Consejos para envejecer con salud y alejar el fantasma de la dependencia

Años llenos de vida

vejez-saludRecientemente se ha conmemorado recientemente el Día Mundial de la Salud bajo el lema “La buena salud añade vida a los años” este año dedicado al envejecimiento y la salud como objetivos básicos de las políticas de salud pública.

Según la Organización Mundial de la Salud, actualmente el número de personas mayores de 60 años es dos veces superior al que había el 1980, y en el año 2050 el número de personas mayores de 80 años será cuatro veces superior al actual. El siglo XX ha sido testigo de un incremento de la esperanza de vida por las mejoras en la salud pública.

No obstante, la salud de las personas se va deteriorando a medida que envejecen, aunque tanto las instituciones como las personas afectadas mismas pueden adoptar muchas decisiones para anticiparse a estos problemas y disfrutar en la madurez, de unas buenas condiciones físicas y psíquicas.

El objetivo primordial de este ‘envejecimiento de calidad’ es que las personas mayores puedan conservar la autonomía personal durante más tiempo. Este es uno de los postulados que sostiene la Unión Europea en el Año Europeo del Envejecimiento.

Un envejecimiento activo supone poner los medios para poder mantener la autonomía personal el máximo tiempo posible, ya sea a través de programas sanitarios preventivos o bien mediante hábitos personales saludables que garanticen un autocuidado adecuado.

Para tener una buena salud en la vejez es necesario haber disfrutado de una buena salud en las etapas anteriores de la vida. Disfrutar de una buena salud es la consecuencia de practicar un estilo de vida que incluya una serie de hábitos que se deben adoptar y mantener: Seguir una dieta saludable, es decir, variada en cuanto a alimentos y ajustada a nuestras necesidades energéticas.

Practicar un estilo de vida activo: andar, subir escaleras, bailar, dedicar algunas horas semanales a hacer deporte…, moverse. Son consejos de actividad para el mayor. También, dormir las horas necesarias para que el cuerpo esté descansado. Reservar el alcohol para ocasiones especiales y beber siempre con moderación. No fumar. Obviamente, todos estos consejos son aconsejables ya desde los primeros momentos de la vida adulta.

Según los cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en los próximos cinco años, por primera vez en la historia, el número de personas mayores de 65 años superará el de niños menores de cinco años. Así, además, se incrementarán las personas con discapacidad.

Con la edad aumenta el riesgo de sufrir problemas de salud que se conviertan en crónicos. Por ello cada vez aumenta más la necesidad de prestar asistencia de manera prolongada.

El envejecimiento es una circunstancia social cuya importancia emergente es significativa. El documento de la Primera Conferencia de Prevención y Promoción de la Salud en la Práctica Clínica en España, liderada por la Sociedad Española de la Medicina Geriátrica, lo explica claramente: España presenta uno de los índices más altos de envejecimiento del mundo, con un 17%, con un aumento importante de mayores de 80 años (envejecimiento del envejecimiento) un 4,1% de toda la población, cifra que aumentará en los próximos años.

Este envejecimiento poblacional es una realidad incuestionable y un logro histórico –considera el documento. Y añade: Este envejecimiento poblacional está comportando un importante y progresivo aumento de la morbilidad asociada a procesos crónicos y degenerativos.

Estos procesos son frecuentemente incapacitantes. La mayor longevidad de la población es causa y consecuencia de los cambios en los patrones de enfermedad. Las personas mayores presentan problemas de salud diferentes de los de los adultos jóvenes.

En todos los estudios publicados se observa una mayor prevalencia y tendencia al aumento de la dependencia en aquellos sectores de población mayor y muy mayor, según la Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud (EDDES), de 1999.

Ese estudio indicaba hace ya 13 años que la población total afectada por una discapacidad en la población mayor de 65 años era del 32,2% (2.072.652 individuos), lo que supone un 63,6% (381.417 individuos) en los mayores de 85 años. Y estamos hablando de cifras del ‘siglo pasado’.

Según los datos publicados en el año 2005, en el ‘Libro Blanco Atención a las personas en situación de dependencia en España’, «el envejecimiento de los mayores de 80 años, por ganancias en longevidad, hará aumentar las tasas de dependencia en España alrededor de cerca de un 10%» La enfermedad, y no la edad, es la principal causa de dependencia. La edad no es causa de dependencia. Existe una relación evidente entre dependencia y enfermedad.

La mayor parte de personas con dependencia tienen enfermedades crónicas asociadas. La dependencia es el resultado de la combinación de cambios fisiológicos relacionados con la edad, las enfermedades crónicas y los procesos agudos o intercurrentes. Todo ello siempre refiriendo los datos del documento aludido.

La instauración de la dependencia no es consecuencia inexorable de la edad al asociarse a otras variables sobre las que sí se puede intervenir tanto para evitar la aparición del estado e dependencia como para moderar su evolución hacia una mayor gravedad.

Este sector de población (persona mayor frágil o de riesgo, y persona mayor dependiente) es el más vulnerable y el que concentra el mayor riesgo de dependencia y las cifras más elevadas de dependencia ya establecida, lo que ocasiona que presenten un mayor gasto en salud.

La OMS recomienda medir la salud en las personas mayores en términos de pérdida de función. Las personas mayores presentarán un mejor o peor nivel de salud en relación con la situación funcional, es decir, con el mayor o menor grado de discapacidad o de dependencia.

La principal preocupación de las personas mayores y sus familias es la salud por sus consecuencias en términos de dependencia. Por ello, uno de los principales objetivos de salud en la persona mayor debería de ser el aumento de los años de vida libre de discapacidad.

Hoy en día existe suficiente evidencia científica para afirmar que es posible reducir de forma significativa la incidencia, la prevalencia y la intensidad de la enfermedad, la discapacidad y con ello, la dependencia, mediante tres acciones fundamentales: La prevención y promoción de la salud; la prevención y control de las enfermedades crónicas y la disponibilidad de unos servicios sanitarios eficientes para las personas mayores.

Es necesario reforzar los dispositivos asistenciales para las personas gravemente dependientes. Pero no por ello se deben dejar en segundo plano los esfuerzos para evitar la dependencia o para la recuperación cuando la dependencia es reversible, por lo que las intervenciones que tengan como objetivo la actuación preventiva, precoz y rehabilitadora deben ocupar un lugar preferente.

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