“El concepto de dolor asociado al parto ha sido desterrado”

NICOLÁS MORAGUES. GINECÓLOGO

NICOLÁS MORAGUES. GINECÓLOGO

Nicolás Moragues Barceló (Palma, 1932) es licenciado en Medicina y Cirugía (1956) por la Universidad de Granada, donde también cursó la especialidad de Ginecología y Obstetricia. Según sus propias palabras, era un estudiante “normalito, no de matrícula, aunque siempre conté con la vigilancia de mi padre, que me orientó muy bien”, en una universidad de la que conserva unos excelentes recuerdos: “Granada es una ciudad fascinante y en su campus reinaba en aquellos años un ambiente muy agradable, con grandes compañeros con los que aún hoy me mantengo en contacto”. Una vez concluida la especialidad, prestó el servicio militar en milicias universitarias en el norte de África y a continuación se instaló en Palma, donde trabajó en el hospital de Son Dureta antes de abrir su propia consulta en la calle Samaritana, mientras que en la sanidad privada la mayor parte de su labor asistencial la llevó a cabo en la antigua clínica Mare Nostrum. Un hijo suyo ha seguido sus pasos como especialista en una disciplina que -confiesa-sigue echando de menos casi una década después de haberse jubilado.

-Por qué Ginecología?

– Desde que tenía aproximadamente unos diez años tuve claro que quería ser médico, y en realidad ignoro la razón, porque en mi entorno familiar no había ningún antecedente. Así que mis padres asumieron que quería estudiar esa carrera -a mi madre le gustaba menos la idea, porque implicaba que tenía que irme de la isla- e hicieron un importante esfuerzo para que eso fuese posible. En cuanto a Ginecología, empecé a interesarme por ella cuando cursaba anatomía, era una asignatura que me gustaba, aunque desde luego tuvo una decisiva influencia una conferencia sobre la materia a la que asistí y que fue impartida por el que más tarde sería mi profesor. Estábamos en tercer curso de carrera y en ese momento era normal que los estudiantes ya empezáramos a decantarnos por una u otra especialidad.

-Como otros compañeros de generación, usted vivió una etapa incipiente de la Ginecología…

– Efectivamente era una especialidad relativamente nueva y además un tanto delicada, por el entorno social de la época. Por otra parte, a diferencia de hoy en día, que se trabaja en equipos, nosotros nos manejábamos prácticamente solos, de manera que si tratabas a una mujer durante su embarazo tenías que estar forzosamente ahí en el momento del parto. Era un trabajo bastante sacrificado y además no éramos muchos los ginecólogos en aquel entonces, aunque sí recuerdo con especial afecto al Dr. Gabriel Moragues González, que era un gran profesional en el ámbito de la Obstetricia y que me ayudó mucho cuando me instalé en Palma al volver de Granada y del que también aprendí mucho. También tengo un recuerdo muy afectuoso para el Dr. Carlos Hoyos, que colaboró conmigo durante muchos años en la cirugía ginecológica; y por supuesto no puedo olvidarme de Julián Timoner, fenomenal ATS, con quien compartí quirófano durante casi cuarenta años.

-Desde entonces, la especialidad ha avanzado mucho….

-Es así. Tanto la Ginecología como la Obstetricia han avanzado mucho a lo largo de estos años y para verlo basta comprobar cómo han retrocedido los índices de mortalidad infantil -algo que hoy nos parece normal pero que no lo era tanto en aquellos años- o cómo ha evolucionado el propio tratamiento que se le da a la parturienta a fin de evitarle el dolor (como ejemplo, el fórceps ha desaparecido del quirófano en a la hora del parto). De hecho, podríamos decir que el propio concepto de dolor asociado al parto ha sido desterrado y eso es bueno: siempre he pensado que aquella frase bíblica de “parirás a tus hijos con dolor” en realidad no era una profecía, sino una verdadera maldición.

-También ha cambiado el rol de la mujer como paciente….

– Las mujeres están hoy muy bien informadas en lo que se refiere a su salud, tienen acceso a muchos más conocimientos que en cualquier otra época, pero cuando se trata de acudir al médico -algo que, de entrada, a ninguna mujer le gusta- sigue siendo fundamental saber romper el hielo en la relación entre el ginecólogo y la paciente y que se establezca un vínculo de confianza basada en el respeto y la amabilidad. Siempre he pensado que si tratas con cortesía a una paciente la mitad del trabajo ya está hecho.

-¿Qué momentos recuerda con más pesar de su etapa en activo?

– Yo viví la crisis de la talidomina y los desastrosos efectos que tuvo sobre miles de niños, pero afortunadamente nunca la receté, porque si hay un momento realmente difícil para un médico es cuando tienes que comunicar a unos padres que su bebé ha nacido con malformaciones o, en su caso, que no ha sobrevivido al parto. Hoy en día las cosas han cambiado mucho, se avanza sobre seguro, en parte gracias a ese gran invento que ha sido la ecografía, las distintas pruebas que se realizan al feto a partir de una simple gota de sangre de su madre…avances que por supuesto no existían hace sesenta años, cuando ni siquiera disponíamos de los medios necesarios para saber con antelación si el feto era niño o niña.

-¿Y qué echa de menos?

– Muchas cosas, entre ellas no tener un contacto directo con lo que pasa en el mundo de la medicina, al no tomar parte en congresos y en general en aquellos eventos que te permitían conocer de primera mano cómo evolucionaba nuestra profesión dentro y fuera de nuestro país; era algo muy gratificante si realmente te gustaba tu trabajo. Pero sobre todo echo de menos estar en un quirófano, la vertiente quirúrgica de mi profesión es la que en cierta manera añoro más, aquella sensación que experimentabas cuando sabías que tenías en tus manos una gran responsabilidad y eso prácticamente sucedía cada día. Por eso debo decir que, en cierta manera, tengo mono de quirófano, y la verdad es que si pudiera mañana mismo volvería a operar, aunque tengo muy claro que eso ya no es posible.

-¿Qué opina de sus jóvenes colegas, como su propio hijo?

-En los casi diez años que han transcurrido desde que me he jubilado la Ginecología ha evolucionado muchísimo, siento que en cierta manera me ha pasado por encima. Por otra parte es un hecho asumido que los médicos de hoy (y yo puedo comprobarlo en mi propio hijo, también ginecólogo) están muy bien preparados y que la sanidad de nuestro país, al margen de lo pueda decirse, es de una muy alta calidad, como lo son los propios hospitales que tenemos en nuestra comunidad. En general considero que mi especialidad vive un excelente momento, así que pienso que, después de todo, el niño que a los diez años decidió que quería ser médico tomó una decisión acertada.

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