Matas escribe de oído

Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz Médico- Forense Especialista en Medicina Legal. @Alarconforense

Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz
Médico-
Forense
Especialista en Medicina Legal.
@Alarconforense

La visita de Jaime Matas, el presidente, a la cita con el Juez Castro requería atrasar en la medida de lo posible la convocatoria de estas letras. La razón no es tanto el retraso de ese hombre menstrual y calendario a la cita crónica, sino más bien que el lector vaya cogiendo el tono de cómo se escriben aquí estos artículos, a volapié y sin tiempo siquiera de darle tiempo a la realidad para que cuaje.

El caso Son Espases trae de nuevo a Matas a esta columna. Y lo trae sordo, lo trae con la información de la que ya hablamos de que el Presidente oye poco, que una grave enfermedad auditiva le tiene sin hablar.

La adjudicación del Hospital es la novedosa imputación de los perdedores de un concurso frente a la utilización como testigos de cargo de los vencedores del mismo concurso. Sorprendente. Es la culpación de los que dijeron que se adjudicara al perdedor y la denuncia contra el propio perdedor del concurso frente a la exculpación de los que decidieron a quién debería adjudicarse. Es la condena frente a la salvación de todos esos que mantuvieron el timón de su decencia de forma férrea mientras no hacían mucho por evitar algo tan terrible. Mira que busco, eh, pero no existe precedente de algo parecido en ningún país tercermundista. El colmo se redondea cuando el propio Villar Mir denuncia por vía administrativa la adjudicación a Florentino Pérez. Lo dicho, sorprendente.

Hay quien dice –visto lo visto-, vistos los sobres en blanco y las mentes en blanco de Castillo y el resto de la turba, que la cosa pasa por investigar después la efectiva adjudicación Florentina, la actual, que los hay que piden que se estudien ambas, vamos, que se haga como en las discos, un dos por uno de Son Espases.

Si viene una segunda investigación me pido utilizar entonces a los que sean declarados culpables como testigos de los que serán los siguientes condenados y así sucesivamente. Que vayan sacando concursos y adjudicaciones de campañas publicitarias y actos varios que nosotros les iremos vamos dando un vuelta-vuelta, primero a los unos, y luego a los otros. Seguramente así se erradicaría la cosa esa de ir a llorar, la cosa esa de abrir sobres en blanco como en la tómbola, eso de mirar al trasluz lo que pone como si fuera la carta del banco del vecino.

Y visto lo visto nos preguntamos por qué siempre el culpable es el mismo. Cómo es posible que todos sean tan cojonudos y tan decentes y que Matas sea una especie de chorizo tirado a la delincuencia, que sea un delincuente capaz de acertar en todas sus designaciones con gente tan pura y virginal. Pero claro, aquí sabemos que la razón de que todo lo que ocurra sea culpa de Matas es sencilla de entender.

Cuando lo que se persigue es al delincuente en vez de perseguir el delito pasan ese tipo de cosas. Pasa que uno se centra en que siempre pague el mismo por todo. Pasa por que uno vaya utilizando todos los testimonios posibles para que siempre el mismo pague por todo. Pasa que, claro está, todos se dobleguen ante el chollo que representa que aún siendo culpables, aún habiendo participado activamente en la causa, aún habiendo podido abortar con una cierta decencia cualesquiera de esos delitos presuntamente conocidos y no haberlo hecho, sea más fácil cargarle el muerto al único, al mismo.

Pero he que el único, el one, el solitario presidente ha perdido el oído y ha recuperado el habla. He que el presi Matas parece haber cambiado de estrategia, esa estrategia que ha pasado desde el principio de ese paseo agónico suyo hasta la cofosis por no decir una sola palabra de ninguno de sus lugartenientes.

He que se dice que Matas quiere hablar y quiere contar de oídas todo lo que sabe sobre todos los que saben de él. Y ya era hora.

Sabe mucho Matas cuando sólo se escucha a sí mismo. Oye poco Matas de lo poco que ha venido contando del resto. Hemos oído poco del propio Matas, y como aquí no tocamos de oído somos todo oídos para escuchar todo lo que quiera decir, de todo y de todos. Bienvenido de una vez ese Matas sordo.

Veo a Matas salir de su declaración silenciosa. Se para. Me mira. Me pasa un sobre en blanco después de salir de no decirle ni una sola palabra a Castro y pienso si es posible que este hombre esté pendiente de adjudicar algo, no sé, un supermercado público o algo peor. Se va por las escaleras del Juzgado custodiado y veo que el sobre que me ha dado acompaña una frase enigmática -“Ten cuidado, Javier, o podemos tener problemas políticos”, No me atrevo a abrir el sobre de oídas. Lo miro y lo remiro, le doy vueltas, le doy vaporeta para haber si se abre la goma arábiga que sella sus instrucciones en blanco sin que nadie lo note. Así que se lo paso a Calafat, que sin mirarlo, sin prestarle la más mínima atención se lo da a Riera para que -sin leerlo- pueda editarlo y salir a la calle en forma de artículo, este artículo escrito de su puño y letra.

No se sabe hasta que punto será culpable de lo que no ha hecho el President, pero por si hubiera hecho algo, por si hubiera ordenado que se adjudicara un hospital precisamente al que lo perdió, merece que se le condene por haber confiado y elegido a quién le acompañó en ese viaje. Eso sí que es una verdadera pena.

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