorme para todos aquellos que estuvimos desde el principio y que pusimos una grandísima ilusión. Y sí, creo que ya ha recuperado estabilidad pero no con la filosofía con la que se fundó. Pero ni la Policlínica ni ninguna otra clínica privada, porque la medicina privada ha cambiado.

P.- ¿A cree que se debe el crecimiento de la sanidad privada, que en las Islas es tan importante?

R.- A que oferta algo que no puede ofertar la pública por múltiples razones, como es la inmediatez de la asistencia en múltiples aspectos o como es la libertad de elección de facultativos o de centro, que es algo que está empezando a perderse en estos momentos. En la medicina privada, además, la relación entre el médico y el enfermo puede ser más amplia, ya que el factor tiempo o las cargas asistenciales no son tan fuertes como en la sanidad pública.

P.- ¿Cree que hay suficiente sinergia entre la sanidad privada y la pública o la privada no se aprovecha adecuadamente?

R.- La sanidad privada es imprescindible y se puede aprovechar aún en mayor medida por la sanidad pública. Puede haber, sin lugar a dudas, una coordinación mayor de la que hay.

P.- Usted fue el primer director general de Sanidad de un Govern de la CAIB, con el doctor Oliver como conseller. ¿Qué recuerdo guarda de aquella época?

R.- Fue entre 1982 y 1983. Empezamos con mucha ilusión pero con muy pocas competencias transferidas en cuanto a lo que era la sanidad asistencial, si bien sí teníamos las de Veterinaria y Farmacia y algunas competencias de salud pública médica. Nuestra capacidad de actuación era limitada pero también es verdad que pasamos por situaciones curiosas. A los pocos meses se desató un proceso de legionelosis en un hotel de la zona norte de Mallorca, que fue algo muy llamativo y muy problemático que nos pilló acomodándonos. Menos mal que aquella conselleria, como supongo que sucede ahora, tenía un personal extraordinario, que nos ayudó a capear temporales como ése o como el de los tordos de Chernobyl, que derivó en la prohibición de la caza, primero muy contestada y luego bien aceptada.

P.- ¿Alguna otra anécdota en particular de aquella etapa?

R.- Sí que hay una que quiero resaltar y es que los inspectores de sanidad eran muy inflexibles con los manipuladores de alimentos y una de las cosas que más les preocupaba y se exigía era la protección del pelo. Hoy, con alguna excepción, en todos los programas de cocina, que se supone que deben ser didácticos, ni uno solo de los cocineros lleva el gorro que aquí tanto se exigía. Me pregunto que estarán diciendo aquellos inspectores.

P.- ¿El médico nace o se hace?

R.- El médico se enamora. No nace, se hace. Pero el que se hace y se enamora de su profesión vive ese idilio hasta el momento se su jubilación e incluso hasta después.

P.- La medicina ha cambiado, pero los pacientes también. Hoy tienen a su alcance mucha información al alcance de un click…

R.- Lo que el paciente ha perdido –y era lógico esperar que llagara a perderlo –era ese sentido proteccionista que buscaba en el médico. Podríamos decir que se ha perdido un poco de calidad en la relación entre el médico y el enfermo. Pero lo cierto es que el enfermo es un ser maravilloso que viene y se pone a disposición de lo que el médico crea.

P.- ¿Volvería a escoger esta especialidad, qué haría de otro modo?

R.- Volvería a escoger la misma especialidad y volvería a equivocarme tantas veces como me he equivocado.

P.- Y ahora que tiene más tiempo libre…

R.- Siempre hay muchos proyectos. Uno de ellos es hacer deporte, que llevo toda la vida recetándolo, pero lo he practicado menos de lo que lo he recetado. También quiero participar en actividades en las que pueda ayudar un poco a nuestros semejantes.

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