“Ennavídense”

Miguel Lázaro Ferreruela Psiquiatra HUSE Coordinador del Centro de Atención Integral de la Depresión.

Miguel Lázaro Ferreruela
Psiquiatra HUSE
Coordinador del Centro
de Atención Integral de
la Depresión.

Uep! Esta navidad la tenemos a tiro de piedra, como dicen en Teruel. El hecho: cinco días de fiesta. El significado: para unos una celebración, para otros una pesadilla. Para la mayor parte un chute de estrés. De ahí la necesidad de configurarlo y ponerle nuestra marca personal. Nada es homeopático en la navidad. Ni las comidas, ni las bebidas, ni los gastos, ni los regalos ni por supuesto las broncas familiares. Todo a lo grande. Bulimia en acción. ¿Qué vínculo establecemos con la navidad? El navidofóbico denigra y se amarga en navidad, los navidoadictos la idealizan y la disfrutan. Antes de que se alce el telón, la publicidad de la liturgia consumista ya ha dado el pistoletazo hace días. Casi todo se vende y nosotros elegimos comprarlo. Pero solo adquirimos cosas, no valores. Ciertos anuncios navideños martirizan a los navidofóbicos. Ahora bien, alguna responsabilidad tendremos para que hayamos convertido la navidad en una espiral de autoengaño que nos deja para el arrastre. Muchos rechazan la programación publicitaria que nos exige felicidad a raudales y goce (que no placer) universal en todos los sitios y con todos, la pérdida de la espiritualidad, la dificultad de manejo y de conciliación con otros sentimientos internos como la rabia o la tristeza, que entran en contradicción con el “look emocional del espíritu navideño”, la regresión infantil consentida socialmente que sufrimos y en la que nos refugiamos. ¡Qué caja de resonancia más potente es la navidad! ¡Cómo amplifica los decibelios emocionales! Ahora que bien que sea transitoria. ¿Se imaginan las navidades eternas? No existen navidades clónicas pero deberíamos reflexionar en los clones que representamos en esta navidad. En el grupo de psicoterapia humanista y humanizadora que realizó semanalmente en Santa Ponsa, llevamos varios grupos reflexionando sobre como construiremos la navidad del 2013. En este proceso conjunto de elaboración anticipada, no he dejado de obsesionarme con la famosa perla cognitiva nietzscheana. “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”. He aquí una de los motores más importantes de la automotivación que nos ayuda a adaptarnos mejor en nuestra vida. En el grupo hay personas que rechazan la hipocresía y la falsedad, la imposición de felicidad colectiva, el “reunirse con la familia con la que no te llevas bien, el carrusel de compras, la navidad es cuento”… Sin embargo, a otras les gusta la navidad y valoran las reuniones familiares, el ver a los niños felices, el que la gente parece más feliz. Otras recuerdan a sus familiares que no están. Otras añoran con nostalgia la infancia ya lejana pero que siempre vive con nosotros. ¡Qué importancia tiene amar el pasado! Para otras la vivencia es agridulce. Una de las personas que está afrontando una dura travesía personal, nos sorprendió regalándonos con: esta navidad he decidido que no voy a ser infeliz. Otra compartió generosamente con el grupo una experiencia infantil, que recordaba (el recuerdo tiene que ver con el corazón) y con la que se acompañaba cada navidad: en una situación de gran precariedad económica familiar, sus padres compraban una caja de polvorones, que consumían a lo largo de la navidad. Sus padres creaban con su cariño, su mirada y su sonrisa la magia de los polvorones. Otra persona del grupo, que convive con un dolor crónico que secuestra a veces toda su vida, asocio los polvorones con la música navideña que su madre creaba con un tenedor que resbalaba por una botella de anís. Ni el mejor stradivarius del mundo hubiera sonado igual.

Está claro que todos tenemos anclajes autobiográficos que podemos rescatar estos días para aquietar la sobreestimulación interna y externa que soportamos. Admitámoslo: no idealicemos a la familia ya que a veces es algo más parecido a una selva que al portal de Belén… Cuantas intimidades congeladas hay en las dinámicas familiares. La familia nunca estuvo llena de gente conocida; solo fue el lugar en el que nos encontramos. Cuántas familias están atrapadas en el malentendido: algo que ocurrió o se habló, fue visto y sentido de diferente modo por dos miembros de la familia, lo que creó un malentendido del que no se volvió a hablar más; dos ideas distintas y encontradas. Cuando se explora el malentendido silencioso nos solemos encontrar no solo con que ambas opiniones y sentimientos son aceptables, sino con que no son tan contrarios ni están tan alejados. El espíritu navideño no existe, cada uno lo construye lo mejor que puede y sabe. Construyan su navidad sin exigencias. Hagan el balance anual desde una sana autoestima. Y para el 2015 déjense de estéticas de indulgencia y de autocomplacencia. La empatía es el radar emocional que funciona con dos antenas que son las orejas. Ya saben practiquen el escuchatorio y no el interrogatorio. El voluntariado es una buena herramienta para que mejore nuestra perspectiva puesto que nos hace ver como nuestras acciones tienen un impacto positivo en los demás. Y en cuanto a la generosidad no sea tacaño: regale décimos solo de lotería, utilice cifras más grandes en su apuesta solidaria. Las personas con creencias religiosas son más resistentes a la manipulación y a la relativización y banalización de la navidad, su trascendencia está basada en, no en el escenario, sino en el mensaje y en la esperanza de la fe que profesan. Renuncien a la quejorrea crónica, que contamina más que la central de Fukuyima. El mallorquín tiene una frase mágica, a modo de mantra zen, díganla y compártanla desde el corazón: molts d’anys! Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo Ahora ennavídense.

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