Correspondencia apócrifa

Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz Médico- Forense Especialista en Medicina Legal. @Alarconforense

Dr. Fco. Javier Alarcón de Alcaraz. Médico-
Forense. Especialista en Medicina Legal. @Alarconforense

Querido Javier:

Permíteme en primer lugar el tuteo, que siendo la forma carcelaria de utilizar el usted es sobre todo el modo con el que sigo llamando a todos aquellos asalariados de mi confianza, aquellas personas en las que confié y que todavía no han salivado lo suficiente como para que su esputo me llegue a esta celda.

Aunque sea difícil acusar recibo de algo cuando uno es acusado, aunque uno no se encuentre en disposición de ser libre como yo en estos momentos, acuso recibo de tu artículo de la semana pasada, esa carta apócrifa de la Fiscalía Anticorrupción en la que me nombraba de refilón y a la que me resisto en su autoridad. Es la única resistencia que he opuesto a algo en estos últimos años y, sinceramente, la venzo para no ser vencido en mi cautiverio.

Lo hago en estos momentos en que, por lo visto, vencen deudas de gratitud que nunca pude imaginar que terminarían comprándome para después venderse en un negocio llamado libertad. Ya sabes, los pagarés se crearon para que no hubiera necesidad de mirarse.

Por hablarte de mí y de mi situación actual, debo decirte -por si esta publicación se lee en Bombay, por si el escarnio de la publicidad no ha llegado a los oídos de algún incauto- que en este momento me encuentro cumpliendo una pena de 9 meses de prisión en la cárcel de Segovia. Podría contarte algunos flecos de todo este Calvario, pero como en la cárcel nos dedicamos a hacer resúmenes de la vida, yo te resumo igualmente el target de mí sabida pena: estoy encerrado porque ordené que un periodista concreto me escribiera los discursos que estaba obligado a dar como presidente de la Comunidad autónoma de Baleares. Así de sencillo.

No haré mención a los millones de discursos que otros Presidentes, Ministros, Directores generales, Gerentes de empresas públicas, Generales, Almirantes o Monarcas han hecho de esa necesidad. Hacerlo, entrar en quién los redactó y con qué tipo de moneda se pagaron sería, quizá, un salto masivo menor que esos últimos que veo en Melilla. No insistiré haciendo mención a la legión de nuevemesinos condenados como yo y que están en la calle en este momento leyendo esta carta. Ellos, violadores, toxicómanos y homicidas imprudentes algunos, no entran casualmente dentro de ese concepto de alarma social al que yo con tanta gloria represento, ese del que soy su faro de luz negra. Vayan por lo menos por ellos estas letras, ellos que como tú podéis –de momento- leer en libertad, y juro que no es una amenaza.

Ya te adelanto, Javier, que no busco con mi pena otras condenas, pero entenderás que busque y no permita la alegría perpetua de tantos otros que a mi pesar entienden mi habitáculo de dos metros como una salvación cobarde y desesperada. Sí, Javier, recuerdo en este sitio de cochinillos todo aquello del perro y de las pulgas, y no olvido quién amamanta a quién. Entiende que una cosa sea negarme en lo que fui y otra muy distinta la única forma de saltar desde esta celda hasta la sala de espera de esa quirúrgica Fiscalía Anticorrupción.

Sé ahora lo que nunca supe cuando ejercí la más alta autoridad política de esas islas mías: que África no queda lejos de Mallorca; que hay pateras que viajan hacia el interés navegando entre la miseria personal; que el deshonor es una valla que sólo se salta hacia dentro de uno mismo; que la deslealtad es más feroz que el juez que te condena y que no hay agradecimiento que merezca la libertad si uno ha terminado traicionándose a sí mismo.

Se hace difícil escribir junto a tu sombra, y expresar lo que significa no tener la libertad suficiente para mirar fijamente a los ojos de los que declaran contra ti a tu imagen y semejanza. No me cuesta dejar de haber sido el Muy Honorable, pero sí me cuesta ver como los mismos – aquellos que casi ni se atrevian a mirarme a los ojos en aquellos días gloriosos de servicio público- siguen sin poder mirarme. Es más, creo que los banquillos de los juicios están diseñados para que los que te traicionan no sean capaces de mirarte a los ojos, para que no puedas ver en los ojos de los traidores el brillo de lo que cuesta su libertad.

No quisiera entrar en detalles sobre el caso, fundamentalmente porque ultimamente ese tribunal de las sombras de la opinión pública ha vuelto a condenarme por la adjudicación de Son Espases. Mientras tanto, la realidad dice que lo único que hay en marcha son unas diligencias informativas en esa endoscópica Fiscalía y no he tenido todavía ni el gusto ni siquiera la oportunidad de quitarme el pijama de rayas para poder explicarme.

¿Que se oyen lloros cuando te estas tomando un café en la plaza patines? ¿Que el uno la llama a la otra moqueando? ¿Qué no han entrado en casa habitada de ninguno de ellos a ver qué grado de pudredumbre tiene su escobilla del baño? es posible. Me quedo sabiendo que si yo no hubiera existido estarían llorando igualmente y manchando cualquier esquina de ese archipiélago, probablemente sin la contribución económica que les dió esos doce años de gloria en que cobraron gracias a la confianza que ahora desprecian diciendo a saber qué cosas.

Como se me hace difícil criticar la deslealtad cuando la única forma de atacarla es comportándose de la misma manera, intentaré, para terminar, simplemente comentarte un par de cosas.

Leo que –al parecer- se certifica que la mesa de contratación contravino mi presunta y delictiva orden de adjudicar el Hospital de Son Espases a OHL, curiosamente la empresa que perdió. Leo, y sé, que los estudios realizados por las consultoras apuntaban unívocamente a esa misma empresa, la que finalmente perdió. Dado que ordené que ganara quien perdió quizá me condenen por la vergüenza de que todos esos subordinados decidieran lo contrario, y me afeen a diez años de sonrojo y de escarnio que mi autoridad sólo fuera para que manteniéndolos en sus puestos cobraran esos sueldos que ni sus méritos ni, sobre todo, mi confianza merecían. Ah, ni que decirte que fuera lo que fuera, creo recordar que tod@s ellos quedaron debidamente colocaditos.

Acaban de apagarme la luz del módulo. No olvides – por si alguna vez te toca- que la cárcel protege en cierto modo del odio, y que si hoy tengo días de herrumbre mañana quizá sea uno de esos como éste, de voz que apunte mirando. Gracias por dejarme este espacio de libertad.

Un afectuoso saludo,

Jaume

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