La autopsia psicologia sobre la violencia

Miguel Lázaro Ferreruela

Miguel Lázaro Ferreruela
Psiquiatra HUSE
Coordinador del Centro de Atención Integral de la Depresión.

El cerebro humano es “joven” y “primitivo”, ya que no llevamos muchos años de diseño evolutivo homínido, por lo que es comprensible que nuestra capacidad de pensar sea deficiente y limitada y que todavía mantengamos restos de “irracionalidad” y estupidez. Esta carencia profunda de evolución se manifiesta en la omnipotente inmadurez actual. Seguimos siendo unos obtusos incurables. Con demasiada frecuencia olvidamos que descendemos de un mono asesino. El ser humano nace agresivo y se vuelve violento. La agresividad es innata y adaptativa. La violencia siempre supone un daño y una dificultad para el desarrollo de la vida y una hipoteca para la evolución del ser humano tanto a nivel individual como colectivo. Hay personas que se instalan en la violencia como la única manera de sobrevivir, parasitados por el odio, el miedo, el resentimiento y la desconfianza en ellos y los demás .No elegimos ni la lotería genética ni el entorno en cual nos criamos y donde realizamos el aprendizaje emocional, donde construimos nuestros primeros vínculos y donde se desarrolla la urdimbre afectiva. ¿Si pudiéramos elegir, alguien elegiría la adversidad? ¿Entonces porque nos vanagloriamos de lo que no hemos elegido, de lo que no es mérito nuestro y porque lo utilizamos como criterio de exclusión? Los seres humanos nos programamos en nuestras familias; son las primeras programaciones las referencias determinantes de nuestro cash afectivo, cognitivo e interpersonal. Esa es la factoría de la empatía, del amor, de la compasión, de todos los sentimientos y de muchas experiencias traumáticas. Somos esponjas que absorbemos todo lo que hay. Si prevalece lo positivo, el cuidado y el cariño adquirimos seguridad, confianza y agradecimiento, si prevalece la carencia, el abandono, el maltrato, el miedo o bien un exceso de sobre nutrición infantilizante y sobre protectora, se generan la desconfianza, la dependencia patológica, el odio y el resentimiento que se proyectaran en forma de envidia, violencia, Los sucesos violentos, más si los que los protagonizan son “ personas normales” son una muestra de nuestro primitivismo y de nuestra carencia de evolución. Nos sobrecoge no solo las muertes sino también “las razones argumentativas”. Reconocer la existencia de otras personas y por lo tanto nuestra dependencia, implica una atenuación de nuestro yo muy mal tolerada por personas con personalidades narcisistas y psicopáticas. La conciencia moral yerra su disparo ya sea por demasiada poca o por excesiva vergüenza. El psicópata solo se avergüenza si lo pillan. Los demás son percibidos como objeto para manipular ya que no existe ningún tipo de identificación con ellos. No sienten miedo ni compasión. Sobresalen por su mitomanía falsificadora y por su frialdad. Disponen de una gran capacidad para leer las emociones en las demás personas aunque no utilicen estas habilidades consigo mismos. No se adaptan a las normas. No tienen remordimientos y siempre se auto justifican. Son cerebros impertérritos. ¿Pero que guiones familiares existen en las familias de los psicópatas? Actualmente se están investigando anomalías cerebrales en ciertos circuitos así como ciertos rasgos genéticos. Existen algunos tipos de personalidades de difícil relación con el entorno (psicópatas, delincuentes, narcisistas etc.) que se manifiestan a través de la rabia, la locura actuada, la violencia, la fragilidad vincular y la auto y heteroagresividad. Son personas que carecen de activadores internos de culpabilidad, empatía y compasión. Dañamos y ejercemos la violencia sobre las personas que nos hacer generar los sentimientos más insoportables, en un intento de acabar con ellos. Cuanto nos cuesta renunciar a la proyección desculpabilizadora y desrresponsabilizadora. La sociedad actual está preñada de un relativismo moral que se presenta como parte del sentido común o seny. Desde el relativismo todas las conductas son más o menos equiparables. Hemos construido una sociedad carente de valores fuertes como la solidaridad, la responsabilidad, la empatía, la tolerancia y la caridad lo que nos condiciona para gestionar adecuadamente la vulnerabilidad y la indefensión. Por otra parte no hay acto humano más enigmático que el suicidio. La complejidad de la mente humana contrasta con el volumen y el peso del órgano que rige nuestras vidas. El cerebro solo pesa un kilo y medio, pero está muy urbanizado y trabaja a destajo: cien mil millones de neuronas establecen infinitas conexiones. ¿Cuál es la intrahistoria de una defenestración, una precipitación, de un ahorcamiento o un suicidio con sal fuman? ¿Y de los suicidas que antes matan a su esposa o a sus hijos? Muchas veces no la conocemos. Hay muchas preguntas pero tenemos pocas respuestas, por ahora. Hay que tener en cuenta muchos factores causales: la biografía, la personalidad, el contexto familiar, la existencia de antecedentes de patología psiquiátrica y sobre todo su estado mental en los días previos. Padecía patología depresiva o psicótica. ¿Oía voces? ¿Tenía delirios paranoides? ¿Se comportaba de forma anómala o rara? ¿Se sentía perseguida o confusa? ¿Estaba en tratamiento psiquiátrico? ¿Tenía antecedentes de conductas impulsivas? ¿Estaba su estado mental tan alterado que anulo sus capacidades volitivas y conativas y condiciono sus conductas? Consumía drogas? ¿Había sufrido duelos recientes? Que tsunami emocional arrasa la racionalidad ¿Es la culpa persecutoria la mafia extorsionadora de su mente la que le hizo buscar la anestesia eterna a través del suicidio? ¿Por qué no decidió compartir su despido interno, su vulnerabilidad y su indefensión con otros? ¿Porque no pidió ayuda? Cuanto sufrimiento insoportable en la cueva inhóspita de la soledad. El agujero mental negro engulle los vínculos afectivos y la pulsión de muerte impera sobre la vida Algunas de ellas no tienen como objeto la auto conservación sino la autodestrucción. Hacer la autopsia psicológica de una conducta suicida es una tarea difícil y complicada. Descifrar las claves precisa analizar muchas variables. Tenemos los hechos, pero desconocemos el guion. Teniendo en cuenta que todo tipo de violencias: la individual, familiar, social e institucional se encuentran en permanente interacción, y que unas contienen y determinan a las otras, nuestro empeño debería de orientarse a humanizar un espacio social donde no se excluya a nadie y ahí es clave el papel de la familia, la escuela, la adecuación de los liderazgos sociales y los servicios de salud mental. Cuánto daño ha hecho y hace en la estigmatización de los pacientes que padecen trastornos mentales, la asociación mediática entre violencia y patología mental. Los enfermos mentales son mucho menos violentos, excepto en contadas ocasiones en los que su contacto con la realidad está roto, que los que nos autodenominamos “ normales”. Su tendencia generalizada es a hacerse daño a ellos mismos, no solo con el suicidio sino con su propia autestigmatización.

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