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“La primera obligación del psiquiatra es preservar su propia salud mental”

CRISTÓBAL SERRA OLIVER. ESPECIALISTA EN PSIQUIATRÍA Y PSICOTERAPIA

CRISTÓBAL SERRA OLIVER. ESPECIALISTA EN PSIQUIATRÍA Y PSICOTERAPIA

Cristóbal Sera Oliver (Sòller, 1940) es licenciado en Medicina por la Universidad de Salamanca y Especialista en Psiquiatría y Psicoterapia Infantil y Adultos por las universidades de Lausana y Ginebra, en Suiza, donde residió durante casi una década. Ejerció como Jefe de Servicio de Psiquiatría Infantil en el Servicio Médico Pedagógico del cantón de Valais -el primer hospital psiquiátrico abierto, sin barreras, de Europa- y en 1980 regresó a Mallorca con su esposa -también psiquiatra- y su hijo de pocos años. Una vez instalado en Palma, y si bien desarrolló su labor profesional a tiempo parcial en el Hospital Psiquiátrico, abrió casi enseguida su consulta en la calle de Sant Miquel, donde “pude empezar a aplicar lo que había aprendido durante mis años en Suiza”. En la actualidad, aunque está jubilado, sigue atendiendo a pacientes en la consulta que abrió hace más de treinta años. Es socio fundador -y fue su primer secretario- de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y el Adolescente.

-De Suiza a Mallorca….un cambio muy brusco, ¿no?

– Había, desde luego, muchas diferencias. En Ginebra el centro de psiquiatría infantil comunitario era toda una referencia mundial y allí se aplicaba una concepción humanista de la psiquiatría, en virtud de la cual se defendía que el enfermo mental (salvo casos agudos graves) debía ser tratado en la propia comunidad, no aislado de ella, a fin de que el enfermo, una vez recuperado volviera a disponer plenamente de sus derechos y de su libertad. Uno de los principios que inspiraban el trabajo en esos centros era que “no es normal ser normal”, es decir, no existe un arquetipo de normalidad común para todos los seres humanos (eso que llamamos “ser normal”) porque todos venimos al mundo con una determinada genética pero luego está el entorno, que nos condiciona y en el que aprendemos a reprogramarnos ya desde el primer contacto con nuestra madre, sin el cual no podríamos subsistir.

-¿Entonces no podemos hablar, en sentido estricto, de normalidad cuando nos referimos al estado mental de las personas?

– Según los estudios epidemiológicos más serios, alrededor de un 25% de la población mundial sufrirá problemas psiquiátricos en algún momento de su vida. Es un dato que en principio puede sorprender a mucha gente, pero si lo pensamos bien tiene cierta lógica si tenemos en cuenta que hasta hace no mucho se consideraba sana mentalmente a una persona que simplemente llegaba a los setenta años sin presentar síntomas de demencia, que demostraba interés por las cosas y que no creaba problemas, así de simple. Al fin y al cabo, el propio Freud decía que una persona mentalmente sana era aquella capaz de amar y de trabajar, para él no había más secreto.

-¿La mente guarda todavía muchos secretos para el conocimiento humano?

– Sin duda es el órgano más complejo del ser humano y eso obviamente dificulta su estudio, aunque lo que sí ha evolucionado mucho ha sido el tratamiento que le ha dado la medicina, desde la Edad Media en que primaban los aspectos mágicos a la hora de abordar los problemas mentales de las personas hasta el progresivo predominio del pensamiento racional, que ha hecho avanzar la ciencia médica también en psiquiatría. Pero la parte mágica todavía subsiste, interfiere con la ciencia pura cuando hablamos de la mente y de sus patologías; eso explica el éxito que siguen teniendo las prácticas de brujería y los supuestos remedios mágicos, contra los cuales no podemos competir porque estas convicciones están muy arraigadas en el inconsciente del ser humano. Comprendo que eso es difícil de asimilar, como lo es aceptar que la salud es, en realidad, un estado transitorio en la vida de las personas, un planteamiento que por cierto te inculca un gran sentido de la humildad y te permite establecer una mayor empatía con las personas enfermas.

-¿Las enfermedades de la mente revisten mayor dramatismo cuando se trata de niños y adolescentes?

-Algunos casos son realmente graves, como por ejemplo ocurre con el autismo, ese niño que no se comunica con nadie, ni siquiera con su madre, cuando para ella, que lo ha llevado en su seno, es vital establecer un vínculo con su hijo, y en cambio tiene que ver como éste no habla, no ríe, no hace las muecas, los gestos que tanto emocionan a los padres (en Alemania celebran la primera risa del bebé porque eso significa que es normal). En lo que respecta a la adolescencia

-edad de por sí crítica

– a veces se producen trastornos psicóticos; es una edad muy frágil y peligrosa, sobre todo en la actualidad. En otros tiempos prácticamente no había adolescentes, los jóvenes trabajaban desde muy temprana edad y ya eran consideradores hombres, no existía esa edad intermedia tan complicada. Ahora es frecuente ver cómo la adolescencia se prolonga y el individuo se mantiene en un estado de fragilidad, sin exigencias que le hagan madurar, lo cual limita su capacidad de respuesta, no sabe cómo actuar ante la vida.

-¿El concepto de responsabilidad se ha banalizado?

-En gran medida sí. Para empezar es innegable que los padres a veces condicionan la evolución emocional de sus hijos procurando por todos los medios que no pasen por lo que ellos pasaron en su día; nadie duda que lo hacen de buena fe, pero tiene resultados negativos. Los padres tenemos el derecho a equivocarnos, eso es cierto, pero también la responsabilidad de actuar, si no actúas, si declinas esa responsabilidad, cometes un error. Los padres a los que no les gustó su modelo de educación ahora quieren cambiarlo para sus hijos, pero se encuentran que tampoco tienen un modelo alternativo que ofrecerles ni tampoco pueden imponer su autoridad porque se sienten mal actuando así. Los psiquiatras explicamos a los padres que tienen que imponer límites claros a sus hijos, aunque al principio estos los rechacen, porque con el tiempo interiorizarán estos límites “exteriores”, que por cierto es una de las cosas que distinguen a las personas normales de los psicópatas, que carecen de cualquier limitación en su conducta.

-¿Cómo se conserva el propio equilibrio a la hora de tratar con personas con patologías mentales?

– Uno de mis maestros me dijo una vez que la primera obligación del psiquiatra es preservar su propia salud mental, porque ha de poder entrar y salir del caso que atiende; y si teme que no será capaz de hacerlo porque el problema concreto tiene unas ramificaciones que le afectan personalmente (por ejemplo, si tiene el mismo problema que el enfermo en sus relaciones con sus hijos, o a causa de un divorcio… etc), entonces es mejor que derive el paciente a otro profesional. En mi caso la formación como psiquiatra viene reforzada por la vertiente de psicoterapia, cuando en nuestro país lo que predomina es la psiquiatría biológica, en la cual la relación entre médico y enfermo no es tan prioritaria. Lo realmente difícil para nuestra profesión de psicoterapeutas no es sólo actuar contra unos síntomas, sino conseguir hacer evolucionar la estructura mental del enfermo.

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  • «si no actúas, si declinas esa responsabilidad, cometes un error». Es verdad lo que dice Cristóbal, si no actúas, si declinas esa responasabulidad (por ejemplo de cuidar a tu madre enciana y haces que tu sobrina se vea obligada a hacerlo) cometes un error. Nos vemos en el juzgado.

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