Leucemia, una enfermedad con esperanza

leucemiaLeucemia. Solo la palabra produce pavor. Cáncer de sangre; tumor líquido. Ya es difícil de entender lo que es el cáncer, cómo un grupo de células decide proliferar de forma diferente al conjunto y genera un tumor, para luego expandir ese mal por todo el cuerpo sin dejar casi rastro… Y cuando se trata de un tumor líquido, la cosa se complica, aunque el mensaje no puede ser más positivo. Hoy en día se cura un número muy importante de leucemias agudas por los tratamientos quimioterápicos disponibles. Por ejemplo en algunas leucemias infantiles, se curan hasta el 80%.

Las leucemias crónicas de aspecto maduro al microscopio se desarrollan lentamente y tienen una esperanza de vida desde el comienzo de la enfermedad entre 3 y 20 años. Sin embargo, se consideran más difícilmente curables con quimioterapia.

¿Pero qué es una leucemia? Cuando las células sanguíneas inmaduras (los blastos) se reproducen de manera incontrolada en la médula ósea y se acumulan tanto ahí como en la sangre, logran reemplazar a las células normales. A esta proliferación incontrolada se le denomina leucemia.

La causa de la leucemia se desconoce en la mayoría de los casos, pero se sabe que no es hereditaria o contagiosa. La mayor parte de las veces se presenta en niños previamente sanos. A la leucemia se la considera un cáncer de la sangre, al ser una proliferación irregular de celular.

Los síntomas de le leucemia son fáciles de confundir con los de otras enfermedades, de modo que quien los sienta no debe alarmarse y, simplemente, consultar al médico. Los primeros síntomas son cansancio, falta de apetito o fiebre intermitente.

En un momento más avanzado de la enfermedad aparece dolor en los huesos, como resultado de la multiplicación de las células leucémicas en el sistema óseo. También, anemia, palidez, cansancio y poca tolerancia al ejercicio, todo ello a causa de la disminución de glóbulos rojos.

Es necesario no alarmarse. Algunas infecciones, las misma gripe, produce síntomas fáciles de confundir con éstos, de modo que lo mejor es ir al médico, tranquilamente pero, siempre, cuanto antes mejor. El diagnóstico precoz cura la mayoría de las enfermedades, incluido el cáncer.

Para el diagnóstico de la leucemia se requiere obligatoriamente la observación en la sangre y/o en la medula ósea de las células anormales características de cada tipo de leucemia. El análisis de sangre conocido como hemograma permite una sospecha muy fundada.

El hemograma puede revelar anemia, descenso de plaquetas y elevación de glóbulos blancos. La observación cuidadosa de una extensión de sangre periférica con frecuencia permite identificar la célula anómala y realizar el diagnóstico de la enfermedad.

Habitualmente, se deberá realizar un examen de la medula ósea que confirmará o nos permitirá descartar el diagnóstico.

Tanto la sangre como la medula ósea pueden servir para realizar otros estudios más complejos de citometría, citogenéticos y moleculares que ayudan al diagnóstico.

En la leucemia se produce además una reducción del número de plaquetas, lo que provoca que se produzcan hemorragias y manchas en la piel o, incluso, grandes hematomas, a consecuencia de hemorragias que vienen causadas por golpes leves, algo que no se produciría en otros casos.

Además, pueden presentarse hemorragias a través de nariz, boca o recto. Una de las hemorragias más graves es la que se presenta a nivel cerebro.

Esta hemorragia puede darse si el número de plaquetas desciende en forma severa. En este estadío el médico tiene que estar ya vigilando.

Otra posible consecuencia de la leucemia es la reducción en el número de glóbulos blancos (leucocitos), situación que repercute en las defensas del niño contra las infecciones. Es por esto que los pacientes pediátricos de estas afecciones necesitan unos cuidados complementarios importantes.

Las leucemias agudas progresan rápidamente; las leucemias crónicas, lentas. Las leucemias linfáticas afectan a los linfocitos; las leucemias mieloides o mielocíticas afectan a los mielocitos: Los mielocitos se transforman en granulocitos, otra manera de denominar a los neutrófilos.

El tratamiento recomendado en las leucemias es la quimioterapia con medicamentos especiales destinados a destruir las células leucémicas.

Este tratamiento quiometerápico de la leucemia tiene tres fases: la de inducción a la remisión, la de consolidación y la de mantenimiento.

En la fase de inducción a la remisión se destruye la mayor cantidad de células malignas. La fase de consolidación dura de dos a tres semanas, mientras que la de mantenimiento debe llevarse a cabo hasta completar tres años de tratamiento.

La causa de la leucemia es desconocida aunque se considera posible que múltiples cambios en la genética de una célula provoquen las transformaciones que llevan a una multiplicación no controlada y a la ausencia de la muerte celular programada normal de sus descendientes y ella misma.

Estos cambios originarían la acumulación de células leucémicas (sin la apoptosis o ‘muerte celular’, programada y natural) y el desplazamiento de las células normales.

Se han asociado varios factores a un aumento del riesgo de leucemia, entre los cuales pueden contarse: Algunas anomalías de nacimiento como el síndrome de Down, que presentan mayor incidencia de leucemia; las radiaciones tanto de tipo médico como las asociadas a bombas atómicas o centrales nucleares han provocado un aumento de la aparición de leucemias.

Se sabe que algunos virus producen leucemias en animales y posiblemente también en el hombre. Los virus pueden cambiar la dotación genética de una célula. Ciertas sustancias químicas como el benzol son agentes mutágenos y se ha visto pueden causar leucemia.

Factores ambientales pueden influir en la susceptibilidad a la leucemia. El mellizo de un leucémico tiene más probabilidad, aunque no por contagio o herencia, sino probablemente por compartir factores ambientales comunes, o por su similar maquinaria genética que confiere susceptibilidad.

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