“Ante la enfermedad las mujeres suelen ser más sufridas que los hombres y también más disciplinadas”

juan-gil-ginecologoJuan Gil Xamena (Palma, 1927) se licenció en Medicina y Cirugía por la Universidad de Barcelona y en ese mismo centro universitario cursó también su especialidad en Ginecología y Obstetricia. Ya en su etapa de estudiante obtuvo por oposición el título de interno en el departamento de Ginecología y Obstetricia del Hospital Clínico de Barcelona, donde siguió trabajando hasta el año 1954, en que se estableció en Palma, en una consulta privada ubicada cerca de la Plaça de la Sang (“estaba un emplazamiento muy práctico, porque toda la pagesia de Mallorca sabía en aquel entonces donde estaba La Sang”, recuerda). En esta consulta ha atendido a sus pacientes privados durante toda su vida hasta su jubilación, hace más de una década, aunque a lo largo de su dilatada carrera profesional también ha colaborado, en distintas etapas y de forma desinteresada, con diferentes centros hospitalarios de Mallorca, desde el Patronato Obrero hasta la Cruz Roja, donde por cierto contribuyó a poner las bases de la futura Asociación de Lucha contra el Cáncer de Baleares, que impulsaron a finales de los años sesenta los doctores Salvá y Calvet. Ha sido, en diferentes etapas, secretario, vicepresidente y presidente del Colegio Oficial de Médicos de las Islas Baleares, así como presidente de la Academia Médica Balear.

-¿Por qué eligió esta especialidad?

– La verdad es que no lo sé, pero siempre tuve claro, desde muy joven, que quería estudiar Ginecología y Obstetricia, y no es porque tuviera ningún antecedente en la familia relacionada con esta disciplina, aunque tuve un primo que era médico. Simplemente lo elegí así.

-¿Qué diferencia hay entre las dos ramas de la especialidad?

– La obstetricia se dedica concretamente al estudio y cuidado específico de la mujer embarazada, en tanto que la ginecología tiene un campo de acción más amplio y se refiere a las enfermedades de la mujer en un sentido general. La especialidad comprende ambas vertientes.

-En su época era una especialidad más poco frecuente, había pocos ginecólogos…

– Es cierto. Cuando yo abrí mi consulta en Palma no habría más de una docena de especialistas, aunque es verdad que entonces también había menos médicos en general que en la actualidad. Para que se haga una idea, mi número de colegiado en el Colegio de Médicos era el 916, y ahora debe andar ya por el 4.000, o sea que calcule el incremento en el número de médicos que se ha producido desde entonces. Por otra parte, el médico entonces era alguien muy respetado, los pacientes tenía mucha confianza en su criterio y si conseguías crear una complicidad con ellos se establecía una relación que llegaba en mucho casos a ser de amistad.

-Los cambios que se han registrado en su especialidad también habrán sido notables a lo largo de su carrera profesional….

– Muchos y algunos muy notables, el primero de todos el que ha vivido la propia mujer desde los años cincuenta, cuando su horizonte casi único era casarse, tener hijos y cuidar de la casa y de la familia, en tanto que el marido era el encargado, casi exclusivamente, de aportar el jornal a casa. Esa forma de vida ha cambiado mucho desde que la mujer se ha incorporado al mercado laboral, aunque no creo que, en lo esencial, las mujeres hayan cambiado tanto, excepto en el hecho de que ahora no son tan dependientes de los hombres como lo eran hace cincuenta años. En cuanto al aspecto médico, los cambios han sido muy importantes en todos los campos relacionados con la salud de la mujer, desde los estudios sobre sus enfermedades como en los tratamientos, técnicas diagnósticos…etc. Piense que en 1954, cuando empecé a ejercer en Mallorca, los test de embarazo y las citologías las realizaba en mi casa, imagínese la diferencia. Todo lo que ahora nos parece normal al tratar a una embarazada, por ejemplo, entonces estaba en sus inicios. Cuando llegó la ecografía (por cierto, yo tuve en mi consulta uno de los primeros aparatos que funcionaron en la isla), empezamos a poder ver el feto en el interior del vientre de la madre, algo impensable hasta entonces y que fue un gran avance para nuestra especialidad. A veces pienso, recordando esos tiempos, que me resultaría imposible ejercer mi labor de médico como hacía antes en las actuales circunstancias, con tanta tecnificación, tantos aparatos y tantos avances de todo tipo, no creo que fuera capaz de seguir ese ritmo.

-¿Qué avances de los registrados considera usted como más más importantes desde el punto de vista de un ginecólogo?

-Por ejemplo, el poder realizar pruebas a la futura madre con vistas a prever posibles malformaciones del feto, así como todo lo relacionado con el diagnóstico prenatal, en todos esos campos los cambios han sido espectaculares y siempre en beneficio tanto del feto como de la madre. Y también fue fundamental la aparición de la píldora anticonceptiva y otros medios de planificación del embarazo, aunque al principio hubo algunos recelos en la sociedad mallorquina porque se dijo que tomar la píldora tendría muchos efectos secundarios negativos para la salud de la mujer; algo que después se comprobó que no era así, que se había exagerado mucho y poco a poco su uso se fue normalizando entre las mujeres mallorquinas.

-¿La salud sexual de la mujer ha sido siempre un tema tabú?

– Bueno, ahora se habla mucho de salud sexual en las nuevas generaciones, pero quisiera recordar que hace casi cuarenta años, en 1977, yo ya dirigía coloquios sobre orientación sexual ni más ni menos que en la Congregación Mariana de Palma y organizada por sacerdotes; unas charlas que incluían debates sobre sexualidad, medicina, urología…y los asistentes-muchas parejashacían preguntas que ya demostraban una inquietud y una curiosidad sobre temas que hasta entonces no habían podido plantearse con normalidad.

-¿Todas las mujeres tienen instinto maternal?

– Tengo claro que una mujer siempre en una madre en potencia, aunque también es posible que su instinto maternal genotípico se vea condicionado en ocasiones por circunstancias diversas, que pueden influir en su voluntad o en su deseo de ser madre; un deseo que, insisto, en mi opinión forma parte de su manera de ser, de su propia femineidad.

-¿Y es cierto que son mejores pacientes que los hombres?

-Aunque nunca he tenido pacientes varones y por tanto no tengo una experiencia directa, parece un hecho asumido que ante la enfermedad las mujeres suelen ser más sufridas que los hombres, se portan mejor a la hora de seguir un tratamiento, son más disciplinadas y también más agradecidas, es fácil razonar con ellas cuando se trata de explicarles su problema de salud y sus posibles soluciones. En cierta manera con pacientes femeninas es más fácil conseguir aquel objetivo que un antiguo profesor de la facultad consideraba fundamental para nuestra profesión: “tienes que aspirar a que cuando un paciente abandone tu consulta después de que lo hayas atendido se vaya pensando no que ha visto al médico, sino a su médico”.

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