Alfonso Ballesteros: “La Real Academia de Medicina es como un mueble antiguo al que había que sacar lustre”

Cuando el doctor
Alfonso Ballesteros
( Fuentesauco, Zamora,
1944) asumió la
presidencia de la Real
Academia de Medicina
de Baleares se propuso
l levar adelante el reto
de modernizar una
institución emblemática
y venerable, creada
nada menos que en el
siglo XIX. El próximo
año, la Real Academia
celebrará elecciones,
pero la actual
normativa, que limita la
presidencia a dos
mandatos, impedirá la
continuidad de la junta
de gobierno.
Especialista en
medicina interna,
médico personal de
Cela y alumno de Ciril
Rozman, el doctor
Ballesteros ha
contribuido, desde
Mallorca, al desarrollo
de la historia de la
medicina con varias
aportaciones
singulares, entre ellas
la primera descripción
que se realizó en la isla
de la Enfermedad de
Andrade.

P.- Lleva usted siete años al
frente de la Real Academia de
Medicina. ¿Qué cambios se
han suscitado durante este periodo?

R.- Ante todo hemos de tener en
cuenta que hablamos de un tipo de
institución de lenta evolución.
Aquí, y en cualquier sitio. Cuando
la junta de gobierno actual, que he
tenido el honor y el privilegio de
presidir durante dos mandatos
consecutivos, se hizo cargo de sus
actuales responsabilidades, nos
propusimos el reto de la renovación.
No era una tarea fácil, porque
la Real Academia de Medicina y
Ciencia de las Islas Baleares es una
de las más antiguas del mundo, y
ello la convertía en una entidad sin
duda venerable, pero necesitada
de una profunda reforma que la
pusiera al día con los tiempos actuales.
Su origen se remonta nada
menos que a 1831, pero en realidad
cuenta con una precursora, la Academia
Médico Práctica de Mallorca,
que data de 1788.

P.- ¿Considera que se ha afrontado
con éxito el desafío de la
renovación?

R.- Como le decía, era un trabajo
arduo y complejo. Desde el principio,
contemplamos a la Real Academia
como un antiguo mueble al
que había que sacar lustre. Es decir,
restaurarlo para que luciera y
cumpliera la que, a nuestro juicio,
constituía su auténtica función en
la sociedad balear: operar como un
foro de debate y discusión, capaz
de emitir opiniones y valoraciones
acerca de las cuestiones que, en un
momento dado, pudieran afectar
a la sanidad y la investigación de
las islas. Para conseguir nuestro
propósito, hemos puesto en marcha,
a lo largo de estos años, numerosas
iniciativas, que han tenido
como denominador común la finalidad
de acercarnos progresivamente
a la sociedad civil. Esa es
la génesis, por ejemplo, de la instauración
de los premios de la Real
Academia, cuya ceremonia de entrega
coincide con el inicio del curso
académico y constituye uno de
los actos más solemnes y reconocidos
de todos cuantos se llevan a
cabo en Baleares. Otro punto esencial
para que el proyecto germinara
era la financiación, ya que,
como aseguraba Napoleón, las
guerras solo se ganan si hay dinero
de por medio.

P.- ¿Cuántos académicos forman
parte, en la actualidad, de
la institución que usted encabeza?

R.- La cifra máxima de miembros
es 25: veinte médicos, entre
los que actualmente disponemos
de dos vacantes tras los fallecimientos
de los doctores Antoni
Obrador y Santiago Forteza, y cinco
profesionales en ciencias afines.
Lógicamente, se trata de un número
claramente insuficiente que
debe ampliarse en el futuro. Cuando
se estableció, la realidad demográfica
de Mallorca y Baleares no
tenía nada que ver con la actual,
y por supuesto la cantidad de facultativos
que ejercían la medicina
en las islas era muy inferior. Por
otra parte, como usted sin duda sabrá,
la designación académica requiere
cumplir determinadas exigencias,
entre ellas la edad y reunir
un bagaje profesional solvente
y apreciable. Claro que, dicho esto,
añadiré que, tal como se afirma
en referencia a los centros psiquiátricos,
ignoro si, en la actual configuración
de la Real Academia de
Medicina, son todos los que están
y están todos los que son.

P.- Hablaba usted de la necesidad
de reformar la actual
normativa de la institución en
un punto concreto como el número
de miembros. ¿Otra modificación
podría afectar a la
limitación de la presidencia a
dos mandatos?

R.- La limitación de mandato tiene
sus inconvenientes y también
sus ventajas. Entre los primeros
se halla el que, tal vez, se corta de
cuajo la trayectoria de una determinada
junta de gobierno que, tal
vez, podría tener nuevos proyectos
en perspectiva. Yentre las ventajas,
que entra savia nueva, personas
con ilusión renovada que, desde
esta perspectiva, reúnen más
capacidad de dinamización de la
entidad. En general, creo que los
efectos positivos de esta norma
son superiores a los negativos, y se
lo digo a pesar de que me afecta
personalmente, dado que no podré
optar a la presencia en las próximas
elecciones.

P.- Más allá de su actividad
en la Real Academia de Medicina,
usted ejerce su profesión
médica en la sanidad privada
después de haberlo hecho durante
18 años en Son Dureta.
¿Hay mucha diferencia entre
uno y otro lado de la frontera,
por así decirlo?

R.- Ante todo debo afirmar, y
hacerlo además con rotundidad,
que la sanidad española ha alcanzado
un nivel de calidad asistencial
y profesional verdaderamente
excelente, y Baleares lógicamente
no es una excepción. Y me
refiero tanto a la medicina pública
como la privada. Ambas son magníficas.
De hecho, no es una situación
nueva. En 1974, tuve la oportunidad
de conocer de cerca la sanidad
francesa gracias a mi
estancia en París a raíz de una beca
que me concedió el Ministerio de
Asuntos Exteriores galo. Y ya entonces,
España tenía poco que envidiar
a Francia en cuestiones sanitarias.
Un ejemplo paradigmático
de cuanto le digo es que el mejor
sistema de trasplantes del
mundo es precisamente el español.

P.- Entonces, ¿no cabe apreciar
distinciones entre medicina
pública y privada?

R.- No las hay en cuanto a la calidad,
como le decía. Sí que existen,
claro, en otros aspectos. En Baleares,
que registra la tasa de doble
aseguramiento médico más
alta de España, los ciudadanos
que disponen de la posibilidad de
recurrir a una u otra sanidad tienen
claros sus planteamientos:
acuden a un centro público cuando
se trata de determinadas especializaciones
que se cubren con
más garantías en este ámbito; y
prefieren las clínicas privadas en
otras muchas situaciones. Una de
ellas es la mayor confortabilidad,
como le apuntaba antes, pero además
este tipo de hospitales han
contribuido poderosamente a que
la medicina balear progresara a nivel
de infraestructuras y equipamientos
asistenciales.

P.- El nuevo Hospital Son Dureta,
que se está construyendo
en la finca de Son Espases,
¿constituirá la ‘hora cero’ de la
sanidad pública balear?

R.- Será un gran paso adelante,
sin duda. Personalmente, siempre
fui partidario de la construcción de
un nuevo hospital en detrimento
de la otra opción que se barajaba,
que consistía en efectuar una remodelación
integral de las actuales
dependencias de Son Dureta.
Hubiera sido un error, y se lo digo
por experiencia, porque durante
las casi dos décadas que trabajé en
ese hospital soporté, junto a mis
compañeros, numerosas reformas
que, al final, no solucionaban los
problemas de raíz que presentaba
el centro.

P.- ¿Debe contar Baleares con
una Facultad de Medicina?

R.- La Real Academia ha manifestado
públicamente su adhesión
al proyecto que anunció el presidente
del Govern en una comparecencia
parlamentaria. No podía ser
de otra manera, porque es al Ejecutivo
autonómico al que le corresponde
decidir bajó qué parámetros
debe desarrollarse la actuación
política en nuestro territorio,
y a ello no es ajena la política sanitaria.
En otras palabras, si el Govern
considera que la creación de
la carrera de Medicina es una iniciativa
plausible, pondremos
nuestro grano de arena para que
este objetivo quede culminado positivamente.
Ahora bien, resulta
absolutamente imprescindible que
se cumplan algunos requisitos
que, por ejemplo, no reunió el antiguo
proyecto de la Facultad de
Medicina que se puso en marcha
en las islas en la década de los 70,
y que acabó resultando un fracaso
sin paliativos.

P.- ¿Qué requisitos, concretamente?

R.- Por supuesto, una buena dotación
financiera. E igualmente
una selección de profesores que
responda a criterios objetivos y rigurosos.
Afortunadamente, hoy
en día, existen mecanismos de selección
con los que antes no se contaban
y que harán posible, si se me
permite la expresión, que los ‘jueces’
sean menos caseros de lo que
fueron en el anterior proyecto. Por
otro lado, hay que rebatir la idea de
que, creando la Facultad de Medicina,
se acabará con el déficit que
arrastra la sanidad balear en determinadas
especialidades. Eso no
será así, ya que la nueva legislación
educativa, derivada del Plan
Bolonia, establecerá que, al finalizar
la licenciatura, que pasará a denominarse
grado, el estudiante todavía
no podrá ejercer la medicina.
Para conseguirlo, primero deberá
superar el periodo MIR, que
se erigirá en el auténtico filtro de
especialistas.

P.- ¿Comparte la opinión de
que factores como el incremento
del nivel de exigencia de la
lengua catalana dificultan que
la medicina balear corrija el
déficit de especialistas al que
usted aludía?


R.- Ante todo le contestaré que la
medicina es, por encima de cualquier
otra consideración, un trabajo
vocacional, y en este sentido, a la
hora de ejercer su profesión, el facultativo
tiene en
cuenta un objetivo primordial:
llevar a cabo
su labor en las mejores
condiciones posibles,
y no solo a nivel económico.
Los médicos
buscan lugares en los
que se sientan a gusto y, por supuesto,
respondiendo a su pregunta,
las barreras idiomáticas pueden
constituir, a este respecto, un obstáculo.
¿Qué ocurre en el caso de
Baleares? Bien, ocurre que vivimos
en una Comunidad bilingüe, y esa
es una realidad que, a mi juicio, los
médicos que optan por establecerse
de forma permanente entre nosotros
deben tener presente y, en
este sentido, han de esforzarse por
adquirir un nivel mínimo de catalán
que les permita comprender a
los pacientes que manifiestan dificultades
para expresarse en español.
Más allá de eso, creo que cualquier
imposición que supere estos
límites será mal recibida por los
médicos foráneos .

P.- Posiblemente una de las experiencias
que más satisfacción
le habrá causado es haber
llevado a cabo la identificación
de los primeros casos de
la Enfermedad de Andrade de
los que se tenía constancia en
Mallorca…

R.- Sí, y me alegro de que me
ofrezca la oportunidad de referirme
a este acontecimiento, ya que
en su momento determinadas circunstancias
impidieron que quedara
una constancia clara de la
aportación que realicé. Fue en 1980
cuando describí diversos casos de
enfermos afectados por polineuropatía
familiar causada por amiloidosis.
Sin embargo, en esa época
todavía no se había identificado
su variante y, ocho años más tarde,
en 1988, un médico mallorquín,
el doctor Munar Ques, logró reunir
un importante número de casos
que sí pudieron ser diagnosticados
como Enfermedad de Andrade
gracias a que ya existían los
marcadores analíticos específicos
para ello. Creo que esta circunstancia
ha distorsionado hasta cierto
punto el origen de esta contribución,
pero recientemente tuve la
satisfacción de que mi admirado
maestro, el profesor Ciril Rozman,
hiciera mención, en un artículo, a
la aportación que yo realicé en su
momento y que hasta cierto punto
había resultado ignorada.

P.- Su inquietud en estos terrenos
de la investigación no acabó
aquí…

R.- En efecto, ya que en 1981 levanté
la liebre, por así decirlo, en
torno a otra polineuropatía, popularmente
denominada ‘parálisis
del calzado’. Esta patología aparecía
con frecuencia en
trabajadores del sector
del calzado de la comarca
del Raiguer y,
gracias a las indagaciones
que llevé a
cabo, pude establecer
la conclusión de que el
agente causante era un disolvente
que contenía una sustancia llamada
N-Hexano. Apartir de la divulgación
de este descubrimiento, esta
forma de polineuropatía disminuyó
radicalmente en Mallorca.
Siempre he sentido una abierta
atracción por el campo de la toxicidad
de los medicamentos. De hecho,
otro acontecimiento que merece
la pena resaltarse es que, en
1987, la prestigiosa revista The Lancet
publicó una comunicación científica
que escribí en torno a unos
casos de toxicidad hepática causada
por un fármaco que, posteriormente,
a raíz de la divulgación
de ese artículo, fue retirado del
mercado, a nivel mundial.

P.- Entre los pacientes a los que
usted ha atendido figuran
nombres verdaderamente ilustres.
Por ejemplo, Joan Miró y
Camilo José Cela.

R.- Joan Miró era una persona
extremadamente bondadosa y
sencilla. En cuanto a Cela, llegué
a conocerle muy profundamente,
ya que fui su médico de cabecera
durante sus largos años de estancia
en Mallorca. De hecho, manteníamos
una amistad personal,
hasta el punto de que mis hijos le
llamaban tío. Soy consciente de
que sobre la figura de Cela recae
una especie de leyenda negra acerca
de su personalidad, supuestamente
huraña y poco sociable. Sin
embargo, esa imagen respondía
más a su deseo de interpretar ese
papel que a su verdadera esencia
interna. En los círculos más íntimos
resultaba una persona muy
agradable, especialmente con los
niños y con las personas mayores.
Con mi madre, por ejemplo,
hizo muy buenas migas

P.- Cuando le concedieron el
Nobel, usted formó parte de la
comitiva balear que se trasladó
hasta Estocolmo

R.- Sí, y gracias, por cierto, a la
iniciativa personal del editor Pere
Serra, que también forma parte de
mi grupo más querido de amigos.
Su capacidad de movilización
permitió que Mallorca estuviera
presente ese día histórico en Estocolmo.

P.- En el terreno más directamente
relacionado con la medicina
sus dos grandes nombres
propios son Jean Dausset
y Ciril Rozman, al que ya ha
mencionado anteriormente…

R.- ¿Y cómo no iba a hacerlo?
Considero al profesor Rozman mi
gran maestro, la persona de las
que más cosas he aprendido en mi
profesión. Asistí a sus clases cuando
estudié en la Facultad de Medicina
de Salamanca y hemos seguido
en contacto a lo largo de los
últimos cuarenta años. En cuanto
a Jean Dausset, ¿qué decir sobre
él? Mallorca tiene el honor de
acoger a uno de los premios Nobel
de Medicina más importantes
de la historia, porque fue su trabajo
científico el que ha permitido
que el ámbito de los trasplantes se
haya desarrollado hasta alcanzar
los niveles actuales. Sin embargo,
por encima de todo, el profesor
Dausset es una persona con un incomparable
sentido de la ética. ¿Y
sabe qué le digo? Que si he de
quedarme con alguna cualidad
humana, elijo precisamente esa.

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